Donde Valencia chapotea
El Mercado del Cabanyal, las tapas de Casa Montaña y una copa en No Hay Nada Mejor Que 27 Amigos. Los Poblados Marítimos de Valencia, en la costa de la ciudad, invitan a un día de playa bajo la luz que pintó Sorolla
Se dice que Valencia vive de espaldas al mar. La capital del Turia es una ciudad fluvial. Pero los que sí miran al mar son los Poblados Marítimos (Poblats Marítims). Sus vecinos aún dicen que se van a Valencia, aunque el Cabanyal, Cañaveral, Cap de França y el Grao están integrados en la trama urbana.
En los Poblados Marítimos el mar contagia un estado de ánimo. La luz, el calor y el aroma de la brisa nos obligan a parar, a mirar, a saborear. Los Poblados reúnen un puñado de locales únicos con personalidad propia. Algunos son históricos y están bien conservados; otros son el resultado de iniciativas jóvenes y experimentales. Una curiosa amalgama de contrastes: pobres y ricos; artistas, estibadores y agricultores; intelectuales y turistas; vecinos y extranjeros, viven y conviven en estos barrios.
9.00 ‘Almorçar’ en La Pascuala
Una parada imprescindible. La Pascuala (1, pincha sobre el mapa para verlo ampliado) (Eugenia Vinyes, 177) no abre los fines de semana. La mayor parte de sus clientes acuden, a veces desde lejos, para hacer una parada en el trabajo y disfrutar de un buen almorçar (entrepà, canya y café o carajillo). Deliciosos los bocadillos gigantes (la especialidad, el de carne de caballo), las tortillas, las tapas… Un grupo de mujeres dirige con energía imparable el establecimiento.
10.00 Arquitectura y urbanismo
Los Poblados Marítimos tienen historia y vida propia. Para entenderlas y no dejarnos llevar por la primera impresión vale la pena realizar un itinerario guiado. El arquitecto Boris Strzelczyk (www.ga-valencia.es) nos pone “las gafas” de ver calles, edificios y formas de vida. En los Poblados se mantiene una tipología de casas cuyas fachadas todavía lucen los típicos azulejos azules y verdes, colores que debían gustar a pescadores y agricultores, sus primeros moradores. Aunque la trama urbana procede del siglo XVIII, el planteamiento podría considerarse como de vanguardia: su organización lineal paralela al mar facilita la ventilación de las viviendas; su anchura obliga a los coches a controlar la velocidad, y el vecindario disfruta del espacio público como en ninguna otra parte de la ciudad.
12.00 Pescado fresco sin intermediarios
El origen del Mercado del Cabanyal (2) (Martín Grajales, 4) se remonta a 1800, aunque el actual edificio fue construido en 1958. Constituye un excelente ejemplo de cómo un mercado puede evolucionar con nuevos servicios, manteniendo el trato personal y productos de alta calidad. Ofrece la venta directa del agricultor al consumidor, sin intermediarios. Comprar alimentos de temporada se convierte en una experiencia. Por su proximidad a la playa, el Mercado de Cabanyal es conocido por la frescura de su pescado.
14.00 Unas habas estofadas
Mucho y bueno se ha escrito sobre Casa Montaña (3) (José Benlliure, 69), que destaca por sus platos y tapas elaborados con materias primas de calidad. Barricas de vino y vermú, precios marcados con tiza y antiguos anaqueles definen la atmósfera de la casa, fundada en 1836. Las carnes, los salazones, las habas estofadas, las verduras de temporada…, todo está riquísimo, y su carta de vinos incluye numerosos caldos valencianos.
16.00 Museo del Arroz y de Blasco Ibáñez
A dos manzanas de Casa Montaña se sitúa el Museo del Arroz (4) (Rosario, 3), un antiguo molino rehabilitado que muestra el proceso de industrialización de este cultivo tradicional valenciano. Algo más apartado, en dirección al norte y cerca de la playa, la Casa Museo Blasco Ibáñez (5) (Isabel de Villena, 159; www.casamuseoblascoibanez.com) reúne el legado del escritor valenciano. El chalé es una réplica del que mandó construir el autor de Cañas y barro en 1902. La casa estuvo abandonada durante años y se deterioró. Fue derribada en los noventa y se reconstruyó según el proyecto original, con su destacable columnata jónica y sus cariátides.
18.00 La luz de Sorolla
Chanclas, bañador, sombrero y a la playa. Bordeando los Poblados Marítimos, de norte a sur, se extienden más de tres kilómetros de playas de arena blanca: las Arenas (6), la Malvarrosa (7) y la Patacona (8). Por esta costa tranquila paseó el pintor valenciano Joaquín Sorolla, que a finales del siglo XIX supo reflejar como nadie la luz del Mediterráneo. La playa, que había sido zona de pescadores, se iba a transformar en lugar de veraneo de la burguesía valenciana. Comenzaba el turismo termalista alentado por las corrientes higienistas que promulgaban los beneficios del agua salada para la salud.
Caminando por el paseo marítimo o con el autobús de la EMT número 2 podemos recorrer la costa. En la Patacona se recomienda tomar algo ligero en la encantadora terraza de La Más Bonita (9). El hotel Neptuno (10) (paseo de Neptuno, 2) constituye una buena opción de alojamiento junto al mar.
20.00 Los tinglados del puerto
La mayor parte de los espacios construidos con motivo de la 32ª Copa América carecen de uso definido, pero vale la pena acercarse a los antiguos tinglados del puerto y al edificio Veles e Vents (11), obra del arquitecto David Chipperfield. Continuamos caminando por el espigón de la Marina, con parada y gin-tonic en el restaurante Panorama (12).
21.00 Comer y experimentar
El barrio del Cabanyal reúne varios locales donde tomar unas tapas ligeras. La Otra Parte Taberna Experimental (13) (Eugenia Vinyes, 113) es un local genuino con una agradable terraza. Un ambiente tranquilo lo disfrutamos en Cal la Mar (14) (Justo Vilar, 19), mientras que la Gastro Tasca L’Entrepa (15) (José Benlliure, 117) ofrece tapas generosas en un ambiente familiar. Para cenar en un espacio más formal, el Coso del Mar (16) o L’Estimat (17).
23.00 El nombre de un ‘pub’ muy sugerente
El sugestivo nombre de un pub situado en el Cabanyal, No Hay Nada Mejor Que 27 Amigos (18) (Reina, 186), hace honor a su ambiente alternativo y acogedor. El local lo abrieron dos jóvenes alemanes. Se está muy bien en los 27 Amigos escuchando jazz, flamenco o blues a precios asequibles. Seguimos la noche en la terraza de Las Ánimas del Puerto (19), en los antiguos espacios comerciales del puerto o docks, construidos por el arquitecto Demetrio Ribes, el autor de la Estación del Norte. Los docks fueron los primeros edificios en incorporar hormigón en su estructura. La terraza solo abre en verano. Copas, música, baile y un ambiente festero para finalizar el día junto al mar.
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