Tánger con 'eñe'
La que fue Ciudad Internacional guarda en sus calles múltiples pedacitos de sus antiguos moradores españoles
De Elche llegaron las palmeras que siguen flanqueando la que entonces era Avenida de España y ahora ha cambiado su nombre a Avenue Mohamed VI. Curiosa cabriola de la historia que un árbol que se asocia con el Marruecos más típico y tópico viajase desde la Península para adornar las calles de la (probablemente) menos africana de las ciudades marroquíes. Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que Tánger fue un auténtico pedacito de España, el país con la comunidad extranjera más numerosa en esa ciudad caleidoscópica. El tiempo en el que ingenieros municipales españoles urbanizaron la Avenida de España bajo la dirección de José Ochoa Benjumea, allá por los años treinta. Tan española era esa avenida que hasta el Consulado tuvo allí su sede.
A un paso, subiendo hacia la medina, las antiguas Escuelas de Alfonso XIII dan cuenta de ese pasado con una placa que cuelga de su fachada. Su construcción fue posible gracias a un donativo que el Marqués de Casa Riera entregó al propio monarca. Corría el año 1912. Unos meses después se inauguraba entre grandes fastos el que durante mucho tiempo sería el teatro más grande y conocido del norte de África, con un aforo de 1400 personas: el Teatro Cervantes (rue Salah Eddine et Ayoubi). En sus salones ahora abandonados se celebraron bailes de máscaras y Nocheviejas, resonaron las palabras del Otelo de Shakespeare, confundidas con la voz del tenor Enrique Caruso y las actuaciones de Estrellita Castro, Carmen Sevilla, Imperio Argentina o la misma Lola Flores. Hasta Antonio Machín se dejó ver por ese teatro, cuya construcción impulsó el propietario Antonio Gallego y el matrimonio formado por Manuel Peña y Esperanza Orellana, que da nombre a la calle colindante. Además de una fachada que sigue despertando la atención del viajero, con sus azulejos amarillos y su fecha de inauguración, poco queda de todo aquello. La iniciativa Sostener lo que se cae ha ido sumando apoyos para recuperar el edificio, pero su estado actual seguramente produciría una tristeza inmensa a Esperanza Orellana.
Subiendo la cuesta al lado del teatro se llega al Boulevard Pasteur, una de las arterias de la ciudad. Allí, justo enfrente de la sinagoga, el viajero que busque la huella española debe detenerse en Casa Toledano, una vivienda de paredes blancas y bellas balconadas, obra del arquitecto Diego Jiménez Armstrong, uno de los más solicitados por la burguesía hebrea tangerina. La casa fue mandada construir por una de las principales familias judías de la ciudad, los Toledano, oriundos de Toledo, y que llegaron a Tánger a finales del siglo XVIII procedentes de Meknés. No sabemos si los Toledano recorrerían a menudo la pequeña calle de la medina, al lazo del Zoco Chico, donde se ubicaba la antigua sede del Telégrafo Español, un colorido edificio que acoge actualmente una obra benéfica de los Franciscanos de Cruz Blanca. Lo que sí es probable es que, como muchos otros tangerinos de la época internacional, se acercasen a los múltiples cines que poblaban por entonces la ciudad.
Entre ellos, al final de la calle Italia, justo al inicio de la cuesta que da acceso a la kashba, y como mudo testimonio ya del pasado español de Tánger, el cine Alcázar. Fundado en 1945 por otro judío tangerino, Mimon Cohen, por sus salas pasaron espectáculos internacionales y las mejores películas, habitualmente españolas. Pese a su reducido aforo, fue uno de los cines más populares de la ciudad, gracias, entre otras cosas, a que proyectaba los mejores estrenos del momento. Del que fue uno de los cines más antiguos de Tánger junto con el Capitol y el American Cinema queda ya poco, apenas su fachada de llamativas letras rojas, pero es parada obligada (aunque sea para una foto), por los escenarios del Tánger español.
Y aunque quede fuera del centro de la ciudad, un paseo 'con eñe' quedaría incompleto sin pasar por la antigua plaza de toros (incluso siendo antitaurino). Inaugurada el 27 de agosto de 1950 (al parecer, con gran expectación), tenía capacidad para más de 13.000 localidades y funcionó hasta el 4 de octubre de 1970, con una última faena de Manuel Benítez, "El Cordobés", Gabriel de la Casa y Manolo Lozano. Ahora, la plaza de toros de Tánger, a la que se puede llegar en petit taxi desde el centro, aparece tapiada, soñando quizás con tiempos mejores. Como en el resto de los escenarios del que fue Tánger español, el recorrido turístico se mezcla aquí inevitablemente con la melancolía.
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