El Helsinki que soñó Alvar Aalto
Con la inauguración del museo de arte contemporáneo Amos Rex y de Oodi, la biblioteca nacional de Finlandia, el barrio de Kluuvi reúne en menos de un kilómetro los grandes buques de la cultura finlandesa
Que Finlandia es un país sembrado de lagos (187.800) y bosques de abedules (dos tercios del territorio) es de sobra conocido. Que algunos de esos lagos fueron rellenados o contenidos para construir el espacio público de algunas ciudades está escrito en el nombre de los lugares: Kluuvi significa bahía cerrada y así se llama el centro urbano de Helsinki, donde los cines y los grandes almacenes conviven con la monumental estación art déco de principios del siglo XX, proyectada por Eliel Saarinen (1873-1950), y con el Ateneum, el Museo de Arte Nacional que expone óleos de grandes pintoras locales, como Helene Schjerfbeck o Fanny Churberg, que se exponen con otros de Rembrandt o Cranach El Viejo. Junto al lago Töölön y en uno de los extremos del Kluuvi brotó hace dos décadas otro singular edificio: el del museo de arte moderno Kiasma. Puede que se trate de la mejor obra del arquitecto estadounidense Steven Holl, pues es un inmueble que, 20 años después de su inauguración, sigue resultando vanguardista. Contiene un micromundo de rampas que permiten una circulación inesperada y rinde, además, tributo a su vecino: el insigne monumento local que es el Finlandia Hall (de 1971) de Alvar Aalto (1898-1976). El arquitecto finlandés más famoso de todos los tiempos —su rostro llegó a aparecer en sellos y monedas— permanece omnipresente por todo el país.
Un panorama de la bahía de Töölön y del Finlandia Hall espera en la sala de lecturas de la biblioteca Oodi
La marca de Aalto está en la arquitectura y el diseño de cualquier lugar. Sucede así porque fue precisamente con los lagos y con los abedules con lo que el arquitecto relacionó su trabajo. Todos sus edificios tienen esa vinculación salvo, justamente, el más monumental de todos: el Finlandia Hall. Forrado con mármol de Carrara, como si la piedra pudiera utilizarse como el mimbre para hacer un ejercicio de cestería, ese singular inmueble es el vecino del Kiasma arrinconado en el Kluuvi, donde este año se ha terminado de consolidar el nuevo centro cultural de la capital. Así, antes de que veamos quiénes son los nuevos vecinos, puede resultar oportuno resumir el camino que los ha traído hasta aquí.
Fue justamente Aalto quien, en 1961, recibió el encargo de pensar en un urbanismo para las orillas de la bahía formada por el lago Töölön. Fiel a su ideario, que considera la naturaleza como parte de la cultura, propuso sembrar ese céntrico paseo de equipamientos culturales. Él mismo culminó el monumental Finlandia Hall. Y poco después murió. Sin embargo, cuando se han superado las cuatro décadas de su desaparición, la ambición urbanística que buscaba el encuentro entre la ciudad y la bahía se ha convertido en realidad. Al Kiasma de Holl (1998) se añadió el Centro de Música (2013), un polémico edificio entre el Parlamento y la orilla firmado por los arquitectos LPR, que concentra la sede de la orquesta filarmónica y la academia de música Sibelius. Este año, han sido dos más los inmuebles que han llegado al Kluuvi recuperando la propuesta de Aalto y dejando clara la vocación cultural y pública de Helsinki en un momento en el que las nuevas viviendas construidas a orillas de ese lago —muchas de propiedad extranjera— hacían temer la suerte de otras capitales, cuyos centros permanecen vacíos porque los inmuebles han sido adquiridos no como hogares, sino como bienes de inversión.
En ese marco reivindicativo, el nuevo Amos Rex, un centro privado, se ha presentado como una plaza urbana. Lo más singular de esta galería de exposiciones temporales es que, lejos de buscar ser visible, se oculta: cede su cubierta como espacio público para dar vida a un mundo underground que, como hacen las viejas galerías subterráneas del Kluuvi, cose la ciudad.
En contraposición a los icónicos museos que caracterizaron las últimas décadas, el Amos Rex, que firma el estudio local JKMM, es un edificio que desaparece. Más allá de los lucernarios que transforman su cubierta en campo de juegos, la parte más visible del museo es un inmueble existente, el exquisito Palacio de Cristal (Lasipalatsi), una de las mejores muestras de arquitectura bauhausiana levantada en1935 como intervención temporal. Hoy este palacio moderno de Viljo Revell y el cine Rex son la arquitectura más llamativa del nuevo museo. Por eso su mensaje es claro: el mejor futuro no necesita ni destrozar el pasado ni ignorarlo, debe actualizarlo, cuidarlo y sumarse a él.
Completando el Kluuvi soñado por Aalto, a principios de diciembre se inauguró la biblioteca central de Helsinki, bautizada como Oodi. Hija de su tiempo, además de pública y céntrica, esta es una infraestructura participativa. Fue una consulta abierta a los ciudadanos la que llevó a sus autores, los arquitectos del estudio ALA, a idear las tres plantas —una de encuentro, otra de acción y la última de reflexión— que conforman el edificio. Con una fachada de madera que saluda a la bahía de Töölön, los arquitectos aseguran que su biblioteca quiere ser “el edificio más libre de Escandinavia”. Y defienden que la libertad de un inmueble se refleja en su uso: en cómo sirve a los ciudadanos. Es cierto que no es fácil determinar si es el uso el que manda sobre el espacio o al revés: si son los espacios ondulantes los que hacen posible nuevos usos. En Oodi un ciudadano puede reservar una sala para mostrar sus pinturas o sus cerámicas. Los perros pueden entrar en la cafetería y en toda la planta baja. Para el que considera que una biblioteca no debe ser un lugar de encuentro sino un espacio de estudio y un salón de lectura, el tercer piso está reservado para la lectura silenciosa. Un panorama de la bahía, del Kluuvi y del Finlandia Hall espera a los lectores que levanten sus ojos del libro. Tal como lo soñó Aalto.
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