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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Violencia y niñez: contrapuntos para crecer en una realidad ineludible

Si lo que se aprende en la infancia determina al hombre o la mujer del futuro. ¿Qué se puede hacer cuando los pequeños conviven con la violencia?

La participación de la niñez y la adolescencia es esencial para hacer un contrapunto del mundo que les toca vivir
La participación de la niñez y la adolescencia es esencial para hacer un contrapunto del mundo que les toca vivirAmérica Solidaria

Andrés tiene 11 años y va a las protestas con su mamá. Ahí le toca caminar entre mucha gente que canta y celebra. También, huir del carro lanza aguas de la policía y aspirar bromuro de bencilo, el componente principal del gas lacrimógeno, que no es letal, pero le produce lagrimeo, tos e irritación. Incluso un par de veces ha visto cómo, entre forcejeos, gritos y garabatos, detienen personas y se las llevan. Una vez estuvo en medio de una gresca de piedras contra balines y su madre lo tuvo que agarrar del cuello para sacarlo, corriendo a tropezones entre el humo y el caos.

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Andrés piensa que todo eso es normal; que es como ir al estadio o a una reunión familiar, que toca cada cierto tiempo salir a la calle, marchar, gritar y a veces correr peligro. Piensa que así es la vida y esa es la forma en que la sociedad se expresa. Y quizás tenga razón.

Después, llega a su casa, hay comida en la mesa, en la escuela lo esperan sus amigos y cuando sea grande quiere ser ingeniero. Aparte de las pequeñas violencias cotidianas que ve en las peleas de los adultos, en la tele o en su videojuego de nazis contra zombis, todo transcurre normal. Es parte de la generación de niños y niñas que crece en entornos violentos, yendo y viniendo por la delgada línea de la ficción y la violencia real.

No necesitamos mirar lo obvio de la violencia cotidiana que sufren los más de 81 millones de niños, niñas y adolescentes que, en América Latina y el Caribe, viven en situación de pobreza. Esa violencia estructural, mandatada por la negación de sus derechos, se suma a una universal contra la niñez, que cruza todas las condiciones sociales y económicas. Está en el ambiente, en la calle, en la computadora y en todos los espacios que habitan. Es normal, parte del paisaje.

Los intentos de los adultos por esconderlo son fallidos, los niños perciben mejor que nadie la convulsión del mundo, ven el odio y la muerte en los noticieros y los videos, sin filtro ni explicación. Muchas veces, de la perplejidad o la indiferencia de sus padres ante las crisis que vivimos, están aprendiendo que no serán ellos quienes los salvarán en el futuro. Saben que su momento viene y que en unos años tendrán que inventar las soluciones o unirse a una masa de humanos apáticos a los que parece no importarles nada ni nadie.

Mientras transcurre el delicado proceso del desarrollo cognitivo en la infancia, todos los estímulos tienen una consecuencia. Los aprendizajes que se consolidan en la primera edad son el disco duro del ser humano en construcción. Desaprender es posible en la edad adulta, pero lo que está sellado a fuego en la niñez es lo que determina al hombre o la mujer del futuro.

Con esa carga imposible de vencer, que representan las imágenes ineludibles de la violencia de nuestros tiempos, es urgente encontrar visiones que se contrapongan y siembren esperanza y optimismo en las nuevas generaciones. Muchas de esas visiones pueden provenir de la misma niñez y adolescencia cuando, en grupos organizados o liderazgos personales, levantan la voz contra el cambio climático y por el desarrollo sostenible, cuando accionan en sus comunidades para producir cambios, participando cívicamente en la construcción de un futuro mejor

Los niños y las niñas perciben mejor que nadie la convulsión del mundo, ven el odio y la muerte en los noticieros y los videos, sin filtro ni explicación
Los niños y las niñas perciben mejor que nadie la convulsión del mundo, ven el odio y la muerte en los noticieros y los videos, sin filtro ni explicaciónAmérica Solidaria

No se trata de que se queden en casa sin exponerse a los medios y a la vida real, no es posible ni deseable que vivan en una burbuja de amor y paz, tipo imagen idílica de los comerciales con niños y niñas rodeados de naturaleza, abrazando a su perrito y tomando su leche mientras papá y mamá los abrazan y sonríen. ¿Qué es eso?

Convivir con la violencia, conocerla, identificarla como el límite de no pasar. Conocer sus consecuencias, entender el dolor que produce en sus víctimas. Decidir estar por la paz y la convivencia de todos, por el diálogo y los acuerdos. Estas son afirmaciones a las que niños solo pueden llegar sopesando lo que han visto y aprendido, y contraponiendo sus experiencias con oportunidades reales de participar en iniciativas constructivas para el mundo.

La participación de la niñez y la adolescencia, junto con darle sostenibilidad a los derechos de la infancia, es esencial para hacer un contrapunto del mundo que les toca vivir. Si conviven con otros y ejercitan su capacidad de tomar decisiones y crear iniciativas, el mapa de su desarrollo cognitivo se va ampliando, al tiempo que crecen como ciudadanos y agentes de cambio. Al ejercer su derecho de participación se fortalecen y contrastan el mundo que ven con el que ellas y ellos mismos construyen.

Hace un par de semanas, Andrés, que es el hijo menor de una amiga, limpió junto a algunos vecinos la plaza de su barrio. Fue una jornada inolvidable y ahora es parte de un grupo que se llama Amigos de los árboles. Ahí va Andrés sacando sus propias conclusiones, mezcla de protestas, escuela, videojuegos, familia, televisión, naturaleza y amigos del barrio… Nada que ver con la imagen del comercial absurdo ni con ninguna otra imagen. Su crecimiento es único e irrepetible. No podemos protegerlos del mundo, de la realidad, pero sí podemos desplegar oportunidades para que exista el contraste que lo haga comprender que hay miles de oportunidades y que él puede hacer la diferencia.

Lea Rodriguez es parte del equipo de América Solidaria.

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