El misterioso templo más grande del mundo (y otras proezas arquitectónicas de las religiones extremas)
Desde una embajada para recibir a extraterrestres con inmunidad diplomática hasta una comunidad para disfrutar de la belleza, el lujo y el buen vino hasta el juicio final. Los templos de los cultos más exóticos reflejan la grandilocuencia y las filias de sus fundadores, pero también hay buenos ejemplos de innovaciones en arquitectura
¿Puede un complejo religioso que dobla el tamaño de la ciudad de Angkor pasar desapercibido al resto del mundo? ¿Y una bodega respetable del norte de California esconder una comuna elitista que no permita a sus seguidores hacer bromas o dormir más de seis horas? A lo largo de la historia, la arquitectura ha sabido cubrir todo tipo de necesidades, incluidas las más excéntricas para complacer a gurús con arrebatos de grandeza.
Las religiones y otros cultos espirituales –sobre todo los más extremos y por supuesto las sectas– suelen dejar a un lado el voto de pobreza cuando toca idear su templo, dando lugar a proezas arquitectónicas donde el tamaño y la monumentalidad suelen estar por encima de todo. Pueden, incluso, planificar una embajada extraterrestre en la Tierra si el dinero no es un problema a la hora de financiarse. O materializar una iglesia neogótica en medio de Farr West (Utah, EE UU) repleta de habitaciones en color pastel.
En contadas ocasiones, la belleza consigue imponerse sobre la vanidad de sus mentores y crear monumentos de prestigio. El primer templo de la religión bahaí en Sudamérica es un ejemplo. Diseñado por un estudio canadiense, fue galardonado con el premio al mejor edificio cultural de los American Architecture Prize 2017.
1. Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en Salt Lake City, Utah (EE UU)
En 2019, la iglesia mormona registró un total de 221 templos repartidos por el mundo (en España solo hay uno, en el madrileño barrio de Moratalaz); 15 de ellos verán la luz próximamente y 41 anunciaron su construcción. Todos ellos se edificaron y lo harán en un futuro a semejanza de su iglesia embrión en Salt Lake City. Con una superficie de 23.000 m2, es el templo de la religión SUD (Santos de los Últimos Días) más grande del mundo, cuya orientación a Tierra Santa desvela el deseo original de su fundador, Joseph Smith, por crear un nuevo Jerusalén en EE UU llamado Sion.
El vaticano mormón fue construido en 1893 en cuarzo y granito, sin escatimar en ornamentación ni espacio. Consagrado tras cuatro décadas de construcción, las obras siguieron las directrices de Brigham Young, sucesor de Smith tras su asesinato. La Abadía de Westminster o la Torre de Londres son algunas de las referencias neogóticas que trasladó al arquitecto Truman O. Angell para su ejecución. En la punta más alta del templo se ubicaría el sello distintivo de cualquier templo mormón: una estatua dorada del ángel Moroni. Con más de cuatro metros de altura, fue esculpida por el artista parisino Cyrus E. Dallin en Salem (Massachusetts).
Una muralla de 4,6 metros de altura circunvala la manzana del complejo mormón, que contiene en sus 40 m2 el templo, la asamblea y el tabernáculo, reconocible por su forma de domo, que alberga las salas para conferencias y conciertos de su coro, uno de los más prestigiosos del mundo. La entrada al templo solo está permitida a los feligreses bautizados en la iglesia y poseedores de un documento oficial que lo certifique. Los jardines, en cambio, están abiertos al público y son una de las grandes atracciones de la ciudad.
En su interior, el edificio incluye siete salas principales con nombres que aluden a los textos sagrados de la religión –incluida la Biblia en su edición SUD–, junto a la habitación de baptisterio y otras estancias menores, oficinas y vestíbulos. Una de ellas acoge las reuniones de la primera presidencia, el gobierno que dirige la iglesia mormona, que actualmente preside Russell M. Nelson.
La distribución original destinaba la primera planta a la sala de Creación y la sala del Jardín, comunicadas a través de una rampa. Su disposición no es casual; simboliza la ascensión del desorden al orden, de la injusticia a la rectitud, y por ello el techo se eleva en dos pisos. En el pasado, una de sus puertas conducía a un pequeño invernadero con plantas naturales.
