Tortosa, un día junto al río Ebro
El modernismo de la Casa Grego y de la Bau, el castillo de la Suda y ricas pistas gastronómicas en un paseo por la ciudad tarraconense que celebra en julio su gran Fiesta del Renacimiento
Un año más, y van 24, Tortosa celebra (del 18 al 21 de julio) la Fiesta del Renacimiento. Más de 70 espectáculos y ambientaciones espectaculares que, con la implicación de la población, invitan a viajar en el tiempo, hasta la época en la que fue una de las grandes ciudades catalanas, entre los siglos XIV y XV. Hoy, con unos 33.000 habitantes, apuesta por el turismo con la mirada en el Ebro, las montañas dels Ports y el Delta, 56 rutas en bici y un patrimonio arquitectónico de primer orden.
9.00 2.000 años de historia
Una buena manera de empezar la ruta es subiendo por el paseo de les Cultures (1) que rodea el farallón en el que se asienta el castillo de la Suda (2). A primera hora se disfruta de una vista limpia y excepcional de las montañas dels Ports. En el paseo se han instalado recientemente 15 esculturas del artista Ignasi Blanch (1964) que sintetizan los 2.000 años de la historia de Tortosa a través de personajes como el río Ebro, Pòrcia Eufròsine, Cristòfor Despuig o el poeta Gerard Vergés.
10.00 Desayunar en el casco antiguo
El triángulo que trazan tres callejuelas del casco antiguo se ha consolidado como el centro del tapeo y desayunos gourmet. Que sean peatonales acrecienta el encanto de las calles de Taules Velles, de la Rosa y dels Canvis, que alojan bares y cafeterías tan apetecibles como L’Olivera (3) (plaza de Nuestra Señora de la Cinta, 8), Rosa del Vins (4) (Rosa, 14) o Lo Palauet (5) (Rosa, 7). Hay que imaginar estas callejuelas ambientadas para la Fiesta del Renacimiento, cuando la capital de Terres de l’Ebre vive una apoteosis histórica con abanderados, mercados o un menú renacentista en sus restaurantes.
12.00 Conjunto renacentista
En el centro hallamos edificios tan notables como el Palau Despuig (6) (Rosa, 8), del siglo XV, con una fachada gótico-flamígera de unos nueve metros de longitud. Junto a este se alza una de las casas modernistas más importantes de la cuidad, la Casa Grego (7). Cerca se erigen los Reials Col·legis de Tortosa (8) (Sant Domènec, 23), del siglo XVI, uno de los conjuntos renacentistas más importantes de Cataluña y que alberga el Centro de Interpretación de la Fiesta del Renacimiento.
Para el almuerzo, un espacio histórico: el cercano Forn de la Canonja (9) (Taules Velles, 5-7-9), en la antigua panadería de la canonjía adyacente. Tiene especialidades a la brasa, una barra para probar la cerveza artesanal local y una hamburguesería gourmet.
16.00 Vestigios romanos y visigóticos
La ruta por el mejor patrimonio arquitectónico culmina con la visita al palacio episcopal (10) y a la catedral de Santa María (11) (Porta de Palau, 5). En Tortosa apenas se puede excavar sin encontrar restos de épocas pasadas, muestra de ello son las obras abiertas enfrente de la catedral que han dejado al descubierto parte del antiguo foro romano, una tabernae, una fábrica de garum y los restos de una iglesia visigótica. El derribo del grupo de casas que separaba a la catedral del río Ebro ha realzado las vistas de esta maravilla. Su museo atesora una lápida del siglo VI con inscripciones en hebreo, latín y griego, y otra del X, musulmana. Tras cruzar distintos pasadizos que formaron parte de la red de refugios antiaéreos durante la Guerra Civil, se entra a las salas que guardan tapices flamencos, un valioso retablo gótico de Jaume Huguet y el coro renacentista.
17.00 Tentempié en el mercado
La Fiesta del Renacimiento tiene uno de sus puntos neurálgicos en la plaza del Ayuntamiento (12). A su alrededor se suceden algunos de los mejores bares, como el Monclus (13), el Pica-Pica (14) o La Xertolina (15). Detrás de la plaza y tocando al río está el Mercado Municipal (16), un edificio de estructura metálica del arquitecto Joan Torras i Guardiola (1827-1910) repleto de productos de las cercanas y fértiles tierras del Baix Ebre y el Montsià. Aquí uno puede disfrutar de un tentempié a base de buñuelos de bacalao, xapadillo de anguila y otras exquisiteces autóctonas (solo abre por las tardes los jueves y los viernes).
18.00 Un parque del siglo XIX
El antiguo matadero (17) (Rambla de Felip Pedrell, 3) es el complejo modernista más representativo de la ciudad. Un gran recinto con diferentes pabellones que albergan el Museo de Tortosa y la oficina de turismo. El edificio, de 1908, es de Pau Monguió, uno de los artífices de la Tortosa moderna. La huella modernista se puede seguir en muchas otras zonas, con casas como la Matheu (18) (Cervantes, 9) o la Bau (19) (Ramon Berenguer IV, 33), la más imponente. El pulmón verde de Tortosa es el parque municipal de Teodor González (20), del siglo XIX, con estanques y vegetación exótica como mandaban los cánones de la época.
19.00 De las murallas al barrio judío
El horizonte de Tortosa está definido por las murallas (21). Las más antiguas, medievales, circundan el castillo de la Suda, hoy parador. Las otras murallas datan del siglo XVII y son una muestra perfecta de la arquitectura militar. Antes de subir al castillo hay que hacer un alto en los Jardines del Príncipe (22), de talante romántico y con 23 conjuntos escultóricos de Santiago de Santiago. Desde allí se observa el Call, el barrio judío, que hoy atiende al nombre de Remolins (23). Este conserva su antiguo trazado, pero pocos edificios importantes. Es recomendable hacer la visita de la mano del personaje de Blanca, la judía de Tortosa (lajuevadetortosa.es), con quien se revive la historia de la ciudad.
20.00 Navegar al atardecer
El Ebro marca la vida de Tortosa y lo mejor es conocerlo desde dentro. El laúd Lo Sirgador lo recorre amenizado con jazz, blues y música tradicional en directo, y acompañado con una copa de cava. Y para la cena, una sugerencia: Sukomi (24). Es un japonés pasado por el filtro de la gastronomía local, con especialidades como el Sukomi, un platillo de tartar de atún rojo de Balfegó con anguila Roset del cercano delta del Ebro.
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