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Fuera de ruta

El salvaje delta del Okavango

Tras 1.000 kilómetros de sinuoso recorrido por Angola, Namibia y Botsuana, el río no va a morir al mar sino al desierto del Kalahari creando uno de los ecosistemas más asombrosos del planeta

Un elefante en una de las lagunas formadas por el río Okavango, en el noroeste de Botsuana.Vídeo: Alfredo Cáliz
Lola Huete Machado

Casi cada día desde hace 17 años, Frank Mashebe muestra su amor incondicional por este lugar del noroeste de Botsuana donde se desparraman a gusto las aguas llegadas de las tierras altas de Angola y Namibia, formando un delta mítico, el del Okavango. Al principio, creímos que la prueba de tal pasión eran sus palabras, sus descripciones detalladísimas, como buen guía, de este rincón de vida salvaje único. Pero enseguida supimos que no. Son sus silencios.

Casi cada semana, como esta misma de junio, en el inicio del invierno (la época seca que se alarga hasta octubre), conduce a particulares o pequeños grupos llegados de todo el mundo en safaris a través de la sabana, esa suerte de bosque bajo, el bush, que tanto aprecian como residencia temporal los predadores. Y lo hace orientándose por los cánticos de los pájaros, las huellas y excrementos de los mamíferos, el olor de su presencia y hasta se diría que por el roce del viento en los mopanes (el árbol de las mariposas, autóctono), por el modo en que mira a lo alto, escrutando posibilidades insondables para los seres urbanos.

Antílopes africanos en una colpa junto al río Chobe.
Antílopes africanos en una colpa junto al río Chobe.Alfredo Cáliz

Cuando Frank Mashebe se detiene y calla, todos esperamos algo. Algo animal.

Y sucede. En solo un día en la Moremi Game Reserve, en el corazón del delta del Okavango, admiramos cebras, elefantes, hipopótamos, cocodrilos, kudus, cientos de aves… Los protagonistas de la pirámide alimenticia que mantiene este ecosistema en equilibrio. Aparece, pongamos, una cigüeña de pico abierto buscando caracolillos en una charca (lugar que es a la vida salvaje lo que el bar a todo pueblo español: antes o después todos los pobladores acuden, y localizar tales puntos de encuentro es fundamental para todo guía que se precie) y Frank informa: “Sus predadores [de la cigüeña] son pequeños mamíferos, serbales, o incluso alguna pitón que se las traga enteras…”. Ahí queda nuestra imaginación desbocada.

Y continúa con las descripciones de grandes y chicos. Con los paquidermos que nos miran de reojo; las cebras cansinas; el hipopótamo suspicaz; con el águila culebrera, el francolín, o con los estorninos de Burchell, que son como la portera de la aldea salvaje global: en cuanto un peligro de cuatro patas asoma por el horizonte, lanza un característico SOS que advierte a todo el vecindario. Lo comprobaremos luego, bien entrada la noche y ya instalados en el campamento privado en Sable Alley, cuando una hiena cruza dos veces ante nuestras tiendas emitiendo un sonido helador. “Las hienas son el gran peligro aquí; más que los leones”, nos dirá nuestro guía durante el desayuno. Abundan las narraciones de sus hazañas sangrientas. Las omitimos.

javier belloso

Meandros y lagunas

El delta del Okavango es de una belleza que no parece ya de este mundo. Tierra y agua abrazadas; un paisaje distinto cada estación en función de las lluvias, de los meandros y lagunas que se forman; de las corrientes migratorias de su fauna; de la vegetación que oscila del verde oscuro al esmeralda y al amarillo de destellos puros. Nunca el delta luce igual, depende de mil factores, hasta de la voracidad de los elefantes, capaces de engullir hasta 300 kilos de follaje y rama de árbol por día y de beberse 200 litros en un suspiro. Un mapa policromado que se contempla desde las avionetas que lo sobrevuelan, procedentes del aeropuerto de Maun, la capital de la zona. Resultan el transporte más adecuado y rápido para llegar a los lodges (alojamientos) y campamentos del interior, casi medio centenar.