Cada elemento decorativo de este edén respira el aire rococó de una época victoriana tardía: sendos murales en color pastel, la tapicería empolvada de los asientos, los muebles en madera de cerezo y las balaustradas nobles. En el techo, amplias claraboyas y vidrieras en las que Adán y Eva son retratados en el momento de ser expulsados del paraíso.
Serpenteada por arañas de cristal y pasillos tintados de blanco, en la década de los ochenta se le devolvió su madera natural. En los pasillos inferiores cuelgan pinturas de finales del siglo XIX, firmadas por Dan Weggeland o Alfred Lambourne. La sala que contiene la pila bautismal es la gran atracción de todo edificio. En este recipiente que sustentan 12 bueyes de acero fundido se llevan a cabo los bautismos por inmersión, un deber fundamental para los mormones que quieran entrar en el cielo.
En la segunda planta, las escenas bucólicas dan paso a otras más acaloradas protagonizadas por peleas de animales. En la sala Celestial –un espacio de merengue y pan de oro– se encuentra una pequeña estatua en forma de mujer que ha sido objeto de diversas interpretaciones; desde la de Jesucristo con rostro femenino a la de Afrodita o la misma virgen María.
Su techo asciende hasta la última planta, que alberga las oficinas, la sala Presidencial con una balconada que recuerda a los teatros neoclásicos y el Quórum donde los 12 apóstoles se reúnen cada semana. Una de las puertas de esta sala Celestial conduce a la habitación del Sellamiento, en la que los miembros que se casan firman el matrimonio hasta la eternidad. En sus orígenes, la iglesia SUD permitía la poligamia hasta su prohibición en 1890. Su fundador, Josep Smith, llegó a tener entre 30 y 40 mujeres, entre las que hubo algunas menores de 14 años.
Desde 2019, el templo se encuentra inmerso en una larga renovación que durará cinco años y cuyo resultado final, según está previsto, se puede ver en este vídeo.
2. Templo Bahaí de Sudamérica (Santiago de Chile)
En 2003, se puso en marcha, a las faldas de los Andes, la construcción del primer templo de la religión bahaí de Sudamérica. Un texto de su fundador Baha’ullah, en el que se alude a "una morada hecha de luz" fue el punto de partida para la creación de esta construcción translúcida, que recibe luz natural durante el día y emite un halo suave y cálido hacia el exterior cuando anochece. El estudio canadiense Hariri Pontarini Architects –autores de planes urbanísticos para distritos financieros y residenciales en Toronto como Bloor & Dundas o Commerce Court 3– tomó las riendas de este peculiar proyecto junto a la capital chilena que tardaría 13 años en ver la luz. Su cometido, crear una Casa de Adoración para el bahaísmo que durara más de cuatro siglos sobre la Tierra.
Con la premisa de lograr una interacción entre contradicciones como la quietud y el movimiento o la intimidad y la monumentalidad, el estudio ideó una estructura sólida capaz de disolverse en la luz. Su forma emula la de un capullo en flor, semejante a los otros siete templos de la comunidad bahaí repartidos por todo el mundo. El más famoso se ubica en Nueva Delhi, fue construido por el arquitecto iraní Fariborz Sahba en 1986 y es conocido como el Templo del Loto.
Su estructura formal cumple los preceptos de la arquitectura bahaí: debe ser redondo, tener una cúpula y nueve lados que representen a cada una de las grandes religiones del mundo. En el caso chileno, lo más llamativo es precisamente el conjunto nonaedro que forman los monumentales pétalos de vidrio. Unidos en el óculo central que se forma en la cúpula, esta fachada intermitente busca que la luz del interior sea palpable desde fuera. En el atardecer, según apunta el estudio de arquitectura en su ficha, la iluminación cambia del blanco y plata a tonos ocre y púrpura cuando se refleja en su cúpula.
Este concepto se refuerza con un revestimiento de mármol traslúcido que se transportó desde las canteras portuguesas de Estremoz. El cuero oscuro y la madera de roble se despliegan por el suelo, las escaleras y los asientos de la sala ceremonial. Con una capacidad para 600 visitantes, el proyecto se desarrolló con tecnología digital que permitiera edificar una superestructura de acero de 30 metros de altura. Formada por 18 alumnas combadas en este material, parecen ser las arterias que insuflan vida a todo el organismo.
