El reino de Nubia
Horizonte infinito y 40 grados de temperatura al recorrer Sudán rumbo a las fuentes del Nilo Azul, en Etiopía, descubiertas por el español Pedro Páez
Sudán es un gran desconocido. Hasta hace poco, el país más grande de África con dos millones y medio de kilómetros cuadrados y más de 40 millones de habitantes. La reciente secesión de Sudán del Sur ha reducido estas cifras pero no la sensación de cruzar una frontera definitiva que embargará al viajero una vez desembarcado del lamentable paquebote que une semanalmente la ciudad egipcia de Asuán con Wadi Halfa.
Pero antes hay que embarcar. El gentío trata de hacerse un hueco en cubierta o en los salones. Pero la puerta de acceso es pequeña. Son cientos los que quieren entrar a la vez con toda su impedimenta. Viejos, niños, mujeres, jóvenes, maletas, cajas, bolsas, alfombras, bicicletas. Gritos, sudores, empujones, maldiciones... Dos letrinas para 700 personas y 20 horas de navegación por delante. Resulta tan surrealista como terrible. Pero esto es África y no una postal ni un safari.
He descubierto el secreto mejor guardado del barco. Se puede salir a proa por una puerta al final del pasillo. La navegación es calma. Sobre nosotros se dibuja la más nítida Vía Láctea. Es asombrosa esta pureza. Mirar el cielo africano me proporciona una razón. Ante tamaña inmensidad se difumina todo lo demás. Hasta el agua que anega los inmundos retretes no me parece más que un poco de Nilo fuera de su sitio.
El Nilo, herida fértil en la Nada
El desierto me acoge. Sobre la moto el horizonte es infinito y glauco. El calor supera los cuarenta grados. El asfalto reverbera sueños de espejismo y el sol quiere arrancarme la cordura. La escasa gente con la que cruzo unas miradas curiosas parece consumida en su propia oscuridad. Delgados y fibrosos, se disuelven en el blanco de sus chilabas.
La ruta es paralela al Nilo, brecha verde en el páramo inmenso. Las palmeras brotan alegres y los sudaneses se apiñan en esta poca tierra fértil construyendo sencillas viviendas de adobe. El espectáculo es de una gran belleza. Es primitivo, pobre, terrible, pero real. Tan real como hace miles de años cuando esto era solar del legendario reino de Nubia que ya aparece citado en la Biblia como Kush.
El reino de Nubia
Situado entre la primera y la sexta catarata del Nilo, su relación con Egipto fue siempre estrecha y no pocas veces también conflictiva. Los faraones conquistaron Nubia en diversos momentos de la Historia, aunque los nubios se vengaron conquistando Egipto bajo su 25º dinastía. Hubo varios faraones nubios y tropas de élite nubias al servicio de los egipcios. Ya para mediados del Reino Nuevo es difícil distinguir una cultura de la otra.
Nubia desapareció en el 350 de nuestra era al ser invadido por un rey etíope. Surgieron entonces tres pequeños reinos cristianos. Al norte, Nobatia, entre la primera y segunda catarata; al sur de la sexta, Alodia; en el medio, Makuria, con capital en Dongola, que a partir del siglo VII fue poder dominante en la región, con fuerza suficiente para resistir al invasor árabe que conquistó Egipto. Tras la firma de un tratado, Makuria unida a Nobatia, mantuvo su independencia y religión hasta el siglo XIV, cuando los mamelucos invadieron la región y el pequeño reino desapareció tragado por la Historia y la arena, sin apenas dejar más rastro que las despanzurradas ruinas de una iglesia de adobe.
Las pirámides de Meroe
Los faraones nubios fueron desplazando sus capitales al sur a medida que otras fuerzas invasoras provenían del norte. En el 800 AC, presionado por los asirios, el Reino de Kush se trasladó a Meroe, a tan solo 230 kilómetros de la actual Jartum. Allí se fortificaron. Estrabón menciona la victoria en combate de los arqueros nubios de Meroe sobre los legionarios romanos. Aunque mantuvieron costumbres heredadas de Egipto, desarrollaron especificidades propias como un alfabeto escrito que supuso el abandono de los primitivos jeroglíficos Hoy se pueden visitar sus afiladas pirámides, que aunque quizá no puedan competir en magnificencia con las egipcias, sin duda les superan en soledad. Aquí no hay nadie más que nosotros y el polvo omnipresente.
