Fusión asiático-asturiana

Desde la fundación de esta casa, hace ya 13 años, el cocinero asturiano Rodrigo Roza se ha comportado como un cazador de galardones. Su capacidad para elaborar tapas creativas y medias raciones le han llevado a ganar en varias ocasiones el Campeonato de Pinchos de Asturias, el de España en 2007 en Valladolid y el del mundo celebrado en San Sebastián aquel mismo año.

En el aspecto conceptual, su local, desenfadado, siempre concurrido, parece diseñado para cumplir con las tendencias del momento. Los clientes se acomodan en mesas altas o bajas a distintas alturas, mientras que detrás de la barra, en una gran pizarra integrada en la sala, se anuncian ofertas de vinos por copas. Para comer, platos desenfadados, pensados para compartir, a precios razonables, que se brindan en medias raciones y se enmarcan en una curiosa fusión asiático-asturiana. Tanto que las croquetas de jamón ibérico conviven con el pollo al ajillo asian style, enunciado de la carta, y las brochetas de solomillo de ternera a la salsa teriyaki, con las tiras del cachopo asturiano (filete rebozado) relleno de queso mozzarella.

En contra de lo que se pueda suponer, la cocina de Roza es tranquila, de sabores armoniosos, demasiado suaves incluso para sus pretendidos devaneos orientales, un confort food en toda regla. Hasta tal punto que se echa en falta algo de chispa cuando juega a incorporar sabores foráneos. Es magnífico el salpicón de bogavante con langostinos y manzana fresca; en cambio, los fritos de pixin (rape) llegan a la mesa menos jugosos de lo esperable.

La falta de notas incisivas se aprecia en los tortodips (versión asturiana de los nachos o totopos mexicanos), que se sirven junto a un supuesto guacamole para mojar falto de aliño. Nada que ver con los dim sum de gambas con jengibre, composición elegante, ni con los tomates asados con anchoas y queso afuega’l pitu, acertados aunque no entusiasmen. Al final conviene probar al menos una de sus tres mejores especialidades. Son suculentos los huevos rotos con patatinas, bogavante y langostinos salteados; acertadas las minipatatas rellenas de ternera, y particularmente fino el rosbif</CF> con puré cremoso de patata, uno de los hitos de la casa.

Entre los postres, dos que encandilan a su clientela, la tarta de queso y la de manzana, junto a otros como la tarta de limón que pasan sin pena ni gloria. La lista de vinos, corta, pero suficiente, atesora buenas marcas españolas a precios razonables. Un lugar para tapear, compartir y disfrutar del vino.

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