Para fracturar las piezas de mármol –870 en total– recurrieron a la técnica de corte por chorro de agua comprimida. El revestimiento exterior de vidrio fundido implicó cuatro años de investigación en colaboración con artesanos de Jeff Goodman Studio. Galardonada con el premio al mejor diseño cultural de 2017 que conceden los American Architecture Prize, desde su apertura se ha convertido en una de las gran atracciones arquitectónicas de Sudamérica.
3. Templo Dhammakaya Cetiya, en Khlong Luang (Tailandia)
Con un tamaño ocho veces mayor que el de la ciudad del Vaticano, posiblemente sea el complejo religioso más grande del mundo. Tan grandioso como desconocido en Occidente, las luchas de poder entre su culto y los ejércitos del gobierno tailandés son algunos de los motivos que han ensombrecido la magnitud de esta microurbe al norte de Bangkok.
Fundado en 1977 como centro de retiro espiritual, este extravagante conjunto de templos es la sede internacional del movimiento Dhammakaya, descrito como “la cara moderna del budismo tailandés” y envuelto en multitud de controversias por su interpretación poco ortodoxa de esta religión. Desde las espirituales –se la ha acusado de materialista y demasiado ‘moderna’ por su vinculación a las tecnologías más actuales–, hasta las financieras. Al líder del movimiento, Luang Por Dhammajayo, se lo ha acusado, de malversación y blaqueo de capitales. La más sonada de sus denuncias, el desvío de 35 millones de euros de las donaciones que sus fieles habían hecho a cambio de asegurarles la entrada al cielo, una polémica que llevó al cierre del templo durante varios días en 2017.
A medida que la controversia aumentaba, también lo hacía su riqueza y número de feligreses. En 1984, se gestionó la ampliación del templo para descongestionar las ceremonias cada vez más multitudinarias, lo que dio lugar a la World Dhammakaya Center. Con un coste estimado de 10.000 millones de dólares por los periódicos locales, alberga los nuevos edificios de meditación y ceremonias, además de una escuela, un hospital, un comedor para 6.000 monjes y la sede de su propio canal de televisión.
Este complejo de 3,2 kilómetros cuadrados que recuerda por su titánico tamaño al de los estadios deportivos, cumpliría con creces su objetivo: acomodar a los tres millones de devotos que dicen congregar en más de 30 países. Las 300.000 estatuas recubiertas de oro y bronce de su bóveda convierten al salón conmemorativo de Phra Mongkol Thepmuni en el gran foco de atención. Su forma de platillo volante de 108 metros de altura –adoptado como logo de la religión– alberga la celebración de Makha Bucha, que tiene lugar la noche de luna llena del tercer mes lunar para honrar a las enseñanzas de Buda.
Su interior tampoco escatima en recursos: 700.000 esculturas del mismo dios se acumulan ante los miles feligreses que vestidos de túnicas naranjas se reúnen cada domingo en su plataforma de hormigón. Aunque se encuentra abierto al público general, existe una parte destinada a los dirigentes de acceso restringido y vigilada por cámaras de seguridad las 24 horas del día. Durante una redada que realizó la policía tailandesa se oudieron ver salas de ejercicio y masaje, además de carritos de golf para trasladarse por el complejo.
4. Culto al lujo en Apollo y los viñedos Renaissance (California)
Prohibido nadar, fumar o hacer bromas. Tampoco se admiten perros sin pedigrí, ni teñirse el pelo o montar en bici. “No podíamos decir ‘hi’ –“¡hola!”– o ‘you know’ –“¿sabes?”– y debíamos mantener los pies planos en el suelo frente a la mesa cuando cenábamos”. Una de las portavoces de la comuna, arraigada en California desde su creación en 1970, narraba así las rocambolescas normas que debían asumir los integrantes del culto religioso conocido como Fellowship of Friends. El motivo no era otro que prestar absoluta atención a su líder, Robert Earl Burton. Este exprofesor se definía a sí mismo como “un ángel en el cuerpo de un hombre”, aseguraba que era capaz de hablar con Jesucristo o Benjamin Franklin y enfatizaba en la educación y la belleza como las herramientas para conseguir la paz eterna.
