Kent Downs y la Heritage Coast: una ruta por los pueblos y paisajes más bonitos del sur de Inglaterra
Largas franjas de acantilados blancos, la bucólica y verde campiña inglesa y ciudades como la histórica Dover o la creativa Folkestone invitan a conocer esta región escogida por Lonely Planet como uno de los destinos del mundo a los que merece la pena viajar en 2022
Los acantilados blancos de Kent y la conocida como Heritage Coast son hoy un lugar a los que el viajero llega en busca de paz y de bonitos paisajes. Pero no siempre fue así: asomada al Canal de la Mancha, fue la primera línea de defensa de Inglaterra, a menudo con éxito, otras veces no tanto. Durante la II Guerra Mundial este tramo del litoral fue un símbolo de resistencia y esperanza para los británicos: con Francia ocupada por los nazis y la amenaza inminente de invasión, los White Cliffs de Dover se convirtieron en un icono y actualmente forman parte de una ruta turística que invita a descubrir los restos de esa defensa heroica de Inglaterra.
Más información en Best in travel 2022 y en lonelyplanet.es.
Una ventaja para los que viajan desde el continente: el Eurotúnel o túnel del canal de la Mancha llega precisamente aquí, entre Dover y Folkestone.
2.000 años de resistencia
Veinte siglos de historia y unas vistas increíbles al canal han hecho de Dover un lugar muy especial. Su castillo es una indiscutible maravilla histórica, con sus famosos acantilados, los White Cliffs a sus pies. Nació como un lugar defensivo, hace más de 2.000 años, aunque la fortaleza que se puede ver hoy la empezó a construir Enrique II en 1180. Durante la II Guerra Mundial se utilizó como hospital y centro de mando militar. Y es que se trata del punto de Gran Bretaña más próximo a la Europa continental (a solo 33 kilómetros), un hecho que los romanos ya aprovecharon construyendo aquí un faro que aún se conserva. Lo que no hay que perderse en el castillo son los túneles secretos de la guerra y la gran torre, pero el conjunto ocupa un área bastante grande así que hay que dedicarle por lo menos dos o tres horas a la visita, más si se para a admirar las vistas del Canal hasta Francia.
Lo que sí que ha cambiado es el pueblo, con la reciente renovación del puerto deportivo y de la plaza del Mercado, aún por terminar. Lo que sigue tan atractivo como siempre es el paisaje de los acantilados blancos de Dover, símbolo de resistencia frente al continente, pero también de bienvenida a Inglaterra.
El barrio creativo de Folkestone
Otro de los pueblos de veraneo clásico junto al mar es Folkestone, ahora reconvertido en un activo foco de arte concentrado en su casco antiguo. En otros tiempos fue el lugar favorito de ese rey amante de la buena vida que fue Eduardo VII, y forma parte de la historia del veraneo de otras épocas en Inglaterra, ese que se basaba en darse paseos junto a la costa para comprar pescado y patatas fritas (Fish & Chips) en el mercado. Todavía se puede hacer antes de pasear por el Creative Quarter, el casco antiguo de Folkestone. Tiene menos interés histórico que Dover, pero su barrio creativo está cambiando la imagen que tienen del lugar muchos británicos: hasta 90 edificios de los que flanquean sus calles adoquinadas se han reconvertido en cafés, tiendas y estudios de artistas gracias al trabajo de la comunidad local. Allí se puede ver trabajar a los pintores o participar en talleres de arte para luego disfrutar de un concierto en alguno de sus pubs o cenar en un bistró.
Su playa sigue siendo para los ingleses su principal reclamo y suele ser una de las favoritas, sobre todo por lo cerca de está de Londres (a una hora y media en transporte público). Cada año se celebra aquí un concurso de castillos de arena. Además, está cerca del centro, así que todo queda bastante a mano y es ideal para dar largos paseos por la orilla, sobre todo al atardecer.
Una ruta por la Heritage Coast
Entre ambas localidades, la Heritage Coast se puede apreciar mejor si se recorre en bicicleta o a pie por el Chalk and Channel Way, un paseo de unos 11 kilómetros, integrado a su vez en la Ruta 1 de la National Cycle Newwork. Es un camino cómodo, con algunas cuestas que se llevan bien sobre todo por las vistas (en algunos momentos se divisa Francia) o las obras de arte dispersas por el camino.
Los Kent Downs se extienden desde la frontera entre Londres y Surrey hasta Dover, incluyendo una pequeña parte de Bromley, que en realidad es un barrio londinense. Son por tanto una buena excursión para escaparse de la capital británica unos días, pasear en la naturaleza y ver el mar. En el interior, Kent Downs es un paisaje típicamente inglés, con colinas onduladas, campos y bosques e incluso viñedos, algo que sorprende ver en Inglaterra.
Las playas de la Heritage Coast se alargan bajo los famosos White Cliffs y algunas de ellas conservan casi milagrosamente un aspecto tranquilo que se puede disfrutar como si no hubiera pasado el tiempo. Un buen sitio para pararse es el parque rural Samphire Hoe, una zona verde de 30 hectáreas creada entre los acantilados blancos y el mar, aprovechando los cinco millones de metros cúbicos de cal extraídos durante la construcción del canal. Es un buen lugar para hacer un pícnic mientras revolotean a nuestro alrededor algunas de las 30 especies locales de mariposas.
