11 fotosLas 10 playas más impresionantes del mundoPorque soñar no cuesta nada, una decena de arenales entre las Seychelles y AustraliaGuillermo Esaín26 dic 2017 - 09:48CETWhatsappFacebookTwitterBlueskyLinkedinCopiar enlaceSon los roquedos que adoptan colores rosados, marrones o plateados, dependiendo de la inclinación del sol, los causantes de esa hiperrealidad que desprende la playa de la Fuente de Plata. Uno ansía palpar estos granitos, no vayan a ser de pega. En el puerto de La Digue alquilan bicicletas (los vehículos de motor están prohibidos) para así llegar en 15 minutos a la reserva natural de L’Union Estate. Tras satisfacer el equivalente a 6 euros, nos sorprenderán tortugas gigantes antes de pisar arenas ornadas con palmeras que besan un océano Índico multicolor.Bob KristLa paz asegurada es facultad de las islas privadas. Si la ínsula es una puerta al paraíso de las Antillas Menores por su verdor y arenales (es reserva natural), y si en ella solo existe un complejo de villas (www.guana.com), el viaje se convierte en una experiencia onírica. Hay chiringuito, muy cuco, y servicio de lanchas a los siete arenales pletóricos de boscaje y dotados de coral en los que bucear junto con los pelícanos.C. D. Wheatley (Getty Images)Atreverse con las olas más descomunales del planeta solo está indicado para surfistas expertos. Ahora bien, como visita turística por las Siete Millas de Oro (300 olas diferentes en 11 kilómetros), la excursión por la North Shore quita el aliento. Se trata de contemplar desde el Ehukai Beach Park ciclópeas olas tuberas rompiendo sobre arrecifes de coral, mejor de septiembre a marzo. Ir también a Waimea Bay. El espíritu aloha preside la estancia. Comer en camionetas restaurante (pupukeagrill.com) y, de postre, probar el chocolate haupia cream pie (www.tedsbakery.com).Macduff Everton (Corbis)Bora Bora no es solo un atolón perdido en el Pacífico Sur con el volcán Otemanu en su centro como erigido por decoradores; es también un concepto construido en el imaginario a partir del mito de los mares del Sur. Su laguna protegida por arrecifes encierra el mejor escenario para sumergirse entre corales y peces de colores nuevos e inesperados —alquilan audioguías—, alternando con mantarrayas o alimentando tiburones a poca distancia de donde nos bañamos. Dos o tres noches son suficientes para vivir este sueño ultramarino, quien pueda en los palafitos de piso transparente (www.lemeridien-borabora.com).Amanaimages (Corbis)La intensa actividad eólica, junto con las mareas y los aportes fluviales, ha originado la duna más alta de Europa, con 118 metros de alto y 500 de ancho. Un Everest de increíble fuerza visual que difiere del bucolismo de la bahía ostrícola de Arcachón. Antes de asolearnos en la plage de la Corniche, ascenderemos por la escalera hasta la cima, dominadora de los bancos arenosos d’Argin. Esta Costa de Plata subyuga también desde el hotel La Co(o)rniche (www.lacoorniche-pyla.com), decorado por Philippe Starck.AFP/Getty ImagesOrosei es un bocado que el mar Tirreno da a Cerdeña generando un acantilado salpicado de calas de arena blanca y aguas translúcidas. En Cala Gonone hay que decidir cómo visitar este parque nacional (lo más práctico, en barco). Un transbordador zarpa cada hora a Cala Luna, de 800 metros de largo y embellecida con cuevas marinas. No dejarse las calas de Marilou y Goloritzè, así como la cueva del Bue Marino. Los barcos de mayor tamaño reservan tiempo para bañarse, aunque lo mejor son las barcas de 12 pasajeros o alquilar una fueraborda.K. Wothe (Corbis)Pocas playas demandan un esfuerzo tan notable como Whitehaven, escondida en el noreste de Australia. Su visita suele formar parte de un crucero por el archipiélago de las Whitsundays, con salida desde Airlie Beach o Shute Harbour. El escenario, 80 kilómetros de la Gran Barrera de Coral, es superlativo: aguas uniformes y someras sobre sinuosos bancos de arena blanca como la cal producto de la acción de las corrientes del Pacífico. La arena, casi al completo óxido de silicio, tiene la peculiaridad de no calentarse apenas, así que se camina a gusto descalzo a pleno sol. Al ser un estuario protegido, no se permiten estancias de más de dos horas.Onne van der Wal (Corbis)Al encanto de su insularidad y al desafío que plantea recorrer Isla Grande (www.ilhagrande.es) por senderos o en lancha debe añadirse su utilidad como presidio hasta 1994, razón de su mata atlántica, una de las selvas tropicales más amenazadas del planeta. Lopes Mendes exige dos horas de senderismo desde Abraão por caletas y bosques de bambú. ¿El incentivo? Arenas tan albinas que simplemente con su reflejo ya se puede uno broncear; de las que silban al ser pisadas. También los surfistas se abandonan a sus encantos.Stefano Paterna (Agefotostock)El 6% del territorio costarricense está protegido bajo la figura de parque nacional. En el de Manuel Antonio (entrada, 9 euros), la belleza de su playa principal, frente al Pacífico, atesora notables valores ecológicos. Recorreremos a pie un tramo de bosque tropical húmedo hasta el istmo de arenas blancas, que se arquea grácilmente hacia Punta Catedral. La fauna deja clara su hegemonía: iguanas, coatíes y tucanes (con suerte, el vuelo de algún quetzal) comparten hábitat con monos y mapaches dispuestos a dejarnos sin merienda.Danny Lehman (Corbis)Conforme se acerca el viajero, las islas Phi Phi dejan de ser una apariencia de folleto para ser una aparición. Por donde merodeaba Leonardo DiCaprio, hoy lo hacen miles de turistas asiáticos desplazados en cruceros desde Ko Phi Phi. Nos quedamos con las paredes rocosas recubiertas de verde y las barcas pesqueras. La arena blanca parece dialogar con un mar de Andamán cuajado de peces tropicales de colores. Sueño cumplido.Ben Davies (Getty Images)