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Lucha de clases, terroristas suicidas y la humanidad casi exterminada: olvídate de 'Los Simpson', todo lo predijo 'Battlestar Galactica'

Esta serie de culto, que desde hace unas semanas se puede ver en Amazon Prime Video, es mucho más que ciencia ficción. Se trata de una 'space opera' visionaria que merece la pena recuperar

Edward James Olmos (almirante Adama), Mary McDonnell (Presidenta Laura Roslin), Jaime Bamber (Apollo), Katee Sackhoff (Starbuck), Tricia Heller (Número seis), James Callis (Doctor Gaius) y Grace Park (Boomer). Si no sabe distinguir quién es humano y quién cylon, no se preocupe. A ellos les pasa lo mismo.
Edward James Olmos (almirante Adama), Mary McDonnell (Presidenta Laura Roslin), Jaime Bamber (Apollo), Katee Sackhoff (Starbuck), Tricia Heller (Número seis), James Callis (Doctor Gaius) y Grace Park (Boomer). Si no sabe distinguir quién es humano y quién cylon, no se preocupe. A ellos les pasa lo mismo.

En el primer capítulo de la tercera temporada de Battlestar Galactica un terrorista suicida se inmola en la ceremonia de graduación de una academia de policía. El episodio, titulado Ocupación, se emitió en octubre 2006 en la cadena estadounidense Syfy. Tuvo más de dos millones de espectadores y las críticas fueron entusiastas. Lo curioso, el terrorista es uno de los buenos. Un miembro de la resistencia  a la ocupación de los cylon, máquinas inteligentes que han exterminado casi toda la civilización humana.

Sí, Battlestar Galactica, que desde hace unas semanas se puede ver en Amazon Prime Video, es una serie de ciencia ficción. Una space opera que se metió en el jardín de ser la primera serie en intentar explicar qué hace que alguien se inmole poniéndose en el lugar del suicida. No parecía el mejor momento para eso. El país estaba sumido en la segunda invasión de Irak, iniciada en 2003, tras acusar sin pruebas el gobierno estadounidense al régimen de Sadam Hussein de poseer armas de destrucción masiva, colaborar con el terrorismo y ser cómplice de los atentados del 11-S. Alrededor de 160.000 soldados estadounidenses estaban desplegados en Irak. Durante 2006 se habían producido más de cien atentados suicidas indiscriminados con centenares de víctimas. En los primeros seis meses del año habían muerto por ataques de la insurgencia iraquí más de 300 militares americanos.

El reparto principal de la serie de 1978. Maren Jensen (Athena), Dirk Benedict (Starbuck), Richard Hatch (Apollo) y Lorne Greene (Adama).
El reparto principal de la serie de 1978. Maren Jensen (Athena), Dirk Benedict (Starbuck), Richard Hatch (Apollo) y Lorne Greene (Adama).

Y, de repente, Battlestar Galactica, el remake de una serie de ciencia ficción familiar emitida originalmente en 1978, se convirtió en la conciencia del país. Hasta tal punto que cuando se presentó su último episodio, en 2009, se celebró una mesa redonda en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Acudieron los dos protagonistas principales, Edward James Olmos, el almirante Adama en la ficción, y Mary McDonnell, que interpretaba a la presidenta Laura Roslin, junto con el creador de la serie, Ron D. Moore. También estaba el Representante Especial del Secretario General de la ONU para la cuestión de los niños y los conflictos armados y un portavoz del Alto Comisariado para los Derechos Humanos. El tema a tratar eran: “Los derechos humanos, el terrorismo, los niños y los conflictos armados, y la reconciliación y el diálogo entre civilizaciones y religiones”.

Nadie lo hubiera esperado antes de su estreno viniendo de dónde venía. El original solo había durado una temporada. Emitida en 1978, había sido un intento de replicar el éxito de La guerra de las galaxias. No se habían molestado demasiado en disimularlo. El diseño de las naves, los rayos láser, los uniformes o la armadura de los extraterrestres cylon se parecían tanto a los de Star Wars que solo les faltaba empezar cada capítulo con aquello de “hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana”, que básicamente era la idea. En Galactica, los humanos viven en 12 planetas, las colonias, a los que llegaron miles de años antes procedentes de un mundo originario, Kobol. Llevan un milenio en guerra con una raza de robots extraterrestres, los cylon. Cuando creen que van a firmar la paz definitiva, los cylon, con la ayuda de un traidor, el conde Baltar, destruyen las doce colonias. Es una completa masacre. Solo consigue escapar del genocidio una de las grandes naves de combate, la Galactica, y un puñado de naves civiles. Una flota con 50.000 supervivientes que huye de los cylon buscando un nuevo hogar. Un decimotercer mundo en el que una leyenda cuenta que se asentó una tribu humana perdida. Un legendario planeta llamado Tierra.

Los cylon de 1978, con su armadura de plástico, parecían bolas de espejos salidas de Studio 54.
Los cylon de 1978, con su armadura de plástico, parecían bolas de espejos salidas de Studio 54.

La original, una especie de Star Trek para los adolescentes de finales de los setenta, había creado un pequeño culto, lo bastante grande como para que casi 25 años después se ponga en marcha una nueva versión, que cae en manos de Richard D. Moore, que venía precisamente de Star Trek. Y él ve en esos refugiados huyendo algo que nadie había visto. “Era una oportunidad perfecta para hablar de las cosas que estaban sucediendo en ese momento en el mundo”, dijo en una entrevista de 2017. Ese mundo era el que había surgido después de los atentados del 11-S. La administración de Bush hijo había demonizado al Islam, el nuevo enemigo de occidente. Una idea que ahora perpetúa la ultraderecha con el concepto de la islamización de occidente.

