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El agua del futuro, en peligro

España carece de un modelo de gestión de las fuentes de abastecimiento que responda a la crisis climática

GETTY IMAGES

En lugares donde el suministro es de calidad no falla, y donde hay playas y ríos rodeando y recorriendo toda la superficie del país, pareciera que el agua no es un problema. Y sin embargo, lo es. Se da como normal que, durante la pandemia, el servicio no se haya interrumpido en ningún momento; pero que eso ocurra es fruto de un sistema sólido en el que pocas veces reparamos. Sin esa garantía, la higiene extra que se ha requerido estas semanas habría sido imposible. El agua ha respirado aliviada por el bajón de la actividad industrial —que no de ganadería, pesca y agricultura— y el tránsito humano, que ha dejado cristalinos ríos y canales, y ha visto acercarse a los cetáceos. Pero el problema no se resuelve con un parón; el país aún tiene pendiente una gestión del agua que tenga en cuenta la crisis climática.

"La tendencia en el cuidado del agua es buena, pero aún hay problemas medioambientales grandes que no se abordan porque hacerlo casi siempre tiene un coste político; se utiliza el agua como arma", expone Alejandro Maceira, especialista en planificación hidrográfica y director de iAgua. "Hay que ser valientes, pero cuesta mucho cambiar una cultura tan arraigada de trasvases, infraestructuras hidráulicas... Los que lo han intentado se han llevado bofetadas".

Panorama incómodo

El panorama que describe el consultor es tan incómodo como realista. Para Natalia Funes, del área de Agua en Ecologistas en Acción, el problema reside en el poco peso del cambio climático en una ecuación que ha caducado. "Los escenarios vinculados a los problemas ambientales llevan años desactualizados; no se tiene en cuenta lo que va a venir. Tener más embalses no atrae más lluvia; tampoco la modernización por sí sola va a salvar el agua. Quizá regamos más de lo que debemos o donde no debemos". Un panorama que se aplica, de igual modo, a la ganadería.

Desde Fenacore, la Federación Nacional de Comunidades de Regantes, no comparten esta lectura. Proponen combatir el cambio climático con infraestructuras hídricas; embalses y trasvases de gran impacto ambiental. Su presidente, Andrés del Campo, que mantiene que "los estudios de cambio climático no ofrecen seguridades aplastantes, todo son estimaciones", sí da como válida la creencia de que "habrá grandes sequías e inundaciones" y defiende de "para evitar daños o perder empleos, deberían hacerse estas obras que, además, son una fuente de empleo y riqueza".

Advertencia

"Si permites que se utilice el agua de esa manera, quizá salimos a flote a corto plazo, pero no a medio", responde Funes, que menciona el episodio de anoxia en el Mar Menor que acabó con toneladas de peces y el 80% de los fondos marinos, e insiste en el riesgo de sobreexplotación de los acuíferos. "Repartir el agua que hay es el escenario más lógico". Sobre las obras hidráulicas, la ecologista mantiene que "deberían implicar no solo a ingenieros de caminos y canales, sino a profesiones vinculadas al cambio climático; si no, se convierten en fracasos hidráulicos en toda regla que generan beneficio económico con la excusa de poder regar".

Hay un punto en el que todos coinciden y es en la necesidad de inversión. Para el ingeniero industrial Jorge Rodríguez Chueca, profesor de la UPM, "habría que aumentar el gasto en infraestructuras hídricas, sin duda", pero no tanto en las que piden los regantes, sino en otras como tuberías, por ejemplo. Sin embargo, en su opinión, el problema para no hacerlo es que "los políticos prefieren invertir en aquello que se ve, aunque sean conscientes de la necesidad que hay; no invertir equivale a una pérdida de eficiencia que sale más cara". El presidente de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS), Fernando Morcillo mantiene que "si tenemos en cuenta la huella de carbono dentro de los costes, entonces todo a cuenta. El agua tiene muchas posibilidades: penetrar en la economía circular; generar energía...".

Una de las cosas que tendría que cambiar "de forma urgente", según AEAS, es la gestión del agua. "Toca gestionarla por oferta y no por demanda" y en "despertar más cultura alrededor del agua". "Lleva tiempo fuera de la agenda de la ciudadanía y de los políticos; quizá por falta de interés hemos ido dejándola de lado". El Pacto Verde Europeo podría ser la hoja de ruta que abriera la puerta a una mayor inversión; aunque la gestión dependerá del Estado y las Comunidades Autónomas. De haber fondos, con seguridad éstos canalizarán un interés por el agua y el medio ambiente y propiciará la creación de desarrollos y empresas.

Morcillo comparte esta visión y pone como ejemplo la cantidad de estudios que se están haciendo para analizar los restos del ADN de la covid-19 en las aguas residuales. Según Morcillo, "existe un interés evidente en la economía circular y la eficiencia energética" y en ese sentido, él ve esta crisis "como una oportunidad". "Si Europa se orienta hacia allí podemos crear un nuevo modelo sostenible y la tecnología puede mejorar los rendimientos y lo que se cree, si es escalable, llegará a todos, indistintamente de si se trata de un territorio más rico o más pobre".

La falta de normativa o la antigüedad de los marcos legales y los intereses políticos y económicos frenan, según estos expertos, la protección del agua como un bien vinculado al cambio climático, y a pesar de que existe ya un Pacto Verde Europeo, España parece lejos de acelerar los cambios. Tampoco es que falten pruebas o informes; de hecho, son cada vez más contundentes. Los publicados por la ONU relativos a la calidad del agua, la acidificación y falta de oxígeno de los océanos, es demoledora. "Tiene que aumentar el interés por él, porque es sin duda uno de los ecosistemas más castigados por el cambio climático", concluye el director de iAgua.

El océano, el gran olvidado

"Tenemos un problema grave con nuestros mares. Entre otros, la alarmante pérdida de biodiversidad consecuencia de la sobreexplotación pesquera, la subida del nivel del mar por el calentamiento global como pude ver con mis propios ojos en el estrecho de Bering, o la contaminación por basura y plásticos en todas las playas y litorales del planeta", explica el malagueño Nacho Dean, que este año acabó su expedición a nado para unir los cinco continentes y concienciar sobre el estado de los océanos. Dean acaba de publicar 'La llamada del océano. La aventura de unir nadando los cinco continentes' (Editorial Zenit). En su Expedición Nemo, que le llevó casi un año, cruzó, entre otros, el estrecho de Gibraltar, el área marina protegida Kas-Kekova o el mar de Bering. Con ello, "quería concienciar sobre el impacto negativo de vertidos, pesca, construcción y turismo en las aguas".

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