En casa de Pau Casals
De El Vendrell, donde su hogar natal es hoy un museo, a la residencia del músico en Sant Salvador, un rincón al que siempre soñó con volver
El cant dels ocells es una canción tradicional catalana de autor anónimo que, gracias a las interpretaciones al violonchelo de Pau Casals, ha devenido en un himno pacifista. Cualquier interpretación de esta pieza atenta contra la estabilidad emocional y revela el poder catártico de la música. No es extraño que fuera él quien la rescatara, pues a Casals le encantaba rebuscar, ya fuera entre partituras de música antigua (redescubrió las suites de Bach en una época en que estaban olvidadas) como entre la arena y las olas de la playa de Sant Salvador, en Tarragona, donde sigue en pie la casa que adquirió frente al Mediterráneo, reconvertida en un museo que ofrece un recorrido cronológico por su vida, además de exhibir objetos, documentos, mobiliario, instrumentos, partituras, proyecciones del propio músico interpretando a Bach y unas vistas con las que se está muy de acuerdo.
La sala más conmovedora
Casals nació en 1876 a unos cinco kilómetros de esta Vil·la Casals, en la actual Casa Nadiua, en el número 4 de la calle de Santa Anna de El Vendrell, abierta también como museo desde 1998. Aquí se conservan fotografías de la época en la que, con nueve años, empezó a tocar el órgano en la iglesia del pueblo. En ese año su padre le regaló una calabaza con dos cuerdas atadas y le dijo:“La teva carbasseta, tu primer violonchelo”, intuyendo, tal vez, que a través del sonido desarrollaría una sensibilidad musical fuera de lo común.
La Fundación Pau Casals gestiona y difunde el legado de un artista que adquirió la casa de Sant Salvador en 1910 como segunda residencia, cuando la zona era un barrio marítimo de pescadores. La Vil·la Casals fue reformada por el arquitecto Antoni Puig Gairalt entre 1931 y 1936. Siguiendo la estética novecentista, entonces se le unieron la sala de música, el jardín y el mirador. Aquí vivió Pau Casals hasta que el desenlace de la Guerra Civil le obligó a un exilio en Prades de Conflent (al sur de Francia, a menos de una hora de Perpiñán) marcado por la dolorosa esperanza de volver, algo que jamás sucedió. Al respecto hay al final de la visita una sala especialmente conmovedora, en la que se exhiben listas con nombres de refugiados anónimos españoles a los que Casals asignaba cada mes una paga de su bolsillo. Casals estableció criterios distintos en función de las necesidades de cada familia. Así las gastaba el maestro. Siendo el chelista más requerido del momento, renunció a su carrera por entregarse a la ayuda humanitaria. Obviamente fue el primero en responder a la llamada que hizo su secretario personal, Josep Maria Corredor, para la recaudación de fondos que permitieran que Antonio Machado y su madre, Ana Ruiz, estuvieran enterrados juntos en la localidad francesa de Colliure. Lo hizo a través del mítico artículo publicado en Le Figaro el 12 de octubre de 1957, “Un grand poète attend son tombeau” (Un gran poeta espera una tumba). Junto a Casals aportaron fondos Albert Camus, René Char o André Malraux. Pocas semanas después de ese entierro oficial del poeta en 1958, Pau Casals acudió solo con su violonchelo para interpretar El cant del ocells ante la tumba, detalle que algunos expertos consideran uno de los momentos de mayor carga emocional que ha dado el arte del siglo XX.
En aquellos años sesenta, mientras Casals seguía en Prades con su monótona vida (paseo matutino por la naturaleza, dos fugas de Bach al piano, desayuno; practicar con el chelo, responder a jefes de Estado y organizaciones con proyectos varios y, normalmente, rechazar ofertas para dar conciertos), en Washington, Jacqueline Kennedy soñaba con convertir la Casa Blanca en un salón vienés. No dudó en invitarle a que diera un recital en presencia de compositores como Copland o Bernstein. Su sencillez los impresionó a todos. La portada del disco que se grabó aquella noche del 13 de noviembre de 1961, Concierto en la Casa Blanca, con los Kennedy aplaudiendo a un Casals puesto en pie, ha pasado a la historia por reflejar un instante único (y raro): el poder máximo rendido al arte. En una conversación con el violinista Isaac Stern, Casals resumía su manera de ver las cosas: “Lo primordial es que el hombre tenga libertad, por eso no concibo un país con un dictador. No me gustan las complicaciones, soy un hombre sencillo, lo mismo en la música. Me gusta lo que es natural”.
Con el tiempo, además de director de orquesta, chelista y compositor, devino una celebridad, y sus interpretaciones de El cant dels ocells al final de cada concierto, un símbolo. En reconocimiento a esa actitud, en 1971, el secretario general de las Naciones Unidas, U Thant, le otorgó la medalla de la paz. Su discurso de agradecimiento es, para muchos, la expresión de catalanismo más sentida, y está muy presente en el museo, como también documentación gráfica de su posterior exilio a Puerto Rico, donde murió en 1973.
Para cumplir su deseo de descansar cerca del mar de su infancia, sus restos fueron repatriados al cementerio de El Vendrell en 1979. A la salida de su casa museo espera el restaurante Vil·la Casals, que ocupa las antiguas casas de invitados de la residencia del músico en el mismo paseo marítimo de Sant Salvador, con esas bonitas vistas del Mediterráneo y donde espera un imbatible y sinfónico festival de arroces y fideuás.
Ya que para él Bach era un milagro, en la plaza de J. S. Bach del municipio tarraconense resiste la icónica figura de Casals abrazado al chelo en forma de escultura de J. M. Subirachs, junto al Auditorio, tan activo durante el año (atención al Festival Internacional de Música Pau Casals).
Guimerà y Fenosa, en El Vendrell
Como epílogo, conviene adentrase en El Vendrell y visitar, además de la casa natal de Casals, la del dramaturgo Àngel Guimerà, en el número 10 de la misma calle de Santa Anna. Reconvertida en pequeño museo, ofrece un recorrido por la vida del máximo exponente teatral de la Renaixença. Y sobre todo, la fundación del escultor Apel·les Fenosa, tan presente en el París de los años veinte, que adquirió esta finca del siglo XVI en 1957. Fue amigo de Picasso, Giacometti o Max Jacob, y sus obras inspiraron a poetas como Michaux, Éluard, Carner o Riba. Durante 1939 tuvo un romance con Coco Chanel, que fue a la postre una gran amiga. Años después, no solo le ayudó económicamente, también regaló el vestido de boda a la que sería la mujer de Fenosa, Nicole Damotte. El museo presenta una importante colección de esculturas originales en yeso y bronce, así como un fondo documental y referencias a los años que el escultor pasó reedificando el interior y el jardín.
Quiso el azar que Fenosa fuera el elegido para realizar en Barcelona, en 1977, el monumento escultórico de homenaje a Pau Casals que sigue en pie en el agradable Turó Park. El tiempo restaura (casi) todo.
Use Lahoz es autor de la novela ‘Jauja’ (editorial Destino).
Guía práctica
- La fundación Pau Casals (paucasals.org) gestiona las visitas al museo Vil·la Casals del músico en Sant Salvador (8 euros; 977 68 42 76)
- Restaurante Vil·la Casals (vilacasals.com)
- Casa Nadiua de Pau Casals, en El Vendrell (977 18 18 19)
- Casa museo Àngel Guimerà (977 66 10 06)
- Fundación de Apel·les Fenosa (fundaciofenosa.org).
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