Un esteta en toda regla que reclutaba para su culto a intelectuales de todo el planeta. “Allí quien no era artista era poeta, psicólogo o escultor”, declaró Gideon Beinstock, exmiembro de la comuna. Hasta la llegada del Armagedón que, según Burton, arrasaría la Tierra y del que solo se salvarían los miembros de este culto, no había por qué replegarse a una vida sin belleza. Mejor recibir ‘la iluminación’ rodeados de vino, ballet, ópera y obras de arte.
Sus miembros no realizaban ritos sobre un pentagrama invertido, sino que adquirían cristal de Baccarat y llevaban zapatos de Gucci. A medida que la comunidad crecía, Burton decidió adquirir un terreno de 500 hectáreas cerca de Sierra Nevada, al norte de California, que financiaría con el 10% de los ingresos personales que cada miembro debía aportar a su llegada. Este sería el inicio de Apollo, un centro espiritual para "el cuidado de la mente y el cuerpo" donde sus discípulos pudieran entablar vínculos entre ellos. A cambio de desprenderse de su círculo cercano, vivirían en un santuario de conocimiento formado por un teatro al aire libre, una imprenta, una sala de conciertos, su propio zoológico y una galería de arte.
La rutina de la comunidad, que llegó a congregar a 500 miembros en sus prósperos años ochenta, transcurría entre tareas refinadas como tocar algún instrumento en su orquesta, cuidar del jardín francés o lecturas de poesía. El edificio principal del complejo se conocería como Goethe Academy y su diseño se inspiró en los castillos normandos.
Una hilera de columnas jónicas custodiaba la entrada a una vivienda-museo con una extensa biblioteca en madera de cerezo, un comedor multitudinario y diversas estancias en las que se acumulaban las piezas de arte. El Baño de Venus de Guercino y otras obras del siglo XVII convivían con alfombras persas, chimeneas de mármol y porcelanas de Sèvres. Entre toda su colección, lo más destacado fue un centenar de muebles de la dinastía Ming que alcanzaría los 11,2 millones de dólares en una subasta de la casa Christie’s.
Además de contar con una escuela y un cementerio, sobresale la bodega que desarrollaron en 365 acres de su terreno. Bajo la etiqueta de Renaissance llegaron a comercializar su propio vino, a pesar de los escasos vinícolas que tenían y tratarse de una tierra no precisamente fértil. Según relata el diario San Francisco Chronicle, a medida que la bodega Renaissance se hacía un hueco en el competitivo mercado de la zona, comenzó el desplome de la comunidad. Las acusaciones de abuso sexual a menores que recibió su líder, unido a la evasión de impuestos de dos millones de dólares, hizo que surgiera una vertiente crítica entre sus miembros.
El hecho de que no se cumplieran las profecías burtonianas –como la caída de California al océano en 1998 o el holocausto nuclear de 2006– fue el detonante para que muchos de ellos abandonaran la comunidad y, con ello, el cuidado de sus viñas. Hoy Apollo representa un paisaje en ruinas, con excepción de una pequeña comunidad vinícola que se intenta abrir paso bajo la etiqueta de L.A. Onda.
5. Embajada Extratrestre raeliana (sin ubicación)
Al igual que ocurre en otros cultos extremistas, esta ‘religión ovni’ surgió a partir de una supuesta visión. En el caso del experiodista deportivo y cantante francés Claude Vorilhon, no fue una aparición de la virgen o del niño Jesús. El líder espiritual popularmente conocido como Rael afirma haber tenido encuentros con extraterrestres en 1973, que le encomendaron la misión de extender el verdadero secreto de la humanidad. El mensaje, en concreto, desbarataría todos los principios del catolicismo y la ciencia.
Para el raelismo, el ser humano fue creado en un laboratorio de un mundo paralelo y por un grupo de habitantes conocidos como elohim. Estos científicos fueron expulsados de su planeta, estableciéndose en el nuestro hace 25.000 años para seguir concibiendo hombres y mujeres a través de la ingeniería genética. Estos seres "maravillosos y llenos de armonía" terminarían abandonando la Tierra y dejándonos a nuestra suerte, al comprobar que su creación eran unos seres bárbaros y desagradables.
Envuelto en una túnica blanca, con medallones celtas y aires mesiánicos, Rael asegura que la Biblia recoge este episodio, pero una traducción errónea en la que se confundió elohim –en hebreo, "aquellos que vinieron del cielo"– con el concepto místico que daría lugar al ente occidental de Dios, desterraría cualquier doctrina alienígena.
