Un campo de trigo en Manhattan
Este año, The Shed en Hudsond Yards ha rendido homenaje a una pionera del Land Art que convirtió un vertedero junto a Wall Street en un trigal
En los años cincuenta, el despegue del tráfico aéreo hizo que muchos muelles de carga junto al río Hudson, en el suroeste de Manhattan, fueran progresivamente abandonados. En los sesenta, Nelson Rockefeller pensó que ese terreno privilegiado era un desperdicio y tuvo la idea de construir en la zona un barrio residencial. Contaban con la tierra, hasta 917.000 metros cúbicos, que habían desenterrado para levantar el primer World Trade Center, las torres gemelas que fueron destruidas el 11 de septiembre de 2001. En los setenta comenzaron las obras para ganar terreno al Hudson y levantar el nuevo barrio. Lo llamarían Battery Park, como el jardín público en la punta de Manhattan. El futuro vecindario quedaba un poco más al norte, frente a Nueva Jersey, a pocas manzanas del distrito financiero. Sin embargo, una vez concluidas las obras, con los muelles cubiertos de tierra, los años ochenta vieron cómo la zona se convertía —en espera de ser edificada a finales de los ochenta— en un vertedero. Fue entonces cuando una artista quiso que todo el mundo se enterara de cómo estaba creciendo la ciudad.
Corría el verano de 1982 cuando buena parte de los artistas neoyorquinos vivían en los barrios más baratos de la ciudad. Tribeca quedaba al norte del terreno ganado al río Hudson. Brooklyn frente a él. Agnes Danes que había fundado con otras compañeras, una cooperativa de mujeres artistas en la galería A. I. R.—, conoció ese suelo. E hizo una ecuación muy simple: el hambre en el mundo, la deshumanización de las ciudades a un lado. Toda esa tierra baldía por ¿especulación? ¿incapacidad de acuerdos?, al otro.
La hazaña de Denes pasó a la historia del arte. Lo que hizo fue solicitar permisos municipales, conseguir una subvención del Public Art Fund y sembrar un campo de trigo de 8.000 metros cuadrados. Desde Wall Street se veía el trigal y desde el trigal, la Estatua de la Libertad. En pocos meses, el grano pasó de verde a color paja y consiguió que la gente lo visitara con la maravilla en la cara de quien descubre el mar. La obra Wheatfield: A Confrontation puso en evidencia la distancia entre el urbanismo y el campo y, por lo tanto, entre el hombre y la metrópolis. Fue una advertencia pionera. Una llamada a detener la deshumanización de las ciudades.
Agnes Denes (Budapest, 1931) llegó a Estados Unidos con sus padres siendo una adolescente. Estudió Bellas Artes en Columbia y, más que dibujos, terminó dibujando lo que la crítica catalogó de “filosofía visual”. En los sesenta, defendía la idea de construir plantaciones de verdura y pequeños gallineros en las azoteas de Manhattan (no todo eran ni son rascacielos). En 1988 realizó, en Finlandia, la mayor plantación del mundo sembrando 11.000 abetos. Cuatro años después, con los árboles ya crecidos, Finlandia llevó esa propuesta —una obra artística— a la Cumbre del Clima de Río de Janeiro. Denes ha sembrado toda su vida y, aunque el trigal junto a Wall Street (Wheatfield) es su trabajo más conocido y tiene obra en el MoMA, en el Metropolitan y en el Museo Whitney, en 2020 —con 88 años— ha visto cómo una muestra en el Shed —el edificio vanguardista de Diller-Scofideo +Renfro en Hudson Yards— repasaba su trabajo tan reivindicativo, tan pionero y tan actual.
Babelia
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