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La sobreexplotación de los recursos hídricos de Andalucía Ninguna de las subcuencas de la demarcación del Guadalquivir ha superado el umbral de “sequía meteorológica”, es decir, no ha habido escasez de precipitaciones y, sin embargo, la cuenca del Guadalquivir está declarada oficialmente “en sequía” desde el 2 de noviembre. El problema de la falta de agua no solo se debe a la disminución de las precipitaciones (agravada por la emergencia climática), sino a la mala gestión de los recursos hídricos y a la contaminación. En la cuenca del Guadalquivir se pretende justificar como sequía una situación de escasez hídrica provocada por los regadíos de uso intensivo (especialmente el olivar o cultivos tropicales como el aguacate o el mango) En la cuenca del Guadalquivir se están sustituyendo cultivos tradicionales roturando nuevos emplazamientos para plantar aguacates que tienen un consumo medio anual de agua de 8.000 metros cúbicos por hectárea. Es decir, que el riego de una sola hectárea de aguacate equivale al consumo de agua durante un año de 154 personas. Todo esto en una zona especialmente sensible a la sequía, donde el agua está siendo cada vez más escasa y donde las precipitaciones serán aún menores como consecuencia de la emergencia climática. Pedro Armestre / Greenpeace El embalse con mayor capacidad de Andalucía, 981 hectómetros cúbicos, se encuentra al 21,6% de su capacidad cuando hace 10 años en estas mismas fechas se encontraba al 54%. La cuenca del Guadalquivir se ha declarado oficialmente en sequía como consecuencia de la mala gestión que se ha venido haciendo en las campañas de riego, lo que ha llevado a las reservas a mínimos, poniendo en riesgo el abastecimiento humano y los caudales ecológicos de los ríos. Esta declaración de sequía llega en pleno proceso de revisión del plan hidrológico de la cuenca que está permitiendo que el incremento de regadíos lleve al Guadalquivir a una situación de sequía estructural. Pedro Armestre / Greenpeace La sequía no solo afecta a la actividad agrícola sino también a la flora y fauna, haciendo que el estrés hídrico provoque graves afecciones y lo hará más, acentuado por la crisis climática. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea determinaba en junio de 2021 que el Estado español no había cumplido sus funciones de salvaguarda del espacio protegido de Doñana, el cual se ha visto afectado por la extracción ilegal de aguas subterráneas por parte de la industria fresera localizada alrededor de dicho Parque Nacional. Pedro Armestre / Greenpeace El olivar es el cultivo que más agua consume en Andalucía, alrededor de 800 hectómetros cúbicos al año. La masiva transformación de cultivos de secano, como el olivar, en regadío produce un grave desequilibrio en la disponibilidad de agua. Pedro Armestre / Greenpeace El nuevo oro verde está poniendo en jaque el agua disponible en toda la zona, e hipotecando seriamente el futuro para la población y los ecosistemas. La desertificación acecha a la comarca y, con estas nuevas prácticas agrícolas, las posibilidades aumentan significativamente. En España se exporta agua en forma de cultivos de regadío cuyo destino son países que tienen excedencia de agua, configurando así un sistema agroindustrial que está esquilmando los recursos. Pedro Armestre / Greenpeace El embalse de la Breña II es el segundo embalse más grande de la cuenca del Guadalquivir, pero se encuentra al 14,95% de su capacidad total. A pesar de ser la zona del mundo con mayor número de embalses 'per capita' del mundo, se dan pocas semanas de precipitaciones, y por debajo de la media, lo que hace que estos se vacíen rápidamente como consecuencia del uso excesivo del agua para los regadíos intensivos. Pedro Armestre / Greenpeace Un hombre camina por el vaso seco del embalse de Charco redondo, en el Parque Natural de los Alcornocales, en Cádiz. La mala gestión de los recursos embalsados, que dan prioridad al riego, hacen peligrar el abastecimiento de la población y pone en jaque a los cauces al no respetarse siquiera los caudales ecológicos de ríos y humedales. Pedro Armestre / Greenpeace El 2 de noviembre de 2021 se decreta sequía oficialmente en la cuenca del Guadalquivir, pero pese a ello los cultivos de regadío (especialmente el olivar intensivo) no han dejado de crecer en toda la cuenca y los planes son de seguir aumentando. Todo ello a pesar de las previsiones que dicen que, como consecuencia del cambio climático, las precipitaciones y disponibilidad de agua serán muy inferiores. Pedro Armestre / Greenpeace La mala planificación y el regadío intensivo provocan que, a pesar de que las precipitaciones no han sido deficitarias en la cuenca del Guadalquivir, las reservas de agua al finalizar 2021 estén bajo mínimos. Esto supone un riesgo no solo para la población y los ecosistemas sino también para la propia actividad económica que ha provocado ese exceso de consumo. Pedro Armestre / Greenpeace Esta zona se está transformando hacia cultivos tropicales (mango, aguacate) grandes consumidores de agua. La transformación de los cultivos tradicionales de la zona y de los de secano por otros de mayor rentabilidad, pero con mucho mayores exigencias en cuanto a riego, pone en serio peligro la disponibilidad de recursos hídricos. Recursos que en muchas ocasiones se logran extrayendo agua ilegalmente de pozos e hipotecando muy seriamente el futuro al sobreexplotar los acuíferos Pedro Armestre / Greenpeace Los cultivos tropicales necesitan grandes cantidades de agua, que no es abundante en estos lugares y se consigue, en muchas ocasiones, a través de pozos ilegales y sobreexplotando los acuíferos. Frente a esto, se debería establecer una hoja de ruta de cara a incrementar la superficie dedicada a la agricultura ecológica y el uso de variedades locales adaptadas al clima. Greenpeace / Pedro Armestre El modelo de agricultura de alta rentabilidad en corto espacio de tiempo que suponen las nuevas plantaciones de aguacates y mangos, pone en grave peligro de sequía permanente a los lugares de la costa malagueña donde se están implantando (algo que aumentará con la crisis climática). Esto se une a la presión ya ejercida por el urbanismo disperso y el turismo que padece la provincia malagueña. Greenpeace / Pedro Armestre En 1986, en España se regaban unas 100.000 hectáreas de olivar. En 2020, la cifra ha aumentado hasta las 852.227 hectáreas. El olivar español ha cambiado, es ahora un gran demandante de agua y, en modo superintensivo, es tan rentable que los fondos de inversión han puesto sus ojos en él. Esto supone una catástrofe anunciada, tanto para el medio ambiente como para las comarcas que han apostado exclusivamente por este modelo y que van a llevar a la cuenca del Guadalquivir al colapso hídrico. Greenpeace / Pedro Armestre Las cuencas mediterráneas andaluzas son muy sensibles a las fluctuaciones climáticas, especialmente en cuanto a las precipitaciones. El cambio climático hará que la disponibilidad de agua sea crítica en los próximos años. A pesar de ello, no cesan de aumentar las demandas de agua, especialmente para nuevos regadíos (ahora con cultivos tropicales) y para uso turístico, con independencia de las precipitaciones que haya y de la situación de sequía estructural que ya tiene la cuenca del Guadalquivir. Greenpeace / Pedro Armestre La sobreexplotación de los recursos de agua subterránea provoca situaciones de estrés hídrico en El Rocío. Allí el descenso de los niveles freáticos, por la proliferación de miles de pozos ilegales, pone en jaque el futuro de todo el espacio natural protegido y del Parque Nacional de Doñana. Greenpeace / Pedro Armestre