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Descubriendo los atractivos de Norfolk, a dos horas de Londres y con muchos siglos de historia

Agatha Christie y Arthur Conan Doyle inspiraron parte de sus obras en los emblemáticos parajes del condado inglés, donde se encuentra el apacible parque nacional The Broads y se puede experimentar la Inglaterra del siglo XVI

Un velero navega por el río Ant, en el parque natural The Broads, en el condado de Norfolk (Reino Unido).
Un velero navega por el río Ant, en el parque natural The Broads, en el condado de Norfolk (Reino Unido).BRIAN HARRIS (Alamy)

Al entrar en el condado de Norfolk, a menos de dos horas al noreste de Londres, la impresión es haberlo hecho en la Inglaterra profunda. Aquella de grandes praderas, minúsculas carreteras, mansiones escondidas en la espesura de la naturaleza y muchos secretos. Parte de ellos los han desvelado los reyes del crimen, como se suele llamar a Sir Arthur Conan Doyle y Agatha Christie, que escribieron algunas de sus más célebres nóvelas en el pacífico entorno de Norfolk, donde parece que nada perverso pudiera ocurrir.

Por diferentes motivos, ambos pasaron temporadas en este condado inglés. Agatha Christie mantenía una estrecha relación con el matrimonio de médicos MacLeod, con quienes había coincidido durante sus viajes arqueológicos a Mesopotamia. Los McLeod tenían una propiedad en la recoleta ciudad de North Walsham, donde la escritora les visitaba, disfrutaba de sus tertulias nocturnas, escribía y también recogía datos médicos y forenses que incluía en sus novelas. La antigua mansión de los McLeod hoy acoge el coqueto hotel Beechwood, que guarda sus obras, cartas de amigos, fotos de entonces y anécdotas que cuentan y flotan en el aire de la ciudad.

En cuanto a Sir Arthur Conan Doyle, cabe mencionar que el primer caso de su famoso detective Sherlock Holmes, La Corbeta Gloria Scott, se fraguó en lo que es hoy el parque nacional The Broads. El mayor humedal del Reino Unido reúne una red de ríos navegables y lagos entre los condados de Norfolk y Suffolk, a lo largo de 303 kilómetros cuadrados, aunque la mayor parte se encuentran en Norfolk con 200 kilómetros de rías fluviales navegables, siete ríos y 63 arroyos. Allí pasó un verano el detective creado por Conan Doyle, visitando a un amigo que vivía en un caserón del pantano, como tantos de los que actualmente se descubren en la zona. Todo tipo de embarcaciones navegan entre ríos y canales, mientras que los lagos sirven para disfrutar del viento haciendo wind surf o navegando a vela. A la mayoría de las casas al borde del agua les caracteriza el techo de paja y una barca a las puertas que devuelve a sus habitantes a la civilización. Paraíso para los ornitólogos que podrán avistar aves por doquier, pero también fauna variada, entre la que se encuentra el grácil ciervo rojo.

Vista del entorno de la Casa del Farero, en Cromer.
Vista del entorno de la Casa del Farero, en Cromer.Richard Bowden (Alamy)

La pintoresca costa que se extiende por el Mar del Norte está salpicada por pueblos con casas de empedrado irregular e iglesias cruciformes de arquitectura normanda. El bucólico e histórico entorno, cerca de la capital, convirtió a Norlfolk a principios del siglo XIX en lugar de veraneo tradicional inglés, especialmente en aquellos enclaves a orillas del mar, donde la gente disfruta de la playa y de la pesca. También de un delicioso marisco, como los cangrejos que se venden en los puestos de los mercadillos o los cucuruchos de berberechos, gambas o langostas.

Aristocrático Cromer

Cromer es uno de los pueblos más reputados de la zona. Y lo es por las mansiones victorianas de la aristocracia inglesa y por su muelle, donde los visitantes aprovechan sus 130 metros para pescar cangrejos y, al anochecer, acuden al teatro Cromer Pier & Pavilon para ver un espectáculo musical o un cabaret en el único escenario del mundo ubicado en el extremo de un rompeolas. Famosa es su estación de botes salvavidas de la que se muestra orgullosa la población, en particular del legendario hombre salvavidas, Henry Blogg, que salvó a centenares de personas en sus 53 años de vida, por lo que fue condecorado en varias ocasiones y se le ha honrado con su propio museo. Otra de las atracciones ineludibles de Cromer es su faro octogonal que data de 1883 cuando Trinity House lo levantó. Hoy la casa del farero se alquila para pasar unas vacaciones.