Sorprende que el delta se mantenga intacto a pesar de la presión exterior, de la ganadería, las inundaciones (enormes en 2009 y 2011) o la agricultura. Su existencia es producto del empeño político por salvaguardarlo (desde 1994 existe un acuerdo de los países vecinos para garantizar agua en la cuenca) y, sobre todo, de los caprichos de un río muy cabezón, el Okavango, que en sus 1.000 kilómetros no busca el mar como otros, sino que prefiere ir a morir en un desierto, el Kalahari, y llegar hasta las mismísimas salinas de Makgadikgadi, alimentando múltiples vidas e impactando en 700.000 kilómetros cuadrados.

Una manada de cebras bebiendo en una charca en Moremi, en el Delta.
Una manada de cebras bebiendo en una charca en Moremi, en el Delta.Alfredo Cáliz

Tres ecosistemas conectados crea a su paso: Panhandle, en el norte, el más fluvial y accesible, con aldeas y pescadores, sin grandes mamíferos que avistar pero sí aves. El delta mismo, expandiéndose en arterias plenas de vida animal. Y la sabana, abierta y camaleónica, por donde se mueven herbívoros y predadores, y de acceso limitado. En conjunto, cientos de especies de mamíferos, 1.000 de aves, más de 8.000 de insectos y 3.000 de plantas conviven y se expanden o desplazan por los corredores del Okavango y más allá, en los del río Linyanti/Chobe, en el parque nacional del Chobe, que suma otros 11.000 kilómetros cuadrados y la mayor densidad de elefantes del continente. Hay además un proyecto multinacional desde 2006, llamado Kazatfca (Kavango Zambezi Transfrontier Conservation Area), que, con el acuerdo de los países vecinos, convertirá esta zona en la más grande del mundo protegida, con más de una docena de parques nacionales implicados.

“Esto ya no es mi trabajo, esto es mi vida”, nos había advertido Frank antes de saltar con su cuerpo oscuro y poderoso al volante del 4×4 abierto, de color verde, típico de los safaris fotográficos. Este es propiedad de la empresa con la que freelancea hoy, Elephant Trails, dirigida por el experto sudafricano Guy Symons, que también nos acompaña, y la española Edurne Martínez, que le ha echado arrojo y ganas hasta montar su empresa Africa Pride y lleva ya dos décadas en Botsuana. Todo un reto para una cántabra: este país es tan grande como Francia, no conoce altura y la mitad de su superficie está ocupada por el desierto del Kalahari, tierra bosquimana. Un mundo de espacios infinitos con idéntico paisaje y sin alma humana: tres habitantes por kilómetro cuadrado.

Son los animales los que reinan en Botsuana. Salvajes o en ganadería. Dos mercados rentables (turismo y carne). “Hay más que batswana [nosotros, el pueblo]; somos poco más de dos millones frente a 170.000 elefantes, millones de monos y de cabezas de ganado”, nos contó el ministro de Turismo, Tshekedi Khama, en su despacho de Gaborone, la capital de este país, antaño protectorado británico, que en septiembre celebra su medio siglo de independencia y ha sido elegido destino de 2016 por la guía Lonely Planet.

Dos leopardos, madre e hijo, surgidos de repente del 'bush' durante el safari en el Delta del Okavango.
Dos leopardos, madre e hijo, surgidos de repente del 'bush' durante el safari en el Delta del Okavango.Alfredo Cáliz

El turismo es la segunda fuente de ingresos del país, después de los diamantes. El aprecio de los batswana por sus riquezas naturales juega un papel relevante. Y también su capacidad de diálogo. Fue esto lo que hizo posible la protección del corazón de esta área (Moremi) desde antes incluso de la independencia (1966). Por aquel entonces, tras numerosas reuniones de las distintas tribus (los tswana, bakalanga, herero, san…) en las cortes populares, a las que llaman kgotla (allí donde se resuelven conflictos), Moremi se convirtió en el primer santuario animal protegido por comunidades locales para resguardarlo del peligro de la caza incontrolada, un microcosmos de 5.000 kilómetros cuadrados que muestra la variedad del territorio. Con el tiempo la zona de protección ha crecido. Y en 2014, el delta fue incluido con el número 1.000 en la lista de lugares patrimonio mundial por la Unesco.