La ideología del movimiento raeliano va más allá de difundir su versión del origen de la humanidad. Autoproclamada como una religión atea, su líder asume esa labor que profetas como Jesús, Mahoma, Moisés o Buda no lograron conseguir: guiarnos a través del camino de la sabiduría y preparar el terreno para el regreso de nuestros progenitores a la Tierra. Lo que pueda parecer una vaga profecía, tiene los días contados: en 2035 será la fecha del encuentro. Para recibirlos como se merecen, Rael ha ideado un plan para construir la primera embajada extraterrestre en la Tierra.
Rael ha declarado en más de una ocasión que “el lujo es un motor para el progreso de la humanidad”, y esto se traslada a sus planes arquitectónicos. La religión ovni más extendida del mundo prepara una morada de diseño futurista que será financiada con los diezmos de sus seguidores. El lugar donde se fije su residencia se decidirá en 2027. En su plan de desarrollo y por razones de seguridad, se especifica que la Elohim Embassy ocupará una "tierra neutral", cuyo espacio aéreo no esté sujeto a vigilancia militar o motorizada por radares. Tener un clima cálido o inmunidad diplomática son otros de los requisitos que debe tener el país candidato.
En términos funcionales, la embajada deberá abarcar, como mínimo, cuatro kilómetros cuadrados de superficie. Estará rodeada por un parque que incluirá una piscina y proporcionará privacidad a la residencia de los extraterrestres. El edificio principal contará con un máximo de dos niveles, un muro circundante de dos entradas y otro bloque de vegetación. Toda la construcción se desarrollará sobre formas concéntricas blancas que aludan a los agroglifos, esos círculos que aparecen en los campos de cultivo y que algunas teorías consideran fruto de fenómenos paranormales.
El techo de la residencia incluirá un terraza con pista de aterrizaje para una nave de 12 metros diámetro. En su interior debe incluir siete habitáculos independientes con baño propio, a modo de hotel para recibir visitas. Se complementará con una sala de conferencias y un comedor para 21 comensales. Si sus planes se cumplen, en 2030 estará lista la primera embajada Extraterrestre en la Tierra. Se puede ver una simulación de su resultado en este vídeo.
6. El segundo Goetheanum de Dornach (Suiza)
¿Se puede ser un científico riguroso y amante a la vez de las ciencias ocultas? El pensador Rudolf Steiner (1861-1925) desterró esta antítesis durante toda su vida. Físico, biólogo, matemático, químico y filósofo, dedicó su carrera a consolidar una corriente de pensamiento en la que determinar la esencia del hombre fuera tan vital como sentir hambre o sed. “¿Quién soy?”, “¿por qué estoy en este mundo?”, “¿qué sentido tiene mi vida?” son las preguntas que evocaron una obra destinada al autoconocimiento y que sería el germen de la llamada Antroposofía que fundó en 1912.
Con más de 3.000 miembros venidos de toda Europa en sus primeros años, este movimiento espiritual desarrollaría hasta el comienzo de la Gran Guerra multitud de actividades artísticas, la primera escuela Waldorf y las bases de la agricultura biodinámica. Con esta última, Steiner revolucionó el modo de cultivo basándose en un método ecológico y sostenible, ligado a su vez a patrones inéditos hasta la fecha como los movimientos de la Luna y de los planetas.
Pero las múltiples facetas de este Leonardo da Vinci del siglo XX no terminan aquí. Su extensa obra no solo abarcó la poesía, la pintura, la escultura o el teatro. Steiner también ejerció de arquitecto en 17 ocasiones. Entre otras, edificó las dos sedes mundiales de la Sociedad Antroposófica bautizadas como Goetheanum, en honor al erudito alemán que inspiró su pensamiento y visión del universo.
Tras el fatídico final que deparó al primer edificio –fue devorado por un incendio provocado en plena disputa con el partido nazi–, Steiner puso en marcha su segunda morada en 1923. Esta vez, la estructura de madera inicial daría paso a una sólida base de hormigón. El uso pionero de este material marcó un hito en la arquitectura al permitir que adoptara formas sinuosas y a gran escala. Steiner comparó el Goetheanum con la forma que ejerce una cáscara sobre su fruto, simulando la propia metafísica que rige la vida. El resultado es una gran masa expresionista de piedra y cristal, que parece conectar con el paisaje montañoso que lo rodea en Suiza.
