Así vuelan los de primera
Sábanas de seda, chefs a bordo y... ¡ducha! Detrás de la cortinilla de primera clase hay otro mundo. El precio, unas 10 veces más que el de un billete en turista. Un vistazo para los que volamos en 'low-cost'
Al otro lado de la cortinilla está el paraíso. De este lado, asientos menguantes, insípidos menús de bandejita o caros bocadillos y pantallas diminutas. De aquel, camas con sábanas de seda, televisiones de plasma y platos a la carta preparados por un chef en el momento que uno desee. El lujo máximo a 10.000 metros de altura son las suites, cabinas con puertas para no tener que ver (ni oír, ni oler) a nadie que no sea una amable azafata. Primera clase cada vez está más lejos de Turista. También, claro, en cuanto a precios. Por volar a todo trapo algunos llegan a pagar unas 10 veces más de lo que les costaría un billete en turista. Miles de euros en unas cuantas horas. Así vuelan esos pocos afortunados que pueden permitírselo.
No sin mis puertas
Singapore Airlines siempre está entre los primeros de primera clase. Para no perder el puesto, la compañía renovó sus cabinas de lujo el año pasado. Estas suites solo están disponibles a bordo del A380. La idea es que recuerden a compartimentos de tren, tipo Orient Express: mucha privacidad y calidades de primera. "El sillón está cosido a mano por los artesanos maestros italianos de Poltrona Frau”, explican en la web de la aerolínea. Lo mejor: tienen puertas. Aquí un vídeo para llorar de envidia.
Los asientos de primera están protegidos por una concha que demarca el (gran) espacio personal: una silla de 35 pulgadas de ancho (88.9 centímetros) que se convierte en una cama plana de más de dos metros de largo. En la clase turista las medidas que se están imponiendo son menos de la mitad: 17 pulgadas de ancho (43.1 centímetros) y 30 pulgadas de espacio para las piernas (76.2 centímetros). Nada explica mejor el desequilibrio que un plano de los asientos: donde cabe una suite, se apelotonarían unos seis turistas.
Por precio deberían caber más de 10, ya que un mismo vuelo Londres-Hong Kong, en marzo, ofrece billetes en clase turista desde 830 euros. La suite sale a 9.810 euros.
Cama plana, menú del chef
La aerolínea chilena LAN acaba de ganarse el título de “Mejor Clase Business en Latinoamérica” que otorga la revista Business Traveller. ¿Las razones? Asientos “full flat 100% horizontal” con un sistema de memoria que graba la posición que el usuario ha elegido, así como sus opciones de masaje lumbar.
El menú de primera clase en LAN está elaborado por chefs de prestigio y su selección de vinos corre a cargo del Master Sommelier Héctor Vergara. El neceser que te dan en Premium business (que en estos casos se llama amenity kit) está firmado por Salvatore Ferragamo e incluye loción facial y de manos, bálsamo labial, cepillo de dientes y antifaz. En un mismo vuelo, de Madrid a Santiago de Chile, del 4 al 9 de marzo, los pasajeros de clase turista pagarían 674 euros; los de Premium business 6.161 eurazos.
Viajar con Foster y Trussardi
Tanto la sala “Vip” de la Cathay Pacific en el aeropuerto de Hong Kong como la cabina de Primera de sus Boeings 777 (renovadas en verano de 2013), han sido diseñadas por el estudio de Norman Foster. En esta aerolínea asiática los nombres importan.
Las artistas María Lobo y Linda Levinton han creado obras específicas para decorar la cabina. Las colonias de regalo son de Ermenegildo Zegna para ellos y Trussardi para ellas. Los productos cosméticos, de la prestigiosa marca australiana Aesop. Los cascos, BOSE. Mientras en turista la gente viaja en chándal para ir cómoda, los viajeros de primera son obsequiados con un pijama de algodón orgánico de la marca PYE, una camisería de Hong Kong en la que los modelos básicos arrancan en 100 euros y llegan a unos 3.000.
Adivina quién viene a cenar
Atención a la lista de lo que cabe en una suite de la aerolínea con sede en Abu Dhabi: una pantalla LCD de 23 pulgadas, un armario, un mini bar personal y una lujosa cama con masaje incorporado. El edredón y las sábanas son de seda.
Las clases en Etihad tienen bonitos nombres, de más pobre a más rico: Coral Economy, Pearl Business y Diamond First. En la zona diamantina hay dos menús gastronómicos para elegir. También se puede comer a la carta y además está el servicio Anytime Kitchen, disponible en cualquier momento. El chef puede variar cualquier plato al gusto del consumidor. Como la suite tiene mesa y un asiento extra, se puede invitar a alguien a cenar.
El baño cuenta con un vestuario y los productos cosméticos son de la carísima marca La Prairie. De propina, te regalan un neceser con cristales de Swarovski (y a ellos, un portagemelos de cuero). Cosas finas, por unos 5.500 euros el billete Londres-Abu Dhabi en clase Diamante (en Coral, el mismo vuelo, sale por 530 libras).
Cama y asiento, porque yo lo valgo
La crisis no afecta a los ricos. El pasado mes de noviembre, la aerolínea alemana explicaba a Bloomberg que sus ventas de billetes de primera clase habían aumentado un 10% tras la remodelación de sus cabinas de lujo. La razón: es la única compañía que ofrece un dos por uno. Su asiento no se convierte en cama, sino que con un billete de primera tienes una cama y un asiento. Porque ellos lo valen. ¿Y quiénes son ellos? Muy pocos. De los 200.000 pasajeros que Lufthansa transporta diariamente en el mundo, solo 700 van en primera clase.
Ducha y bar, ¿quién da más?
En el menú hay caviar salvaje iraní, degustación de aperitivos árabes (labneh, shanklish, sujuk, kibbeh y gambas rebozadas), pechuga de pollo ahumado a la mandarina sobre cama de lentejas, sopa de okra y tomate, ensalada, mero en salsa de naranja, ternera con leche de coco y cilantro, pato glaseado, lasaña de berenjenas, parrillada de verduras, budín de plátano, tarta de fresa, tabla de quesos, fruta, café, copa y bombones. Falta el puro para que sea una boda. Pero claro, por mucha primera clase, fumar no se puede. Eso sí, hay barra libre de licores y vino (salvo en los vuelos a Arabia Saudí).
Da igual. Todo lo anterior palidece con los dos ases en la manga de Emirates: la ducha y el bar. Sí, ducha. La llaman Shower Spa y está en un baño con lavabo de mármol y toallas de verdad. Cada pasajero tiene derecho a cinco minutos, para que el agua caliente llegue para todos. La ducha tiene una especie de semáforo que te avisa de cuándo se está acabando tu tiempo. Para proporcionar este servicio los A280 tienen que cargar 500 kilos extra de peso (un 25 % más que antes de las duchas). Y como eso no es gratis, los pasajeros con derecho a ducha pagan ocho veces más que los de clase turista.
Y respecto al bar... Bueno, no es un bar sino un Onboard Lounge. Un lugar donde estirar las piernas y tomarse una copa.
Unos metros más allá, al otro lado de la cortinilla, para estirar las piernas la gente hace absurdos ejercicios en medio del pasillo o se pasa por donde las azafatas a ver si consiguen un zumito extra.
Dos viajes bien distintos para llegar al mismo sitio.
¿Odias a los que viajan en primera? Pues no pinches aquí...
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