A ver, tampoco exageremos: no deja de ser una serie de naves espaciales de un canal principalmente dirigido al público juvenil y los finales de los capítulos (76 nada menos, divididos en cuatro temporadas) tiran la mayoría de las veces hacia el final feliz del cuento de Caperucita. Pero es más que llamativo que en vez de centrarse en la tensión sexual entre los personajes, que la hay, las infidelidades y los amoríos, dediquen episodios a cosas como la natural tendencia del capitalismo a crear sociedades clasistas que perpetúan la separación entre ricos y pobres dependiendo de si naces en el planeta Sagitarion (algo así como el Vallecas de las colonias) o en Caprica (Las Rozas, para entendernos). O a plantearse preguntas como cuál debería ser la relación entre el poder militar y el civil en caso de crisis, si la tortura es legítima para salvar vidas, si hay que respetar las creencias ajenas incluso si pueden llevar a la muerte a los que las ejercen o si el sistema democrático funciona cuando se ganan las elecciones mediante mentiras. Reconózcame que no está mal.

La Battlestar Galactica y el resto de la flota de humanos supervivientes. En total son más o menos la población de Portugalete.
La Battlestar Galactica y el resto de la flota de humanos supervivientes. En total son más o menos la población de Portugalete.

Para ello, Moore introdujo una serie de cambios. Primero, los cylon eran una creación humana que, como los replicantes de Blade Runner, se habían rebelado contra sus creadores y habían sido expulsados de las colonias. Tras décadas escondidos, vuelven para destruir a sus creadores porque creen que, si no, es cuestión de tiempo que los humanos les destruyan a ellos. En los años en el que han estado ocultos han evolucionado, de robots han pasado a ser doce modelos de humanoides indistinguibles de los hombres. Cada modelo tiene miles de copias, cuando uno muere, su mente resucita en otro cuerpo, manteniendo sus recuerdos y experiencias. Algunos saben que son cylon, otros, no. Algunos se enamoran o desarrollan conciencia. Un filón para plantearse preguntas sobre la identidad o la pertenencia al grupo que el creador de la serie parece disfrutar soltando a las bravas: ¿Es alguien culpable de lo que hagan sus iguales? ¿Qué diferencia a una máquina de un ser humano? ¿Tienen los robots conciencia?. También desarrolla una mística religiosa de lo más peculiar: Los cylon son monoteistas. Los humanos, politeistas. El conflicto es racial y religioso.

Los dos Apollos: Jamie Bamber, el del remake, y Richard Hatch, el de la serie original. Hatch, fallecido en 2017, interpretaba en la nueva versión a Tom Zarek, un antiguo anarcoterrorista reconvertido en político. Y resultaba de lo más convincente.
Los dos Apollos: Jamie Bamber, el del remake, y Richard Hatch, el de la serie original. Hatch, fallecido en 2017, interpretaba en la nueva versión a Tom Zarek, un antiguo anarcoterrorista reconvertido en político. Y resultaba de lo más convincente.

A Moore, la cosa de los uniformes, las naves y los efectos parece importarle lo justito. La mayoría son clavados al original. Pero a los personajes les da un buen arreón. Adama, líder militar de la flota, es el más parecido al original, un líder militar íntegro, sensato y razonable. Su lugarteniente, el coronel Tigh, que en el original es poco más que un perrito faldero, aquí representa todos los defectos cuartelarios: es un alcohólico violento y sin ningún tacto que desprecia a los civiles a los que considera poco menos que una molestia. Él es el líder de la resistencia que ordena los ataques suicidas. Laura Roslin es la presidenta. Una antigua funcionaria de bajo rango, que se ve catapultada al poder político porque los 75 que iban delante de ella no han sobrevivido al genocidio. Y resulta ser una demócrata convencida y escorada a la izquierda para los estándares estadounidenses. Baltar, el villano, pasa de noble a genio científico, egocéntrico, oportunista y populista. Pero también rebosante de remondimientos y deseando redimirse.

Los dos principales guerreros también cambian, Apollo, el reflexivo y moralista hijo de Adama, es en la nueva versión un personaje lleno de dudas y contradicciones, que carga con el peso de la muerte de su hermano y su pareja. Starbuck, el mujeriego y bebedor as de la aviación malote pero adorable, es aquí una mujer. La nueva Starbuck es también infinitamente más compleja, una indisciplinada y rebelde militar, que arrastra un pasado oscuro de abusos, fumadora de puros, sexualmente activa y capaz de derribar de un golpe a cualquier hombre que se le ponga delante. Con esos mimbres, guiones y personajes complejos. Se construyó una historia que, a pesar de que flojea en multitud de ocasiones, incluso ahora resulta sorprendente por lo osado de sus premisas.

Últimas noticias: Se prepara una nueva versión. La Battlestar Galactica que será una de las series de Peacock, la plataforma creada por la cadena estadounidense NBCU que se lanza en teoría el 15 de julio. El productor ejecutivo es Sam Esmail, el creador de Mr Robot y Homecoming. Él ha afirmado que no será un renacimiento. "Explorará la una nueva historia dentro de la mitología, manteniéndose fiel al espíritu original". Lo demás todavía es misterio. Echen una mirada a su antecesora para abrir boca.

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