30 años antes de ‘Élite’: ellos fueron los primeros personajes gais y lesbianas visibles en las series españolas
Comenzaron como personajes marginales, sus subtramas no tenían demasiado peso. Pero lo importante es que, hace más de tres décadas, los espectadores españoles ya empezamos a verlos
Aunque hoy sea complicado encontrar una serie de ficción en la que no haya algún protagonista que se corresponda con alguna de las siglas LGTBIQ+, no fue hasta principios de los ochenta cuando se mostraron por primera vez personajes cuya sexualidad se apartaban de lo que se entendía por normal. Previamente, en pleno franquismo, Jaime de Armiñán y Chicho Ibáñez Serrador habían lidiado con la censura y en Historias de la Frivolidad (TVE, 1967) habían podido colar algunas escenas en las que se podían ver parejas de hombres y mujeres –fugaces y con afán sensual en el caso de las mujeres e hilarante en el caso de hombres–. Como también las hubo en Curro Jiménez y en Entre Visillos, (y protagonizado por la autora de la novela, Carmen Martín Gaite) como destaca la investigadora Beatriz González de Garay en Formas de representación de la homosexualidad en el cine y la televisión españoles durante el franquismo.
Pero fue en 1983 cuando la homosexualidad se coló por primera vez con nombre propio en la ficción española y también en la no ficción, gracias al programa de La Clave Homosexuales en el que pudimos conocer al activista Jordi Petit, uno de esos disidentes de la sexualidad imperante que se colaban cada cierto tiempo en nuestra pantalla como Terenci Moix o Bibi Andersen (para el Fernández faltaban unas cuantas décadas, tantas como para que la disidencia se convirtiese en normalidad).
'Anillos de Oro' (RTVE, 1983)
En 1983, Pedro Masó y Ana Diosdado crearon la que incluso con ojos de 2020 es una de las series más modernas de la historia de la televisión española. Desde el despacho de un par de jóvenes abogados especializados en divorcios permitieron atisbar a aquella España que se desperezaba del franquismo una diversidad social que le había sido negada demasiados años. Y por aquellas rendijas de libertad se coló el personaje de Tony Isbert, un atildado caballero de buena familia, hijo amantísímo y devoto de una madre que, prefiriendo obviar los motivos de la soltería de sus hijos, le conminaba a casarse como última voluntad.
Así empezó una farsa que estuvo a punto de terminar en cuanto su ama de llaves lo sorprendió en la cama con otro hombre, pero aunque reaccionaba más o menos como Lee Remick cuando descubría la marca del diablo en la cabeza del pequeño Damian, acabó revelándole una gran verdad: su verdadero problema no era con quién estaba, sino que para taparlo estaba engañando a su mujer (aunque mientras tanto esa mujer estaba en la cama con Inmanol Arias, pero eso ya es otra historia). No mostró ni un solo fotograma de ambos hombres juntos, pero sirvió para explicar a millones de españoles que la homosexualidad no estaba únicamente en el arrabal, también latía en el seno de alguno de esos matrimonios con los que compartían copas de pippermint en las boites.
El episodio se puede ver íntegro aquí.
'Brigada Central' (RTVE, 1989)
Antes de los bífidus y de que Periodistas lo convirtiese en el galán definitivo de la televisión, José Coronado se metió en la piel de Lucas, un policía enamorado en secreto de Flores, el comisario gitano interpretado por Imanol Arias, en otra de esas ficciones de Pedro Masó que no tienen nada que envidiar en cuanto a modernidad o riesgo a The Wire u Homicidio.
La de Lucas, mucho más cerebral y sofisticado que el impetuoso Flores, no era una homosexualidad obvia ni se incidía especialmente en ello, entre otras razones porque tal como desveló el escritor Juan Madrid, autor de los guiones, la Dirección General de la Policía mantenía un férreo control sobre lo que escribía y un inspector de policía se encargaba de “corregir” los guiones por si hubiese algo especialmente “escandaloso”. Y en aquella época un policía homosexual lo era y mucho, casi tanto como un comisario gitano.
'Segunda Enseñanza' (RTVE, 1986)
Tras mostrarle a España que si el amor se rompía de tanto usarlo siempre habría un bufete de abogados que solucionaría el papeleo, Pedro Masó y Ana Diosdado volvieron a unir su talento en una serie que mostró los anhelos de la primera generación para la que la dictadura era algo que le había pasado a los mayores. Y no se dejaron nada atrás: hubo droga, sexo adolescente, embarazos no deseados, acoso, suicidios, fracaso escolar, y, por supuesto, homosexualidad.
