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Cómo hacer habitable un barrio chabolista africano

La clave para mejorar la calidad de vida y salubridad en los suburbios de las ciudades es corregir limitaciones normativas que hacen que los costes de la vivienda regulada sigan siendo inasequibles

Un puente a medio construir junto al río Nairobi en el barrio pobre de Mathare, Kenia.
Un puente a medio construir junto al río Nairobi en el barrio pobre de Mathare, Kenia.Julius Mwelu (ONU Hábitat)

Los problemas de los asentamientos irregulares han vuelto a saltar a la actualidad en plena pandemia. Los estudios han mostrado que algunas de las poblaciones más vulnerables y, en consecuencia, de los posibles focos de covid-19 se sitúan en estas concentraciones precarias, en las que la densidad de población excede el umbral necesario para el distanciamiento social.

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Las consecuencias de esto ya se han hecho evidentes. En la provincia de Western Cape, en Sudáfrica, los asentamientos informales continúan superando a los suburbios residenciales en el número de casos de covid-19. Casi el 12% de las infecciones de la provincia se encuentran en Khayelitsha, el asentamiento de bajos ingresos más grande de Ciudad del Cabo, a pesar de que alberga solo al 6% de la población.

Al mismo tiempo, algunas de las ciudades más densas del mundo, como Singapur, han conseguido los mejores resultados en la gestión del brote epidémico. Por lo tanto, el mal no es la densidad en sí misma. Más bien reside en el hecho de que muchos gobiernos africanos no han planificado y realizado las inversiones necesarias para hacer frente a los inconvenientes de la densidad, entre ellos el contagio, en los asentamientos irregulares.

Esta situación es especialmente evidente en las infraestructuras de agua y saneamiento. Se calcula que tan solo el 56% de la población urbana de África tiene acceso al agua corriente. Esto convierte el estándar mínimo de 20 litros por persona al día para conseguir los niveles básicos de salud e higiene en casi inalcanzable.

El Gobierno sudafricano ha destinado 2.000 millones de rands (unos cien millones de euros) a reformar los suburbios con el objetivo de mejorar el acceso al agua y a las instalaciones sanitarias. Esto podría tener un efecto significativo no solo para la actual pandemia, sino para la salud en general.

Sin embargo, puede que mejorar las condiciones de los asentamientos precarios solo sea una solución provisional. Para lograr una densidad bien gestionada, crucial para prevenir y combatir las pandemias del futuro, los gobiernos de África deben abordar también el entorno normativo responsable de que los costes de la construcción de viviendas asequibles a gran escala sigan siendo altos, y en consecuencia, de que la oferta sea escasa.

Salvar la brecha entre regular e irregular

En todo el mundo, la casa suele ser el bien más importante que una familia puede poseer. Incluso cuando la propiedad no es una opción, el alquiler puede constituir una parte significativa del consumo de vivienda en su conjunto. Este es el caso de las ciudades africanas en particular, cuyos habitantes tienen que hacer frente a un precio del alquiler un 55% superior al de otras ciudades del mundo.

Diversos factores determinan esta situación, entre ellos el funcionamiento deficiente de los mercados del suelo, unido al hecho de que los costes de construcción, así como los de registro oficial de la propiedad, son más altos que en cualquier otro sitio.

Muchos Gobiernos africanos no han realizado las inversiones necesarias para hacer frente a los inconvenientes de la densidad, entre ellos el contagio

Los gobiernos han intentado solucionar el problema de diferentes maneras, desde los programas de vales de vivienda frecuentes en Estados Unidos, que permiten a los hogares más pobres elegir dónde quieren vivir, hasta los grandes programas gubernamentales de vivienda pública, como los que se han emprendido en Adís Abeba (Etiopía).

No obstante, a menudo hay cuestiones básicas que es necesario resolver para que los mercados de vivienda regulada funcionen de manera eficaz a fin de dar un mejor servicio a los pobres de las ciudades. Los derechos sobre la tierra y la capacidad de sus habitantes de usar su propiedad como aval, constituyen una distorsión que limita la inversión privada. Otro factor son las restricciones a la densidad regulada, que en los contextos en desarrollo suelen ser demasiado estrictas, impulsando al alza los precios de la vivienda. En Dar es-Salam, por ejemplo, el tamaño mínimo de la parcela es 375 metros cuadrados, frente a los 28 de Filadelfia (Estados Unidos) en sus fases iniciales de desarrollo.

Se calcula que el porcentaje de la población de África que vive en centros urbanos alcanzará el 50% de aquí a 2030. En consecuencia, la demanda de vivienda está aumentando rápidamente. La oferta de un stock asequible y digno no crece al mismo ritmo, de manera que los asentamientos precarios siguen proliferando.

