Palacio de Elorriaga, descanso palaciego en la antigua aduana

Nada como casarse en un palacio para sentirse príncipes por un día. O para tener mil corazones en Instagram. Es el sueño de cualquier pareja con ganas de dejar para la inmortalidad una instantánea entre jardines, parterres de hierba natural y muros empedrados con la traza de los siglos XVI y XVII. En esas fechas, los hijosdalgo de la Junta de Elorriaga se hicieron construir aquí su sede con la importancia del portazgo o aduana que les autorizaba la administración de un municipio independiente en el camino entre Vitoria y la sierra de Urbasa, donde los arroyos Ricallor y Santo Tomás Ibaia forman los humedales de Salburua, muy apetecibles para pasear.

Más que ante un palacio nos encontramos en una casa solariega que recuerda su función de aduana y depósito de mercancías. Apresada por los franceses durante la guerra de la Independencia, estos graneros sirvieron luego de cárcel y de refugio militar durante la Guerra Civil, dada su proximidad al aeropuerto base de los aviones que bombardearon Gernika. A finales del siglo XX, los hermanos Ángel y Ramón Peral deciden transformarlo en un hotel para eventos no demasiado multitudinarios —apenas tiene 21 habitaciones— y escapadas de fin de semana a precios asequibles.

Más de 1.500 vigas de roble fueron rescatadas en su restauración, junto a otras maderas viejas procedentes de derribos palaciegos. Todas componen un entramado geométrico de ladrillo visto que acompaña al viajero desde que se aposenta en el lugar, tanto en la fachada principal como en la trasera, que encinta el antiguo huerto, crecido en parte como jardín y pavimentado en otra como aparcamiento interior. El cuerpo central alberga el comedor, la cafetería y lo más augusto de los dormitorios, decorados con cabeceros ojivales de madera y suelos rústicos de gres. Aunque diminuta y oscura, la buhardilla del tercer piso atrae todas las miradas. Un ala está reservada para comedores privados y el resto de habitaciones, mientras que la otra, donde se guardaban los aperos de labranza, está destinada a banquetes.

El calendario de eventos determina la bondad del servicio, mucho más correcto que el estado de mantenimiento de las instalaciones. Esta buena mano se hace notar en todo lo que sale de los fogones. Porque después de cenar como un mendigo no hay nada mejor que despertarse desayunando como un rey.

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Todas las habitaciones incluyen: wifi gratuito, parking adaptado a personas de movilidad reducida y caja fuerte.

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