Aunque había un personaje gay adulto interpretado por Javier Escrivá –librero que parecía estar enamorado de Diosdado pero finalmente se revela como un hombre homosexual que sólo buscaba amistad– la imagen que se quedó en la retina de los espectadores es la de una jovencísima Aitana Sánchez-Gijón depositando una rosa en la mesa de su profesora Ana Marzoa como muestra de amor. La diferencia ya no llegaba de la mano de las mujeres de gesto rígido o los hombres amanerados que nos habían enseñado el cine y la televisión (americana) hasta entonces: simplemente era una adolescente enamorada como cualquiera de las que la estaban viendo aquella noche desde sus casas mientras con el rabillo del ojo observaban la reacción de sus padres.
El episodio se puede ver íntegro aquí.
'El caso del cadáver descuartizado', episodio de 'La huella del Crimen' (RTVE, 1985)
Hubo que esperar a 1985 para ver el primer beso homosexual en la televisión patria, en concreto entre dos hombres que bailaban un tango vestidos de esmoquin y en una fiesta que habría hecho las delicias de George Cukor. Y hasta ahí lo positivo. Obviamente el título del capítulo y de la serie en general ya nos indicaba que lo que íbamos a ver no tenía un final feliz. El caso del cadáver descuartizado narra la historia real de Pablo Casado, un industrial barcelonés cuyo cuerpo había aparecido mutilado en la estación del Mediodía de Madrid en Mayo de 1929.
Y lo que recreaba el capítulo dirigido por Pedro Costa era la investigación policial en los ambientes homosexuales que frecuentaba Casado y especialmente los interrogatorios a sus dos amantes. Incluso con lo truculento de la historia, para los que rastreaban toda ficción buscando referentes aquel beso supuso un hito incontestable, pero para los demás no aportó nada que no estuviese sedimentado ya en su conciencia: ser diferente se paga.
El episodio se puede ver íntegro aquí.
'Lorca, la muerte de un poeta' (RTVE, 1987-88)
Obviamente era difícil realizar una serie sobre Lorca sin mencionar un rasgo determinante de su personalidad (aunque Hollywood pudo hacerlo con Cole Porter en Noche y día sin despeinarse), pero casi lo consiguieron: uno de los aspectos esenciales del autor de Poeta en Nueva York apenas está esbozado en una breve conversación en el capítulo El amor oscuro. Y se puede considerar un logro por parte de su director Juan Antonio Bardem, ya que la familia del poeta vigilaba férreamente cualquier insinuación sobre su sexualidad.
Pero, de alguna manera, aquella permanecía implícita en todo momento ya que el protagonista, el inglés Nickolas Grace, había interpretado a un personaje abiertamente homosexual en la británica Retorno a Brideshead... y toda España había visto Retorno a Brideshead.
'Farmacia de Guardia' (Antena3, 1991-1995)
Más de un lustro después de que Aitana fuese la primera adolescente lesbiana de la televisión llegó el momento del primer adolescente gay, esta vez en las privadas y en Farmacia de guardia, una de las series más exitosas de la historia de la televisión en España. El elegido para desempeñar tan importante misión fue Pablo, uno de los mejores amigos de Kike, el hijo mayor de Lourdes y Adolfo, a quien habíamos visto pulular por alguna trama secundaria. Pablo se ganó un lugar en la historia de la televisión LGTB cuando le reveló a su amigo su homosexualidad.
La reacción de Kike fue la esperable: incredulidad primero –“¿Cómo iba a ser homosexual si jugaba al fútbol?”– y rechazo después. Pero como la serie sobre la botica más famosa de España necesitaba finales felices y moralejas constructivas, tras una conversación muy poco edificante con su padre, Kike descubre que no quiere convertirse en un homófobo intransigente como él y vuelve a retomar la amistad con su amigo.
Y como los tiempos adelantan que es una barbaridad, en el episodio especial La última guardia, emitido en 2010 tras quince años del final de la serie, descubrimos que Fanny, la hija adoptiva de la pareja interpretada por Alicia Rozas, era lesbiana y volvía a casa para presentar a su novia.
'Mar de Dudas' (RTVE, 1995)
Mar de dudas fue en su momento la serie más innovadora de Televisión Española, una especie de Elige tu propia aventura en la que los espectadores decidían el destino de los personajes (sí, como Black Mirror: Bandersnatch). Cada episodio contaba con un coloquio posterior presentado por Gemma Nierga en el que se trataban los temas más candentes de cada capítulo. Y siempre eran temas espinosos, porque la acción se desarrollaba en un centro de planificación familiar.
