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Imparable Varsovia

Soho, un espacio fabril que acoge tiendas y bares a la última. El primer restaurante con estrella Michelin, el Centro Copérnico y el nuevo Museo Judío. Nada es lo que era en la capital polaca

Fachada del nuevo Museo Judío de Varsovia, de Lahdelma & Mahlamäki.
Fachada del nuevo Museo Judío de Varsovia, de Lahdelma & Mahlamäki. Lucas Vallecillos

Tiene todavía mala fama. Por las películas de guerra y la era de plomo soviética. Pero aquella Varsovia gris en cuyo perfil solo despuntaba el Palacio de la Cultura, regalo de Stalin, se ha desvanecido. Junto al coloso moscovita han brotado rascacielos airosos. La antigua Ruta Real ha resurgido como el ave fénix, y ante la hilera deslumbrante de iglesias y palacios dieciochescos, en Nowy Swiat, terrazas y cafés se llenan de jóvenes bulliciosos. Los turistas llegan en oleadas cada vez más consistentes. Incluso antiguos barrios, como el de Praga, cobran vida propia convirtiendo fábricas de vodka o almacenes en complejos culturales y comerciales de atrevido diseño. Nuevos iconos de arquitectura vanguardista compiten con los viejos edificios; pero también el pulso vital ha cambiado. Nada es ya lo que era. Varsovia está por descubrir.

09.00 Chopin estuvo aquí

Quienes la visitaron hace tiempo encontrarán muchos cambios. El casco antiguo de Varsovia (1) engloba en realidad dos ciudades: la Vieja y la Nueva (Stare y Nowe Miasto). El prólogo para acceder a ambas es una larga avenida peatonal, paralela al río Vístula, que primero se llama Nowy Swiat (Nuevo Mundo) y luego paseo de Cracovia. Todos los edificios, a un lado y otro, son monumentales, como la iglesia de la Santa Cruz (2), donde reposa el corazón de Chopin, que vivió aquí de chico. Para reconstruir las iglesias barrocas del paseo se han tenido en cuenta las vedute (las vistas) del pintor Bernardo Bellotto il Canaletto, pariente del célebre paisajista veneciano. Los cuadros originales, más de medio centenar, cuelgan en el Palacio Real (3). Todo en ese ombligo de la ciudad se rehizo ladrillo a ladrillo, ya que el casco viejo quedó arrasado en un 90% tras la Segunda Guerra Mundial; ahora es patrimonio de la Unesco. Tras la catedral gótica de San Juan, se accede a la plaza Mayor (4) (o del Mercado) de la Ciudad Vieja, presidida por una sirenita guerrera, origen de múltiples leyendas. Una calle muy turística lleva a la Barbacana (5), el baluarte que comunica la Ciudad Vieja con la Ciudad Nueva.

Javier Belloso

11.00 En el gueto

A pesar de su nombre, la parte nueva no lo es tanto; esa ampliación, con su plaza Mayor, se hizo en el siglo XIV. Nada más franquear la Barbacana, casi enfrente de la iglesia barroca del Espíritu Santo (6), un palacio cubierto de murales recuerda a Maria Sklodowska, más conocida por su nombre de casada: madame Curie; allí nació la descubridora del radio y del polonio, si bien (como su compatriota Chopin) hizo su carrera en París. La nueva plaza Mayor (7) es grandona y destartalada, solo animada por la arboleda y las iglesias de San Casimiro y, en segundo plano, la de la Visitación de Nuestra Señora, del siglo XV. Desde aquí se llega fácilmente al antiguo barrio judío. La película de Roman Polanski El pianista refleja bien en qué se convirtió el gueto donde los nazis hacinaron a los 360.000 judíos de Varsovia (un tercio de la población), más los traídos de los alrededores. Apenas quedaban 60.000 cuando los confinados se rebelaron; tras lo cual, el barrio sufrió el terror. Hoy se alzan allí varios memoriales y, sobre todo, un novísimo Museo Judío (8) firmado por el equipo finlandés de arquitectos Lahdelma & Mahlamäki. Por fuera no resulta muy vistoso; pero al entrar, dos olas gigantescas de piedra simulan al mar Rojo abriéndose al paso de los hebreos; en la cresta de ambas olas, un puente de madera recuerda al que unía los dos sectores del gueto, separados entonces por los tranvías de la calle Chlodna.