El teatro Cromer Pier & Pavilon, en el extremo final del muelle de la ciudad inglesa.
El teatro Cromer Pier & Pavilon, en el extremo final del muelle de la ciudad inglesa.Bill Allsopp (Loop Images / Univ

Conan Doyle también anduvo por Cromer. Al regresar con fiebres de Sudáfrica, donde ejercía como corresponsal en la guerra de los bóeres, se trasladó a este pueblo costero con fines curativos. Durante una cena en Cromer Hall tuvo la fortuna de conocer al filántropo y político Benjamin Bond Cabbell, que le habló sobre su ancestro Richard Cabell —Lord of Brook Manor and Buckfastleigh—, asesinado por un diabólico perro. Una anécdota en la que el escritor se basaría para escribir El sabueso de los Baskerville (1902). Al igual que la Casa de la Colina en el costero pueblo de Happisburgh, que fue su inspiración para Los bailarines, relato corto que escribió mientras se alojaba en este emblemático lugar. Hoy se ha convertido en un acogedor pub, The Hill House Inn, donde al anochecer se reúne la gente del pueblo a tomar una pinta. Esta última obra supuso el regreso de Sherlock Holmes, a quien Doyle, culpándole de haber eclipsado sus otras obras, le dejó aparcado durante unos años hasta que Gilbert Cubbit, hijo del propietario de la Casa de la Colina, dibujó unos hombres bailando a modo de firma que despertaron el interés al escritor, resucitando a su personaje y poniéndole en la tesitura de tener que descifrar el dibujo para resolver el caso.

The Hill House Inn en Happisburgh, la casa, ahora reconvertida en 'pub', en la que Conan Doyle inspiró uno de sus relatos.
The Hill House Inn en Happisburgh, la casa, ahora reconvertida en 'pub', en la que Conan Doyle inspiró uno de sus relatos.Alan Keith Beastall (Alamy)

Norwich, una postal medieval

Norwich, la capital del condado de Norfolk, es una postal medieval. Su importancia se remonta a los siglos XVI y XVII cuando tuvo su protagonismo textil, especialmente con la lana, tal y como lo cuenta el Museo de Norwich en Bridewell, una antigua casa de comerciante rehabilitada para mostrar el auge de la ciudad durante el siglo XIV.

Pasillo interior de la catedral de San Patricio, en la ciudad de Norwich.
Pasillo interior de la catedral de San Patricio, en la ciudad de Norwich.Michael Brooks (Alamy)

El río Wensum que le atraviesa es uno más de los que fluyen por el parque nacional The Broads, en el que la ciudad de Norwich está prácticamente enclavada. Es muy agradable pasear por sus recoletas calles, llenas de anticuarios, cafés, de gente tranquila que no parece tener prisa, y visitar su pintoresco mercado. Tampoco es mala idea ir a comer al precioso restaurante The Ivy Norwich Brasserie, que tiene propuestas para todos los gustos y menús vegetariano y vegano. A Norwich tampoco le faltan atractivos culturales como puede ser el Centro Sainsbury de Artes Visuales, proyecto de del reconocido arquitecto Norman Foster convertido en museo de alta tecnología y galería de arte.

El Forum es un edificio comunitario construido a principios de siglo para acoger a la biblioteca más importante de la ciudad, una emisora de radio y también se usa como sala de exposiciones y conciertos. Y entre los vanguardistas murales que visten sus calles se encuentran obras del mismo Banksy. Llega la noche y la oportunidad de dormir en el hotel Maids Head, que se conoce por ser uno de los más antiguos de Inglaterra, situado en el corazón histórico de Norwich. No debemos irnos sin visitar el plato fuerte de la ciudad, que no puede ser más que su impresionante catedral del siglo XI, considerada una construcción clave del normando inglés. Entre otras particularidades, cuenta con el único claustro de dos pisos de Inglaterra, lleno de tallas y esculturas.

Una buena forma de despedirse del entrañable Norfolk es a bordo de su tren Poppy, cuya estación, en el pueblo costero de Sheringham, es una vuelta al pasado victoriano. El tren a vapor echa humo, toca el silbato y carga a sus pasajeros que disfrutarán de un bucólico recorrido por la costa hasta llegar a la ciudad de Holt.

El tren 'Poppy' estacionado en la parada de Sheringham (Reino Unido).
El tren 'Poppy' estacionado en la parada de Sheringham (Reino Unido).Keith J Smith. (Alamy)

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