El bar de hotel Can Casi está en una caravana

De noche, como los gatos, la silueta de Can Casi es parduzca, penumbrosa, casi invisible. Los farolillos de la fachada apenas alumbran para señalar el camino al portón lateral. La sorpresa salta dentro. También a media luz. En un silencio de goznes lubricados aparece Emma Vélez, vigía nocturna y propietaria de esta pequeña masía de cinco habitaciones originaria de 1704. El Ampurdanet se resume, por unos momentos, entre estos vetustos muros de piedra que guardan el sueño de esta menuda barcelonesa animosa y emprendedora como pocos. Aquella residencia campestre para los fines de semana se convirtió por las vicisitudes críticas de los últimos tiempos en su hábitat permanente y, a menudo, en el de sus dos hijos cuando el trabajo les permite escaparse de la gran ciudad.

Al amanecer cobra realidad este aislamiento esencial en las afueras de Regencós que, poco a poco, adquiere dimensión de verdadero tesoro turístico, aún insondado e insondable, como los últimos paraísos de la memoria proustiana. Desde la habitación Keep Calm & Relax se abre en abanico el campo, herbáceo y frutal, con una piscina azul resplandeciente en primer plano. Es hora de bajar al porche a desayunar. Fuet de diversos sabores, quesos de todos los colores, café de máquina a presión… Los huevos saltan desde el corral vecino. El pan contiene todos los granos que caben en un mendrugo. Hay que respirar profundo para no tragarse toda la mesa de colación.

Afuera, junto al muro que mañana cobijará otra nueva suite, emerge una caravana decorada con afiches, chapas y botellines vacíos. Es el bar. Un simpático chiringuito rural que retiene a la clientela centroeuropea, mayoritaria durante los meses de verano, las 24 horas del día en esta chocante casa de campo.

Cada habitación recibe un nombre distinto: Love, Enjoy, Happy, Smile y la mencionada Keep Calm & Relax. Con terraza unas, chimenea y biblioteca otras. El ambiente decorativo es ecléctico, naif, land art y un punto divertido. Sobre el cabecero de una de ellas cuelga… ¡una Vespa!

Si creyéramos en las clasificaciones oficiales, las duchas de Can Casi merecerían las 10 estrellas, pues doblan en espacio a las de los hoteles de lujo.

Es injusto para el entendimiento del hedonismo quedarse una sola noche con Emma y familia. Dos tampoco parecen suficientes para el culto a los sentidos. Hay quienes soñaron con pasarse la vida entera en Can Casi… Y lo consiguieron.

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