Renovar in situ

Los asentamientos precarios suelen situarse en localizaciones bastante céntricas dentro de las ciudades. Los estudios han mostrado que, a menudo, la gente elige vivir en ellos en vez de en otros con viviendas de mejor calidad porque están más cerca de la actividad económica.

En su interior se forman redes sociales densas. Por eso, los programas de renovación in situ para mejorar la habitabilidad tienen el efecto positivo nada despreciable de mantener las ventajas de la ubicación y las redes. Al mismo tiempo, los programas de modernización pueden ser un síntoma de que los gobiernos han reconocido oficialmente los asentamientos, lo cual es un paso importante (pero insuficiente) hacia su regularización.

La mejora in situ también tiene sus costes. Reacondicionar las infraestructuras permanentes cuando la población ya se ha instalado puede llegar a ser tres veces más caro. Además, debido a la ubicación céntrica de parte de los terrenos, es posible que su uso residencial no sea el más eficaz en ciudades en rápido crecimiento. Por otra parte, a veces los asentamientos irregulares están instalados en zonas peligrosas expuestas a las inundaciones o los corrimientos de tierras.

A esto hay que añadir que la renovación aumenta el valor del suelo y la propiedad en la zona. La consecuencia involuntaria de estos programas puede ser la gentrificación. Eso fue lo que ocurrió con los intentos de mejora del suburbio de Namuwongo, en Kampala, donde el aumento de los precios obligó a sus habitantes a trasladarse y levantar asentamientos precarios en otros lugares.

Las condiciones de reasentamiento

Cuando los problemas superan a las ventajas y hay razones económicas y sociales claras, el traslado de los habitantes a zonas no urbanizadas es otra opción. En todo caso, es importante que esos espacios hayan sido planificados y dotados de servicios antes de que la población se instale. Eso fue lo que se hizo, por ejemplo, en varias ciudades tanzanas en las décadas de 1970 y 1980.

Las parcelas residenciales de las afueras de la ciudad fueron dotadas en primer lugar de calles y suministro de agua. La población fue invitada a trasladarse allí previo pago de una cantidad. Un aspecto interesante es que el traslado se hizo al mismo tiempo que varios asentamientos irregulares de otras zonas de Tanzania se sometían a programas de renovación, lo cual permite realizar un estudio comparativo de ambas intervenciones 30 años después.

El valor de una casa supera al de los ladrillos y el cemento, y tiene que ver con la proximidad a las redes sociales y las oportunidades

Está claro que el éxito de los asentamientos que se parcelaron y fueron dotados de servicios superó al de los renovados: habían sido mejor planificados, y actualmente los precios del suelo son hasta cinco veces más altos. No siempre es factible trasladar a la gente a otro lugar. En algunos casos, sencillamente puede no haber suelo disponible. Y, lo que es más importante, la experiencia muestra que incluso allí donde el traslado es voluntario, los residentes pueden no querer mudarse.

En Tanzania, el programa de parcelación y urbanización se interrumpió cuando las inversiones iniciales de capital se volvieron demasiado caras y no se podían recuperar de manera inmediata con las cantidades pagadas.

Esto nos recuerda el hecho de que el valor de una casa supera con creces al de los ladrillos y el cemento, y tiene que ver con la proximidad a las redes sociales y las oportunidades. Los Gobiernos tienen que encontrar la manera de aumentar el atractivo de las opciones alternativas para los residentes mediante el diálogo serio y la comprensión de sus prioridades, así como compensaciones que los reflejen.

La clave es la densidad bien gestionada

Las medidas a corto plazo para la mejora de los asentamientos irregulares como las anunciadas por el Gobierno sudafricano son fundamentales si se quiere hacer frente a la covid-19. Sin embargo, dado que las pruebas recientes muestran que la transmisión se produce sobre todo por el contacto prolongado entre personas en espacios pequeños, van a hacer falta planificaciones e inversiones a más largo plazo con el fin de garantizar una mejor gestión global de la densidad.

Para mejorar a la larga la habitabilidad y la resiliencia de las ciudades de África no es necesario reducir la densidad, sino lograr una bien gestionada gracias a la corrección de las limitaciones normativas que hacen que los costes de la vivienda regulada sigan siendo inasequibles, así como  las que impiden que los habitantes de los suburbios inviertan en sus propiedades.

Astrid R.N. Haas es directora de políticas del Centro Internacional de Crecimiento. Victoria Delbridge es directora de la iniciativa Cities that Work del Centro Internacional de Crecimiento.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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The Conversation

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