La confluencia de los nilos
Jartum es una urbe de cinco millones de habitantes fundada sobre la confluencia del Nilo Blanco, que nace en Uganda, y el Nilo Azul, que lo hace en Etiopía, cuyas fuentes fueron descubiertas en el siglo XVII por nuestro explorador olvidado Pedro Páez. Me recibe el populoso barrio de Ondurman. Aquí viven los pobres y aquí está enterrado Mohammed Ahmed, quien se autoproclamó Mahdi. Sus seguidores derrotaron a las tropas del gobernador inglés Gordon en una de las más infamantes derrotas que jamás haya sufrido el Ejército de su Majestad. Los revolucionarios mahdistas gobernaron Sudan hasta 1898, año en que Lord Kitchener les zurró la badana y convirtió Sudán en colonia británica.
El camping del mañana mañana
Jartum no ofrece mucho. Es solo una encrucijada, un lugar de paso en mi ruta, pero aquí debo proveerme del visado etíope para llegar al Lago Tana. Paso un par de días en el camping National Camp Resort. El precio es barato: cinco libras por persona. El único problema es encontrar un hueco decente para acampar que esté el mayor tiempo posible a la sombra.
Cuando por fin tengo erigido el campamento en el jardincito más verde de todos, se acerca uno de los tipos que haraganeaba en la oficina cuando llegué. Dice que no puedo acampar aquí, que estoy enfrente de la mezquita, que los viajeros blancos se quedan más allá, al final del todo, donde el furioso sol hace justicia con todos sus pecados occidentales. Me niego a moverme. Decido usar la misma táctica que utilizan ellos para resolver cualquier problema u objeción.
- Ok- digo sonriendo-. Tomorrow.
O sea, mañana.
- Tomorrow in the morning?- pregunta el censor.
Asiento dándole una palmada en el hombro. Mañana por la mañana me moveré, prometo. Y si mañana no lo he hecho, no te preocupes, que entonces te diré otra vez que me moveré mañana. En África siempre hay un mañana al que recurrir.
» Sigue las aventuras de Miquel Silvetre en su blog.
»Miquel Silvestre (Denia, 1968) es autor del libro 'Un millón de piedras'(Barataria).
Guía
DOCUMENTACIÓN
» Visado obligatorio. En la embajada sudanesa de El Cairo se puede obtener pagando 100 dólares.
» Es necesario registrarse en la policía dentro de tres días. Cuesta 115 libras sudanesas y un largo rato de espera.
» Para la moto es necesario el Carne du passage expedido por el RACE.
MONEDA
No funcionan las tarjetas de crédito. La divisa reina es el dólar. La libra sudanesa tiene un cambio oficial de 1 a 2,7. En el mercado negro se paga entre 3, 6 y 3,9. Se puede obtener mejor ratio cambiando billetes de alto valor. Los rasgados no se aceptan.
DORMIR
Salvo en Jartum, donde hay hoteles dignos de ese nombre pero caros, lo único que se pueden encontrar son pensiones llamadas lokandas. La mayoría tiene baño compartido consistente en una placa turca sobre la que hay una alcachofa que a veces suelta agua. Es común que antes de entregar las llaves exijan una autorización policial de alojamiento.
El mejor consejo para overlanders es acampar de modo libre. No obstante algunas recomendaciones son:
» Hotel Kilopatra (Wadi Halfa). 40 libras la habitación doble.
» Lord Hotel (Dongola). 35 libras la única habitación con baño.
» Camping National Camp Resort (Jartum).
COMER
En las poblaciones ribereñas, pescado del Nilo. En el interior: cordero y falafel.
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