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Un bareto de culto entre latas y botes de detergente en São Paulo

La Mercearia de São Pedro, en el barrio de Vila Madalena, era una tienda de comida y productos básicos que se fue transformando en bar

María Martín
Este bar sigue manteniendo su esencia como antigua tienda de productos básicos.
Este bar sigue manteniendo su esencia como antigua tienda de productos básicos.José Diniz

Las mercearias en Brasil son aquellos lugares que ya casi han dejado de existir donde se vendían alimentos básicos, conservas, detergente y papel higiénico. Tiendas de subsistencia. Y así empezó, en 1968, la Mercearia de São Pedro, que se hizo famosa involuntariamente en São Paulo –y conquistó a muchos intelectuales de la ciudad- despachando pinga (cachaza) y Brahma (cerveza) junto a las latas de salsa de tomate.

Escritores, periodistas, poetas, cineastas, dibujantes y fotógrafos que cada día siguen celebrando allí su amistad, observan ahora con curiosidad una nueva generación enganchada a los smartphones que demuestra el mismo entusiasmo que ellos por brindar por la vida con una cerveza helada. A pesar de su larga vida, la Mercearia no entiende de edad.

“Hoy en día, más de la mitad de mis actuales compañeros de copas en la Mercearia no habían nacido en aquel confuso y trepidante 1984 –cuando conocí aquel lugar–. O si ya habían nacido, todavía luchaban para superar la tasa de mortalidad infantil, empezando por mi propia hija Ana, nacida en 1986, acontecimiento que fue muy celebrado allí en los altos de la Rúa Rodésia”, recuerda el escritor paulista Reinaldo Moraes en un libro de fotografías dedicado a este boteco (bareto) auténtico de Vila Madalena.

José Diniz

José Diniz, el autor de este librito, en el que conviven recuerdos y las imágenes robadas y trémulas que ilustran este artículo, quiso homenajear esos rincones del boteco cuyos personajes le animan, le divierten y le influencian. “Qué saudades [Cómo lo echo de menos]", confiesa en un email. “La Merça [como lo llaman familiarmente quienes lo frecuentan] es un lugar muy especial porque habla mi idioma, como un espacio de muchos pensamientos, caótico y cosmopolita. Es un boteco contemporáneo”, explica Diniz desde Rio de Janeiro.

La clave está en que la Mercearia se ha empeñado en no alterar su esencia en la era de las modas. “Es original, no es una marca ni un bar temático. Todo es de la manera que debe ser, como un verdadero botequim [también traducicible como bareto]", explica Diniz en su libro.

Es decir, que todo está como estaba y las pelusas han formado una costra verdosa sobre la variada parafernalia que personaliza el local. Las garrafas de detergente y los botes de salsa de tomate mantienen su protagonismo entre los objetos de culto que fueron llegando después: proyectores de cine, obras de Bukowsky y F. Scott Fitzgerald o las pelis de Tarantino o Hitchcock.

José Diniz

Los paulistas frecuentan este bareto como lugar de culto. La prueba de ese amor incondicional es verlos comer y beber en mitad de la calzada porque no tienen donde meterse. Antes de las ocho de la noche aún es posible agenciarse una mesa donde apoyar, por lo menos, un balde con hielo y cerveza, y respirar la atmósfera del local. Aunque su plancha queda lejos de la cocina gourmet paulista no hay que dejar de probar los deliciosos pastéis que un camarero va ofreciendo a gritos entre la multitud, el sándwich de la casa con tomatito seco y la alheira, una especie de salchicha rellena de carne y pan de origen portugués.

Moraes cierra el libro de su colega Diniz con un convite sencillo y atinado: “[…]Antes de que me olvide: están todos invitados. No es necesario que sean jóvenes, ni mucho menos que se sientan jóvenes. Para beber en la Merça, basta con estar vivo”.

La Mercearia (Rua Rodesia, 34 – Pinheiros / Vila Madalena, 0055 11 3815-7200) está abierta de lunes a viernes de 21:00 a 1:00. Los sábados desde las 10:00 hasta la 1:00 y los domingos de las 11:00 a las 18:00.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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