En todo aquel oasis de modernidad se presentó la primera pareja lésbica de la televisión nacional, Olga y Mónica, dos mujeres que vivían su relación con naturalidad y que en uno de los capítulos planteaban la cuestión de la maternidad y la búsqueda de un donante. La audiencia no avaló el experimento y no pasó de una temporada, pero muchos televidentes con buena memoria siguen reivindicando su osadía.
'Médico de Familia' (Telecinco, 1995-1999)
El tristemente desaparecido José Conde interpretó a César, un médico homosexual que compartía consulta en el centro de salud Ballesol con Nacho, en Médico de familia. La ficción familiar de Emilio Aragón no quiso dejar ningún aspecto social sin tratar en sus 119 capítulos y la homosexualidad no iba a mantenerse al margen. Como era ya casi habitual a finales de los noventa lo hizo sin estridencias, simplemente como un gesto más de normalidad.
'Pepa y Pepe' (RTVE, 1995)
Se vendió como un trasunto de la norteamericana Roseanne y, al contrario que otras adaptaciones de series extranjeras, logró que nadie pensase en ningún momento en el referente, en parte gracias al trabajo de un elenco deslumbrante con Verónica Forqué y Tito Valverde a la cabeza. Desde una casa muy poco glamurosa los Pepes vivían historias cotidianas con un sentido del humor que ha aguantado muy bien el paso del tiempo y sin la ñoñería que caracterizó a gran parte de las series nacionales de los noventa. Y por supuesto, también tuvo sus pequeñas dosis LGTB, como el coqueteo con la bisexualidad del personaje de Clara o Ángel de Andrés, el Manolo de Manolo y Benito, anunciando que se separaba de su mujer con la que tenía dos hijos porque estaba harto de su doble vida y quería poder mostrarse tal como era, algo que en aquella casa se resumió en un: “El tío Rafa se ha hecho maricón”.
'Todos los hombres sois iguales' (Telecinco, 1996-1998)
La gran aportación al universo LGTB de la versión televisiva de la película de Manuel Gómez Pereira sobre tres divorciados que comparten piso fue no uno sino tres personajes homosexuales: Rubén, Juanma y Nico, interpretados por Fran Boira, Ángel Burgos y Juan Carlos Vellido. Su implicación a las tramas era mínima y no solía pasar de un contrapunto exótico, pero al margen de la cantidad, daban una imagen de normalidad poco habitual todavía.
'Más que amigos' (Telecinco, 1997-1999)
El éxito de Friends a mediados de los noventa provocó un aluvión de series con pandillas de amigos como núcleo central, aunque en esta, como en todo producto español de los noventa y para que ningún espectador se sintiese excluido, estuviesen representados todas las franjas de edad. Y también todas las sensibilidades: en este caso Más que amigos nos presentó a una lesbiana interpretada por Leire Berrocal cuya sexualidad era casi anecdótica porque ya parecía un tema superado (no lo era) y también porque era el personaje que menos historias generaba (solía pasar).
'Al salir de clase' (Telecinco, 1997-2002)
A pesar de todos los ejemplos anteriores, es fácil que si pensamos en las primeras representaciones de homosexuales en la pequeña pantalla la imagen que nos venga a la cabeza sea la de Alejo Sauras, entre otras razones porque participó en una de las ficciones españolas más largas y por su horario, después del informativo del mediodía, más vistas por toda la familia. Pero hubo que tomárselo con calma para que su homosexualidad fuese algo más que un conflicto con sus amigos y familia. Tuvo una salida del armario bastante épica (“Mamá, ¡Santi entiende!”, espetó su hermana Violeta, que tenía un gran corte de pelo pero muy mala leche) y durante demasiados capítulos fue el único del grupo que no tenía pareja (un mal endémico que suelen sufrir en general los homosexuales de los noventa, véanse el Matt de Melrose Place o el Jack McPhee de Dawson crece).
Pero cuando finalmente logró tener novio, marcó un hito definitivo: Santi y Rubén se convirtieron en la primera pareja de personas del mismo sexo con peso real en las tramas generales. Además de eso, su lugar en la historia de la televisión está garantizado por haber protagonizado el primer beso entre dos adolescentes en horario familiar. A pesar del miedo de la cadena, que había dejado la trama amorosa de Santi para el verano con la esperanza de que no la viese nadie, la audiencia abrazó entusiasmada a la pareja y no tembló ningún cimiento, sólo los corazones de miles de jóvenes homosexuales que por fin se veían identificados en la pantalla como uno más.
