‘Hiplife’ en Ghana

Los periodistas perezosos suelen describir los discos de El Guincho (Pablo Díaz-Reixa) como “viajes sonoros”. El último, que sale en breve, se llama HiperAsia pero en realidad de asiático tiene poco. El territorio que más le ha influenciado es el de la Gran Vía de Madrid. El músico siempre la evita de día, cuando le parece de lo más hostil, pero la disfruta de noche, cuando la pueblan personajes extraños. “Es rara e incómoda. Me enamora”, dice. Empezamos hablando de cuando fue a Nueva York a trabajar con Björk y acabamos hablando de un destino muy distinto, Ghana.

¿Qué le llevó al país africano?

En 2008, cuando saqué mi primer disco, a alguien del Instituto Cervantes se le ocurrió llevarme. Fui con un amigo, Aleix, que toca conmigo. Veníamos de hacer de teloneros en la gira de Vampire Weekend, donde todo estaba muy medido y organizado, y de repente nos encontramos en medio de África, donde las cosas son bastante distintas.

Pero si los invitaba el Cervantes, irían casi en misión diplomática.

Hombre, nos recibió la embajadora y nos dieron una cena oficial.

¿Y el concierto?

Fue muy raro, con todos los expatriados europeos vestidos con polos y camisas. Un poco paripé.

¿Se escaparon?

Sí, yo estaba muy engorilado entonces con la escena musical de allí. Tienen muchísimo nivel y hacen cosas muy propias. Entonces estaba de moda el hiplife, una fusión del hip-hop y el high­life, otro estilo musical nacido en Ghana. Pero claro, no son músicos como te podrías esperar, son tipos que a la vez pasan droga y llevan pistolas.

¿Eran buenos?

La verdad es que no, pero dio igual. Después nos llevaron a una zona de playas a tres horas de Accra. Nos alojamos en unas cabañas y estuvo bien. Pero con los agregados culturales de Ghana y Togo formábamos un grupo rarísimo. De otra manera jamás nos hubiéramos ido de viaje juntos.

Begoña Gómez Urzaiz