Nueva vida en la vieja Palermo
El cocomisario de la bienal Manifesta 12, el arquitecto español Andrés Jaque, traza una ruta por la ciudad italiana entre el urbanismo y el arte contemporáneo
El primer recuerdo de Palermo del arquitecto madrileño Andrés Jaque se remonta a un verano entre limoneros en su adolescencia. Hoy, el cocomisario de Manifesta 12, la bienal de arte contemporáneo que anima la ciudad italiana hasta el 4 de noviembre, callejea por la capital de Sicilia entre mercados árabes, iglesias barrocas y catacumbas trazando una ruta muy original.
Primera parada: el Orto Botanico, una de las sedes de Manifesta 12, donde se exhibe el trabajo de dos artistas africanas, la surafricana Lungiswa Gqunta y la nigeriana Toyin Ojih Odutola, que reflexionan sobre el concepto de pertenencia a un lugar y las políticas del desplazamiento. “Cuestionan la fantasía sobre las especies vegetales autóctonas. Los maravillosos paisajes de Palermo, por ejemplo, son el resultado de las migraciones. Sin ir más lejos, el limonero, seña de identidad de la isla, lo trajeron los árabes hasta aquí en el siglo X”, comenta Jaque, fundador del estudio Office for Political Innovation y cuyos proyectos han sido expuestos en la Bienal de Venecia y en el MoMA de Nueva York.
Una de las obsesiones de Jaque como arquitecto es superar la idea de que las ciudades se estructuran como un centro con historia y una periferia desposeída y problemática. En el recorrido hacia esa periferia se detiene en las villas ilegales de Pizzo Sella, construcciones de hormigón paralizadas por la corrupción que el colectivo de arquitectos Rotor ha integrado en el paisaje convirtiéndolas en observatorios. “Es un esfuerzo por devolver al paisaje público lo que la corrupción intentó privatizar”, dice el arquitecto.
En el Palazzo Forcella De Seta espera el trabajo de la artista estadounidense Laura Poitras y del investigador danés Henrik Moltke, una instalación que llama la atención sobre cómo las antenas del sistema de control del Ejército estadounidense MUOS, instaladas en Niscemi (Sicilia), juegan un papel en los ataques con drones en Oriente Próximo y el norte de África.
La ruta sigue hacia la llamada ZEN (Zona Espansione Nord), lugar al noroeste de la ciudad proyectado por Vittorio Gregotti a finales de la década de 1960 como un barrio aislado al que trasladar a la clase trabajadora en un entorno arquitectónico brutalista y posmoderno. “Enseguida quedó controlado por las mafias. Pero en los últimos años han surgido iniciativas para crear espacios de asociación entre la gente joven”, destaca Jaque. Es el caso de la colaboración entre los jardineros del colectivo Coloco y el pensador francés Gilles Clément (autor del libro Le jardin planétaire, al que debe su nombre esta edición de Manifesta). Ellos han construido la que es, según Jaque, otra parada obligatoria: un jardín comunitario autogestionado en un antiguo descampado de la ZEN, donde ahora se proyectan películas al aire libre. “Confío en que sea un legado que quede tras clausurar la bienal”, dice.
Nuevos sabores
Algunos rincones de la ciudad luchan contra la gentrificación, como el barrio de Ballarò. “Hace 15 años estaba en ruinas, pero ha vivido un renacer con los inmigrantes”. Aquí, Jaque recomienda visitar el restaurante Moltivolti, en el que “cocineros de Irak, Senegal y Cerdeña escapados de la guerra, la pobreza o la homofobia trabajan junto a activistas sicilianos”. A unos 300 metros se encuentra otra sugerencia, el café Porco Rosso, donde por medio de la música y la palabra un equipo de activistas reivindica que todos somos migrantes.
Manifesta 12 ha recuperado para sus citas y eventos espacios de Palermo que han sufrido el paso del tiempo o el descuido, como el teatro Garibaldi, el Palazzo Butera o el Oratorio di San Lorenzo. “También la Piazza Magione, durante años abandonada y donde el Ayuntamiento construyó hace un par de años un pequeño campo de fútbol que se ha convertido en lugar de reunión del barrio. En la vecina iglesia de Santa Maria dello Spasimo, los artistas de Cooking Sections han construido un jardín de cítricos, que muestran el potencial de la ciudad para reaccionar a su pasado”, cuenta.
La ruta de Jaque tiene su última y más personal parada en Caletta Sant’Erasmo, un lugar lejos de los circuitos más turísticos de Palermo. “Es un increíble ecosistema de pescadores, aristócratas, emigrantes y monjas, con un urbanismo que captura los fragmentos de las historias no contadas de la ciudad”, dice sobre este enclave al que el artista barcelonés Jordi Colomer ha dedicado su videoinstalación Neo Palermo Felicissima. Un lugar perfecto para finalizar esta ruta de arte y urbanismo.
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