La presión del turismo en esta zona (especialmente de los sudafricanos) se regula al grito de high revenue, low volumen (alto precio, bajo volumen). Así, el visitante tipo es alguien que suele haber desembolsado lo suyo para llegar hasta este punto del planeta donde, dicho con orgullo patrio por el propio ministro, la “alta calidad y el poco volumen garantizan bajo impacto ambiental”. Y añade: “¿Sabe qué nos diferencia del resto de lugares de safaris? En otros, 20 vehículos dan vueltas alrededor de un león. Aquí aparecen 20 leones alrededor de un vehículo”.

Arriba, ambiente de uno de los safaris móviles que se organizan en Moremi, en el corazón del Delta.
Arriba, ambiente de uno de los safaris móviles que se organizan en Moremi, en el corazón del Delta.Alfredo Cáliz

La isla de Bobo

No tenemos suerte y no vemos leones. Pero nuestra fascinación es enorme al sobrevolar la Chief’s Island y la Moremi Wildlife Reserve, hogar de los que llaman los big five, los cinco grandes (leones, leopardos, búfalos, elefantes y rinocerontes, estos desde su reintroducción en un programa en el que están implicados varios países durante la última década). Al visitar los lodges lujosos de Bobo Island (el Eagle Island Lodge, recién reformado e hiperlujoso, o el Khwai River Lodge, un mirador tan privilegiado sobre el río que prácticamente desayunas a la vera de los animales). Y al realizar el imprescindible viaje en mokoro (una canoa artesanal): la luz del sol, el silencio, los giros entre islas y recovecos donde se esconden los hipopótamos, el arrullo del deslizamiento sobre el agua repleta de nenúfares o papiros y del remo, el runrún de las aves. La paz de la desconexión total.

Al atardecer hay, naturalmente, como en todo safari móvil, fuego de campamento y charla obligada. Se repasan detalles de lo visto y recorrido durante el día. Se habla sobre el futuro del delta (“habrá más restricciones para entrar y conservarlo”), la prohibición de la caza hace dos años en todo el país (solo se permite en reservas privadas, pero no en parques nacionales), las dificultades del pueblo san (bosquimanos), cazadores ancestrales, rastreadores únicos, para sobrevivir sin acceso a la carne y a tal actividad. Y sobre los elefantes. “Es imposible conocer su número exacto en esta zona de África porque ellos no saben de fronteras…”. Su horizonte es el agua y la comida. Se mueven de un parque a otro, de charca en charca, según temporada, temperatura y circunstancias. Guy Symons puntualiza ante quienes opinan que hay que regular el número excesivo de elefantes en el delta porque lo destrozan. “Una cosa es cambiar el paisaje y otra destruirlo. Ahora se ven los árboles pelados, los consumen, sí, pero cuando llega el agua, todo cambia, la capacidad de recuperación y transformación de esta zona es inmensa; siempre ha sido así”.

