Las 10 mejores playas españolas para ver el atardecer
Arenales que despiertan especialmente los sentidos al caer el sol por la gran belleza del espectáculo natural
1 ¿Mejor con nubes?
El Cotillo (La Oliva, Fuerteventura)
Una vez en las playas de El Cotillo —lagos las llaman por la protección que otorgan los escollos—, somos testigos del sol próximo al ocaso que, si están presentes las nubes, resalta fluctuante y variado. ¿Que refresca? Aparcar junto al acantilado del castillo del Tostón, sin necesidad de bajar del coche, o cenar en La Marisma (+34 928 53 85 43).
2 Buenrollismo general
La Canaleta (Punta Umbría, Huelva)
El sol, despierto y visible en julio hasta las diez de la noche, ensangrienta la desembocadura del Guadiana vista desde Punta Umbría. Desde hace 12 años, el Mosquito Club pone la banda sonora con disc jockeys y ritmos negros sacando partido a las tonalidades rojizas, anaranjadas, amarillas y moradas. La jaima cobija numerosas actividades. El público alterna edades y tribus urbanas; hamacas y sombrillas de brezo se conjugan con bebidas espirituosas.
3 Cielos de espejo
Escuela de Pieter (San Javier, Murcia)
La Escuela de Pieter se alza en el extremo de La Manga del Mar Menor (a una media hora en coche de su kilómetro 0) y reivindica desde 1975 su condición de pionera y panorámica, si bien de la escuela de vela solo queda el restaurante (+34 968 43 70 59). Su entorno se revela con el encanto de sus palmeras. Hay sofás y hamacas desde las que disfrutar de la luz desparramándose sobre el mar interior, aunque otros optan por degustar la lubina salvaje al horno.
4 Con isla por bandera
Sancti Petri (Chiclana de la Frontera, Cádiz)
El ocaso se celebra en el caño frente a las magníficas dunas de la punta del Boquerón. La isla de Sancti Petri, rodeada por el crucero turístico, se abre al mar dibujando sobre el horizonte una imagen bucólica. Un buen lugar para verla es el balconcillo del Bongo, con un mojito o una cerveza, antes de que comience la actuación de fin de semana.
5 Oro en las Rías Altas
A Fragata (Ferrol, A Coruña)
Que esta cala de arena blanca y fina disfrute de la protección del cabo Prior es garantía de recogimiento en la bahía de San Xurxo. De A Fragata podremos trastear en bajamar hacia O Vilar por caletas que delimitan las rocas. Isabel, una usuaria: “Me encanta cuando se van todos y te quedas sola con el sol a punto de apagarse colándose dentro del mar justo frente a ti”.
6 Acariciando las Cíes
Samil (Vigo, Pontevedra)
Nadie en Vigo reniega de su parque urbano, que adquiere una dimensión artística soberana con el disco solar jugando entre unas islas Cíes que parecen tocarse con los dedos. El paseo multitudinario, repleto de puestos de mercadillo, incita a tomar un gin-tonic en la terraza del Marina Cíes Beach Club.
7 Poniente almeriense
Punta Entinas (El Ejido, Almería)
El suyo es uno de los ecosistemas dunares mejor conservados de Andalucía, tachonado de sabinas y lentiscos (antaño llamados entinares). Y si por desertada y alejada del mar de plástico tiene encanto, por la dorada coloración de su arena lo tiene aún más. Tras observar el faro de Punta Sabinal y su cala, regresamos a la carretera y enfilamos todo derecho.
8 En medio del mar
Tabarca (Alicante)
En la Comunidad Valenciana no hay mejor mirador de atardecida que el que procura su única isla habitada. Tras ver el museo, y una vez hayan embarcado los turistas, los que pernoctan en Tabarca se erigen en amos de la ínsula: bien en el hotel La Trancada (+34 630 50 35 00), recién ampliado, bien en el flamante Isla Plana. Caminamos la playa para después incorporar a la sustancia visual los baluartes de la muralla, pero también —y fundamentalmente— la cantera.
9 Alrededores del cabo de Peñas
Verdicio (Gozón, Asturias)
Tenrero, la más frecuentada de las playas de Verdicio, conserva dunas que se encienden con el sol de la tarde. Y nos conquistan gracias a su orientación a poniente del cabo, en un entorno prolífico en perspectivas por los islotes de La Llana y Peña Prieta. A comer lapas a Casa Oliva y arroz con bogavante al hotel-restaurante Casa Maravilla, gestionado por una familia encantadora.
10 Desde la lengua
Barra del Trabucador (Sant Carles de la Ràpita, Tarragona)
Esta lengua arenosa de seis kilómetros rinde culto al crepúsculo en el muelle orientado a la bahía de los Alfaques y, más al fondo, a la sierra de Montsià, tras la que se derrumba el sol. Los windsurfistas que disfrutan estas amplitudes se quedan para compartir el momentazo. Si añadimos gaviotas de Audouin y flamencos, conseguiremos extasiarnos en la margen sur del parque natural del Delta del Ebro.
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