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Por qué los supremacistas blancos visten ahora camisas hawaianas

La indumentaria asociada a los seguidores de la ultraderecha estadounidense siempre ha sido una mezcla de estilo rural y militar aliñado con mensajes subliminales. Ahora les ha dado por las camisas de estampado tropical. Los motivos son tan irracionales como su ideología

El líder neonazi Matt Marshall, manifestándose en Olympia, Washington, el pasado mes de abril con parafernalia nueva y antigua.
El líder neonazi Matt Marshall, manifestándose en Olympia, Washington, el pasado mes de abril con parafernalia nueva y antigua.Getty Images

Hace pocos días, apareció en Amazon un parche con la inscripción “Boogaloo 2020” y los colores de la bandera estadounidense. Parecía inofensivo, pero pronto fue retirado por la plataforma. ¿La razón? Boogaloo es un término utilizado por las facciones más bélicas de la ultraderecha local, que se llaman a sí mismos boogaloos. La procedencia es difusa: los que hay que afirman que todo empezó como una broma en un grupo de Telegram y otros que viene de la película Electric boogaloo, cuyo título completo es Breakin' 2: electric boogaloo. Por sitios como 4chan (por donde transitan gran parte de los ideólogos de la alt right estadounidense), pueden verse cada vez con más asiduidad memes con la inscripción “Civil war 2: Electric boogaloo”.

Los boogaloos se han hecho célebres por lucir camisas hawaianas. La razón –de nuevo– es un juego de palabras: The Big Luau es una celebración en las que se asan cerdos. Cerdos es una palabra que los militantes de extrema derecha (y muchos otros) usan para referirse a la policía. Así pues, con uno de esos giros de cintura que resultan surrealistas, las manifestaciones de los neonazis estadounidenses se han teñido de colores vivos y estampados cantosos, que ejercen de contrapunto a los fusiles de asalto, los chalecos antibalas y los cuchillos con 30 centímetros de filo. La segunda enmienda de la Constitución estadounidense, que permite a cualquier estadounidense poseer armas de fuego, implosionó en mitad la pandemia: jamás se habían vendido tantas en la historia del país.

En la fiesta del Luau, en Hawái, se asa un cerdo enterrado en el suelo. Los ultras estadounidenses llaman 'cerdos' a los policías. Para saber de dónde viene este amor por la moda hawaiana basta con sumar dos y dos.
En la fiesta del Luau, en Hawái, se asa un cerdo enterrado en el suelo. Los ultras estadounidenses llaman 'cerdos' a los policías. Para saber de dónde viene este amor por la moda hawaiana basta con sumar dos y dos.Alamy/Cordon Press

Igualmente, los iglús (como símbolo de resistencia) y signos que mezclan el aloha con emblemas supremacistas han aflorado en docenas de grupos que predicen la llegada de una nueva guerra civil y piden a sus militantes que empiecen a almacenar munición y alimento. Pero, a pesar del folclore derivado de un vestuario que roza la parodia y que recuerda a aquel chiflado que interpretaba Robert De Niro en El cabo del miedo, el sobrenombre gracioso (boogaloos) y lo delirante de sus teorías, lo que preocupa a los expertos es que este colectivo de simbolismo indescifrable para el ajeno no deja de crecer en número y, además, tiene un acceso ilimitado a todo tipo de armas. Sus amenazas no son una simple suerte de prosa bélica.

Los nazis cambian mucho de armario

Primero fueron los dedos. El índice, el corazón y el anular formando las siglas del Ku Klux Klan. Luego las 14 palabras, más tarde el RaHoWa (iniciales de guerra racial sagrada), después las prendas de Helly Hansen por sus iniciales; el 88 (por la octava letra del alfabeto, la H, por duplicado: Heil Hitler) o las prendas de Columbia, cuyas aspas parecen formar una esvástica. Cada gesto, cada logo, cada lema, ha tenido sus altavoces a lo largo de la historia. Desde las diatribas de los grandes cíclopes del Klan en Alabama hasta las canciones de Skrewdriver o No Remorse, pasando por los delirios conspiracionistas de QAnon, el misterioso agente del caos que afirma tener acceso a información secreta y cuya misión –insiste– es destruir el deep state, una especie de poder dentro del poder. Los mismos que un día dicen que Obama pertenece a la raza extraterrestre reptiliana se agarraban hace unos años al revisionismo de David Irving, el historiador británico que afirma que el Holocausto nunca existió. Los foros, las redes sociales, los recovecos de Internet están llenos de extrañas teorías, códigos y puertas secretas. Nunca cierran, y siempre son capaces de generar material nuevo, cada vez más elaborado.

Pero ahora la ultraderecha estadounidense (y por ende la mundial) tiene otras caras, otros mantras, otros objetivos. Y por supuesto, ha cambiado todo: los matices ideológicos, el discurso y el vestuario. Los neonazis americanos se llaman ahora a sí mismos aceleracionistas: creen que los modernos regímenes democráticos ya están finiquitados, pero falta darles el golpe final, acelerar el proceso. Para ello, cualquier medio es lícito, incluido el terrorismo. La teoría mezcla a Lenin con el nacional-socialismo y a los dos con la idea de que solo destruyéndolo todo, podrá surgir algo mejor.

 

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