Paseo en 'mokoro', la canoa típica, por Eagle Island.
Paseo en 'mokoro', la canoa típica, por Eagle Island.Alfredo Cáliz

Y surge inevitablemente la anécdota del rey Juan Carlos, pillado cazando en Botsuana en 2011. La prohibición de la caza en 2013 tuvo que ver con los desmanes del sector. Lo cuenta luego, en otra noche, en otra charla, Walter Sánchez, uruguayo, 30 años por aquí, que lo vivió de primera mano. Él es director de Janala Tours & Safaris y del Water Lily Lodge, una parte en formato hotel en Kasane y otra en cabañas altas de madera en medio del Chobe, con charca propia para animales construida con sus propias manos. Frente a ella ha levantado un mirador donde al anochecer te aplastan las estrellas y el sonido coral de la sabana. Desde allí, a salvo, se puede ver cómo aparecen a beber los elefantes, los leones, las hienas…

“Apetito de sangre y muerte”. Eso diferencia para Walter, que fue cazador antes que fraile, el turismo de caza del fotográfico. Un día se hartó de las conversaciones sobre recorridos de bala y modos de matar y abandonó. “Un cuarto de millón de dólares cuesta matar un elefante entre la cacería misma, el trofeo oficial, los rastreadores y los expertos, pues el 90% de los que vienen a cazar no son buenos tiradores. Se sigue practicando en Tanzania, en Sudáfrica… La prohibición era necesaria, había muchas irregularidades que estaban afectando al turismo. Así que el presidente, Ian Khama, cortó por lo sano. Este país siempre intentó alejarse de las corruptelas, frecuentes en países vecinos como Zimbabue”.

Nos vamos. Recorrer este territorio metro a metro en busca de animales salvajes y contemplarlos en libertad engancha. Acabas dominado por el deseo de ir más y más allá, por encontrar al león, al cocodrilo o al rinoceronte. Por tenerlos cerca. Cada salida en el delta o el Chobe suele traer sorpresas. En nuestro viaje, corto y limitado, las tuvimos. Una mañana aparecimos sin quererlo entre una manada inmensa de búfalos que nos miraron sorprendidos. Una tarde, cuando creímos haber visto ya bastante y nos retirábamos, dos leopardos, madre e hijo, se plantaron ante nosotros haciéndose arrumacos. En vivo y en directo. En exclusiva.

Y no solo Frank, todos quedamos mudos.

Guía

Safaris

Dónde dormir

En el delta

Más información

» Elephant Trails Safari: Salida estándar de 10 días desde Maun a las cataratas Victoria, 420 dólares por persona/día, todo incluido (guy@elephanttrails.com; edurne@africapridebotswana.com).
» Capricorn Safari.
» Janala Tours&Safaris.
» Wilderness Safari.

» Gaborone Sun. Un clásico de Gaborone. Habitaciones dobles desde 150 dólares.» Kalahari Arms Hotel. Ghanzi. Cabañas con habitaciones desde 40 dólares el día.
» Sedia Hotel. Sir Seretse Khama Road. Maun.
» Chobe Marina Lodge, en la orilla del Chobe/Zambezi. Kasane. Precioso lugar y hotel. Lujo. Desde 300 euros noche.
» Water Lily Lodge y Chobe Bush Camp. Kasane. Desde 90 euros la habitación. Organizan safaris.

» Eagle Island Camp y Khwai River Lodge. Exclusivos. A partir de 1.300 dólares la noche.
» Los lodges más económicos oscilan entre 300 y 700 dólares por persona y noche (suelen incluir comida, actividades, alojamiento en lujosas tiendas y guías).
» Zonas de acampada. Se puede entrar con coche propio para visitar el delta y los parques nacionales, pero conviene reservar a través de alguna agencia en Maun y solicitar con mucho tiempo el sitio a través de la web del DWNP (Department of Wildlife and National Parks).

» Botswana&Namibia, Lonely Planet, 2013.
» Botswana Safari Guide, Bradt, 2015.
» www.okavangodelta.co.bw.

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Sobre la firma

Lola Huete Machado
Jefa de Sección de Planeta Futuro/EL PAÍS, la sección sobre desarrollo humano, pobreza y desigualdad creada en 2014. Reportera del diario desde 1993, desarrolló su carrera en Tentaciones y El País Semanal, con foco siempre en temas sociales. En 2011 funda su blog África no es un país. Fue profesora de reportajes del Máster de Periodismo UAM/El País

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