Steiner cimentó su diseño sobre los principios rupturistas de una nueva arquitectura que eliminaba el uso imperante del ángulo recto. Mencionado en ocasiones como el padre de la arquitectura orgánica impulsada por Frank Gehry o Herzog & de Meuron, el color es un elemento definitorio de su interior. Entre los juegos ondulantes de sus pasillos y escaleras cavernosas, la luz atraviesa los vidrios coloreados y rebota sobre los murales de acuarela de la bóveda, desligándose en tonalidades rosa, verde y violeta.
El corazón del edificio es un auditorio para 1.000 personas sustentado sobre columnas y arquitrabes a modo de venas que propagan la sangre por todo el templo. Varias salas de ensayo, aulas y oficinas transcurren con el mismo ritmo que rige su fachada. En 2018 abrió sus puertas a la revista Wallpaper para utilizarlo como escenario en un editorial de moda.
Steiner no pudo ver su obra finalizada en 1928. La pérdida del primer edificio afectó seriamente a su salud y desató una larga enfermedad que terminaría con su muerte tres años antes culminarse la obra. Tachado de cientificista por usar una metodología científica con fines oculistas y espirituales, su legado continúa en la Escuela Superior para la Ciencia del Espíritu.
5. Templo de la Comunidad de Cristo en Independence, Missouri (EE UU)
Desde 1994, una lanza en forma de espiral rompe el pacífico cielo de Independence, una pequeña localidad de Kansas City. Corona la sede de la Comunidad de Cristo, una de las escisiones de la religión mormona que surgieron tras el asesinato de Joseph Smith en 1844. Con un millar de congregaciones repartidas por 59 países y la base de operaciones en el estado de Missouri, es la segunda denominación SUD más extensa del mundo.
Surgida como una iglesia restauracionista que defendía una versión pura y primitiva de la religión cristiana, con el tiempo fue involucrándose en una corriente más liberal que rechaza el plan de salvación de la iglesia apostólica, permite la ordenación de mujeres en el sacerdocio y aboga por un rango más amplio de creyentes.
Wallace B. Smith, el profeta-presidente de la Comunidad de Cristo hasta 1995 y bisnieto de Joseph Smith, mandó construir este templo tras una revelación. Para el diseño se desmarcó de la iconografía gótica de la SUD. Gyo Obata, arquitecto y co-fundador del estudio Hellmuth, Obata + Kassabaum –autores de la Plaza Levi’s de San Francisco o el Museo Salvador Dalí de Florida– firmó el proyecto ganador del concurso. “Era una joven iglesia que buscaba tener su propia identidad, libre de otras influencias como el gótico o el georgiano. Tuve la oportunidad de crear algo completamente diferente para ellos. Su labor como ministerio internacional me llevó a la forma de una concha de Nautilus”, recalca el arquitecto en el libro Gyo Obata: Architect, Clients, Reflections (Images Publishing, 2010), que contiene testimonios y reflexiones acerca de su obra.
La forma conoidal de su cúspide se creó en los talleres de A. Zahner, empresa que esculpió la piel metálica tan característica de los edificios de Frank Gehry. Una proeza de ingeniería que implicó 300 paneles de acero inoxidable para alzar sus 91 metros de altura, cuatro años de trabajo y un programa informático específico para hacer realidad su diseño en espiral.
En el exterior, un mapamundi esculpido en ladrillo da la bienvenida al templo. Sobre el arco de la puerta principal, se divisa un grabado en bronce que representa el bosque sagrado donde Joseph Smith tuvo su primera revelación. A continuación, se abre un sendero de escalones conocido como el Camino del Adorador, que desemboca en la sala de ceremonias y cuyo protagonista es un órgano de 5.685 tubos de la firma Casavant Frères.
Con una capacidad para 1.600 personas, posee una capilla adornada con pinturas de Jack Garnier, un museo, oficinas y un jardín japonés para la meditación. A diferencia de la iglesia mormona, el templo de Independence, catalogado como Monumento Histórico Nacional, está abierto a todo el público y recibe más de 60.000 visitas al año.
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