Mara es una elefanta de cinco toneladas que nació en la India y llegó hace décadas a Argentina para participar en espectáculos circenses. También conoció la vida de zoológico, hasta que en plena pandemia llegó su oportunidad de cambiar de aires en un santuario de elefantes. Así viajó desde Buenos Aires hasta Mato Grosso, en Brasil, donde vive hoy.
Mara permaneció cautiva durante medio siglo. Su historia es parecida a la de otros muchos elefantes, condenados desde el nacimiento a la cadena y la jaula. Pero la historia de Mara, a diferencia de otras, puede terminar bien. Ya está en Brasil, en un santuario para elefantes.Sofía López MañánEmpecemos por el principio. Por la parte triste. Mara nació en la India, hacia 1970 o un poco antes, hija de un animal cautivo. Fue adquirida por la empresa alemana Tierpark Hagenbeck e inmediatamente revendida a la familia Tejedor, propietaria de varios circos en Argentina.Sofía López MañánEn 1973, el Circo Sudamericano llegó a Acassuso, una localidad cercana a Buenos Aires. Allí la conocieron los hermanos César y Fabio Gribaudio, que tenían 10 y 7 años. Su hermoso relato, recogido por la radio Aire de Santa Fe, da idea de cómo funciona la mente de un elefante asiático.Sofía López MañánCésar y Fabio se encariñaron con ella. Le llevaban pan. El día antes de que el circo partiera hacia otra ciudad, los hermanos acudieron a la última función. Ante el asombro general, Mara se acercó al público y con la trompa entregó a César y Fabio unos trozos de pan.Sofía López MañánEn 1980, César Gribaudio, ya estudiante universitario, vio desde un autobús un circo y un elefante que entraba en una carpa. Reconoció a Mara. Telefoneó a su hermano y al día siguiente la visitaron. Mara estaba encadenada. Cuando vio a los dos chicos, Mara lloró y gritó. Luego les ayudó a subirse a su lomo, como cuando era más pequeña.Sofía López MañánEn 1998, Mara tenía unos 20 años, pesaba más de 5.000 kilos y ya había abandonado el negocio del espectáculo. Tras la quiebra del Circo Rodas en 1995, fue trasladada, en concepto de depósito judicial, al entonces llamado Jardín Zoológico de Buenos Aires.Sofía López MañánCompartía recinto con otras dos elefantas, Kuki y Pupi, con las que nunca se entendió. Ella era asiática, y las otras, africanas. Se ignoraban mutuamente. En cuanto César Gribaudio, casado y con hijos, pasó ante su jaula, Mara demostró lo que es una memoria de elefante. Se lanzó hacia el foso y adelantó la trompa para tocar a César. Por entonces, Mara había empezado a sufrir infecciones en los pies. Por los años de cadenas y porque los elefantes orinan con frecuencia: cuando la cautividad reduce sus movimientos, la orina se encharca a sus pies y genera enfermedades.Sofía López MañánSiguió pasando el tiempo. El Jardín Zoológico de Buenos Aires se convirtió en Ecoparque y decidió renunciar a muchos de sus animales, los que peor sobrellevaban la rutina del encierro. La orangutana Sandra, famosa porque un tribunal la declaró “persona no humana”, fue trasladada a una reserva brasileña en 2019 tras una larga batalla legal. Parece haberse aclimatado bien a su nueva vida. Hace unos meses, el santuario Elefantes de Brasil, dirigido por el estadounidense Scott Blais, aceptó acoger a Mara.Sofía López MañánHacer un viaje de 2.700 kilómetros con un elefante nunca es fácil. En plena pandemia, con las fronteras argentinas cerradas, lo es aún más.Sofía López MañánEl 9 de mayo, Mara subió al camión que debía llevarla a una nueva vida. Los hermanos Gribaudio fueron invitados a despedirla, pero la cuarentena les impidió trasladarse al Ecoparque. Mara se marchó sin ceremonias.Sofía López MañánEl camión especial, con tres vehículos de escolta, cruzó a Brasil por la frontera de Corrientes y circuló durante 109 horas, sin otras paradas que las realizadas cada tres horas para asegurarse de que la elefanta estaba hidratada y tranquila, y dos noches de hotel.Sofía López MañánCuando llegaron al santuario en Mato Grosso, lo primero que hizo Mara al descender del camión fue revolcarse por el suelo para limpiarse. Probó el mango, que no le gustó, y la guayaba, que sí le gustó. Durmió un poco, se rascó contra un árbol y comió hierba del suelo por primera vez en su vida.Sofía López MañánYa más o menos asentada, descubrió a Ranaz, también elefanta africana, también antigua estrella del circo.Sofía López MañánInicialmente se olisquearon y se palparon con la trompa. Luego se fueron juntas de paseo. Y no se han separado desde entonces.Sofía López MañánA Mara le quedan unos 20 años de vida. Deberían ser mucho mejores que los anteriores 50.Sofía López Mañán