Por supuesto, en 1.199 episodios también hubo tiempo para una pequeña cuota lésbica que llegó por parte del personaje de Clara, interpretada por Laura Manzanedo, pero su sexualidad acabó siendo simplemente una manera rápida de decir que era rebelde y “diferente” (más allá de maquillarla en plan emo y hacerla llevar gorros de lana en verano) y su lesbianismo duró menos que alguna de sus pausas publicitarias.
'Tío Willy' (RTVE, 1998)
No sería hasta 1998 cuando llegaría, por fin, una historia en la que el principal protagonista era homosexual. De la mano de Andrés Pajares, un actor que había participado en alguna de las películas del destape que más habían contribuido a perpetuar el arquetipo del mariquita pusilánime que iba detrás de todos los hombres, llegaba Tío Willy. Dirigida por Pablo Ibáñez T. contaba la historia de un ATS afincado en San Francisco que se ve obligado a volver a España para cuidar a sus sobrinos. En su autobiografía, Mis memorias... antes de que se me olviden, Pajares se muestra muy orgulloso del personaje: “Yo no quería configurar un personaje de mariquita al uso, sino darle un toque humano, natural, sin aspavientos ni retoricismos, creíble y sobre todo cercano, que el público, los espectadores, entendiesen que su tendencia sexual era tan válida y respetable como la del hetero.”
A pesar de que ya habían transcurrido tres lustros desde que los españoles vieron a Tony Isbert ocultando su homosexualidad tras un matrimonio de conveniencia, todavía muchos eran reacios a contemplar un personaje no heterosexual como protagonista, como quedó claro tras la denuncia en la que la Agrupación de Telespectadores y Radioyentes alertó sobre la “socialmente indeseable magnificación de conductas patológicas, cuyas consecuencias en víctimas infantiles y adolescentes saltan con dramática frecuencia en los medios de comunicación”. Las asociaciones gais, por su parte, aplaudieron la normalización que significaba un avance así en prime time y el público se puso de su parte: aun compitiendo con el gigante Médico de familia, mantuvo una audiencia semanal de más de tres millones de espectadores.
'Compañeros' (Antena 3, 1998-2002)
Si en 1986 Ana Marzoa había sido el apoyo de Aitana, en 2001 fue Lola Baldrich, una profesora religiosa, quien consolaba a una atribulada alumna a la que le costaba lidiar con sus sentimientos tras descubrir primero que era lesbiana y segundo que estaba enamorada de su mejor amiga, una mejor amiga que al escucharlo la despachaba con un “¿pero cómo vas a estar enamorada de mí si soy una tía?”. El trauma conllevó la consiguiente visita al psicólogo, ese inútil rito de paso del que han tomado parte miles de homosexuales cuyos padres esperaban que la mera contemplación del test de Rorschach y las 6.000 pesetas a la hora por sesión les volviese heterosexuales. Pero antes de que ingresara en la consulta, Baldrich se la llevaba de allí y le decía algo obvio: que el problema no estaba en ella, sino en los que no la entendían. “Que nadie te haga sentir mal por ser tú misma". Dicho de labios de una religiosa tenía doble valor terapéutico.
'7 Vidas' (Telecinco, 1999-2006)
Aunque llegó en las pantallas en el siglo XX, y por lo tanto encaja en este repaso de visibilidad LGTB en los ochenta y noventa, en el caso que nos ocupa no fue hasta 2004 cuando una lesbiana salió del armario entre sus personajes. Tal vez con demasiadas similitudes con Ellen Degeneres en Ellen, –aunque por entonces no estaba Twitter para que miles de voces lo coreasen al unísono–, Diana (Anabel Alonso) informaba a sus amigos de su condición sexual y a partir de entonces sus distintas parejas se iban incorporando a las tramas con toda normalidad incluyendo una boda y un divorcio (por entonces en España ya era legal el matrimonio homosexual).
15 años después Anabel Alonso es Benigna en Amar es para siempre y su papel fue clave para afianzar la reacción de #Luimelia (como en las redes se conoce a la pareja formada por Luisita y Amelia), una de las grandes parejas de una serie que fue pionera en mostrar las dificultades de las relaciones entre personas del mismo sexo durante la dictadura junto a las recordadas Ana y Teresa (también dos mujeres lesbianas en Amar en tiempos revueltos, la serie de RTVE que antecedió a Amar es para siempre), con toda seguridad las responsables de haber mostrado a un sector de la sociedad algo que por edad y educación no sabían ni que existía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.