Los viñedos de Kent Downs
Hacia el interior, Kent Downs ofrece un paisaje genuinamente inglés de onduladas colinas, campos y bosques, junto a algunos viñedos no tan ingleses. Y es que en el valle de Elham y en Simpsons se cultivan vides en un suelo similar al de la región francesa de Champagne y se producen buenos espumosos que cada vez tienen mejor reputación. Vale la pena desviarse por caminos vecinales para llegar hasta ellos y brindar para que la región consiga el ansiado estatus de patrimonio mundial de la Unesco que persigue desde hace unos años.
Para ello se publicita como destino de turismo sostenible, con los Kent Downs aspirando a convertirse en geoparque de la Unesco e iniciativas como el Landscape Festival, con exposiciones y eventos al aire libre fomentar la sostenibilidad de estos paisajes únicos y dar a conocer los nuevos proyectos puestos en marcha por empresas locales para desarrollar un turismo de bajo impacto.
Rye, un pueblo de cuento
Con sus adoquines, retorcidos edificios de estilo Tudor e historias de contrabando, la villa de Rye no está muy lejos de Folkestone siguiendo la costa hacia el oeste, y siempre aparece en las listas de los pueblos más bonitos de Inglaterra. Para confirmarlo, solo hay que perderse por Mermaid Street y sus casas con entramado de madera del siglo XV, de nombres tan raros como “la casa con dos puertas delanteras” o “la casa opuesta”. Es la imagen de una Inglaterra bucólica y tradicional, pero con un toque cool, con la ventaja de la cercanía a Londres y la proximidad del mar, a menos de tres kilómetros (en otros tiempos estuvo rodeado por el agua y era uno de los puertos más grandes de Inglaterra). Testigo de aquellos años de gloria es la Ypres Tower, del siglo XIII. El Old Town parece anclado en el tiempo y conserva su ambiente marinero, con su colección de pubs, comercios y casas de entramado de madera. Además, el centro está horadado por túneles y pasadizos.
Entre los edificios bonitos está la Lamb House, donde vivió y creó parte de su obra el escritor estadounidense Henry James, que compró esta mansión georgiana arropada por un fantástico jardín. Y para tomar el té de las cinco, The Cobbles Tea Room, un local encantador y tradicional con fachada medieval.
La rosa de los Tudor
Siguiendo la costa hacia el norte, desde Dover visitamos otras dos poblaciones costeras: Deal y Sandwich. Deal, una localidad con playa y los acantilados de creta blanca que son el denominador común de toda la costa de Kent, es uno de los pueblos más llamativos del condado, sobre todo por su castillo con planta en forma de rosa. Se trata de un complejo defensivo que el rey Enrique VIII mandó construir para proteger la isla de una posible invasión francesa. Es todo un prodigio de ingeniería y defensa, con murallas externas y bastiones circulares.
Sandwich es lo más parecido a un museo al aire libre. En sus buenos tiempos fue la cuarta ciudad de Inglaterra (después de Londres, Norwich e Ipswich). Es difícil imaginarlo cuando recorremos sus tranquilas callejuelas medievales, entre iglesias antiguas, fachadas de estilo holandés, tejados en voladizo y casas con entramado de madera. Dentro de su núcleo histórico, los edificios no catalogados son una excepción. Incluso cuenta con un diminuto cine de 100 butacas que se conserva como una pieza de museo art déco y un garaje de los años veinte con más autos clásicos que vehículos modernos.
La historia de Sandwich va mucho más lejos y su pasado remoto puede rastrearse en Richborough, el lugar de desembarco de las legiones romanas del emperador Claudio en las Islas Británicas en el año 43, donde se conservan las ruinas del fuerte romano de Rutupiae y de un anfiteatro. Entre las joyas de la localidad están la iglesia medieval de San Pedro, el edificio y museo Guildhall, en una casa del siglo XVI, y algún molino restaurado del siglo XVIII. Es una excursión fantástica desde Dover, pero también se puede viajar desde Londres (hay un tren de alta velocidad desde la estación londinense de St. Pancras y otros trenes desde Charing Cross y Victoria).
Sandwich está acostumbrada a que se la ligue siempre con la historia de su conde, quien inventó los emparedados, pidiendo que le sirvieran la carne entre dos trozos de pan para poder segur su vida normal sin pararse a comer. Al margen de esta curiosa historia, es una de las ciudades medievales mejor conservadas de Gran Bretaña, aunque también es conocida por ser la capital del golf, y acoge dos grandes campeonatos. Su calle principal tiene más edificios con entramado de madera que cualquier otra calle de Inglaterra, pero donde está el meollo de todo es en su puerto, estratégico siempre en las guerras que Inglaterra ha sufrido o emprendido, incluyendo la Guerra Fría que ha dejado aquí restos en forma de un buque cañonero, aún operativo y que puede visitarse.
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