13.00 Al sabroso ‘borscht’

En una ciudad grande y cosmopolita como Varsovia, las opciones a la hora de comer son infinitas. Si se desea probar cocina típicamente polaca, lo mejor es volver a la Ciudad Vieja o a la arteria Nowy Swiat. Por citar solo un par de nombres: Literatka (9), en la plaza del Castillo, o la cadena Zapiecek (tiene varios locales en el centro, www.zapiecek.eu). Una cosa muy polaca son los llamados bares de leche (mleczny), herencia de la era soviética: son restaurantes populares, con platos sencillos y baratos, y que nada tienen que ver (pese al nombre) con una cafetería. Recientemente están proliferando los bistrós, donde tomar algo rápido pero consistente. En ambos tipos de local es posible encontrar los sabores propios de la cocina polaca, como el zurek o el borscht (sopas), los pierogi y los pyzy (bolas rellenas, hervidas o fritas), el tartar o el bigos(col fermentada con carne y salchichas), que es el plato nacional.

16.00 Un jardín en la azotea

Gente disfrutando de una tarde de verano en el parque Lazienki, en la capital de Polonia.
Gente disfrutando de una tarde de verano en el parque Lazienki, en la capital de Polonia.Luis Davilla

Hora es ya de acercarnos al río que nos ha estado acompañando como una presencia silenciosa, y atravesar algunos de los muchos parques de esta ciudad verde. Pegada a la orilla izquierda del Vístula discurre una carretera que se ha soterrado en el tramo próximo al centro; en el terreno ganado se han construido dos de los iconos de la nueva Varsovia: el Centro Copérnico (10) y la Biblioteca de la Universidad (11) (BUW). El primero, diseñado por el estudio polaco RAR-2, acerca la ciencia a los visitantes a través de métodos interactivos. La Biblioteca, firmada por Marek Budzynski y Zbigniew Badowski, abierta a todos, es un prodigio de transparencia, y su azotea, uno de los jardines más concurridos desde su apertura en 1999. Al otro lado del río está Praga; un barrio cuyo nombre alude a bosques desbrozados (prazyc) cuando era ciudad independiente. La Praga sur es más moderna, y allí se encuentra lo más cool de Varsovia en estos momentos: el Soho (12). Un espacio fabril recuperado como complejo de tiendas, restaurantes, terrazas y jardines, pubs y locales nocturnos: la movida joven se traslada allí los fines de semana. La Praga norte ha conservado calles y casas sin heridas de guerra, como la calle Zabrowska, en la cual también una enorme factoría de vodka, Koneser (13), ha sido transformada en lofts y centro cultural. Praga tiene su propia catedral, San Florián,y está a punto de estrenar la segunda línea del metro.

20.00 El hotel de los nazis

Plaza del Castillo en el centro de Varsovia.
Plaza del Castillo en el centro de Varsovia. Udra

En el propio Soho, en Warshawa Wschodnia, se puede cenar en un ambiente de vanguardia y gente guapa. La ciudad tiene chefs de renombre, como Wriciech Amaro, cuyo restaurante ha logrado la primera estrella Michelin de Polonia (www.atelieramaro.pl). Los centros de diversión oscilan entre el Soho y la arteria Nowy Swiat; en esta última, la terraza del centro comercial Vitkac (14) está siempre muy animada, lo mismo que el club Platinium (15) (Aleksandra Fredry, 6), muy cerca de la Ópera. En el entorno (16) de las plazas de San Salvador y de las Tres Cruces están los clubes de ambiente gay. Para dormir, es obligado mencionar dos hoteles históricos: el Bristol (17), que se salvó en la guerra porque era guarida de las autoridades nazis, y el Polonia Palace (18), junto al nudo de transportes Centrum, justo enfrente del bosque de rascacielos —entre ellos uno de Daniel Libeskind— que parecen asfixiar al viejo Palacio de la Cultura y de la Ciencia (19), y son el nuevo skyline de una Varsovia imparable.

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