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Columna
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Y si fuéramos Europa

Ese elefante nos protege frente al desamparo que reina en buena parte del mundo

David Trueba
Varias personas sin hogar duermen en un aparcamiento de Las Vegas.
Varias personas sin hogar duermen en un aparcamiento de Las Vegas.DAVID BECKER (EFE)

Después de toda una vida convencidos de que cada español llevaba dentro un seleccionador nacional de fútbol, resulta que también llevábamos dentro a un director de Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias. Y a lo mejor el cargo se nos queda corto al comprobar cuánto sabemos de pandemias y medidas de confinamiento. Y ya no te digo con vistas a la desescalada. Puede que de escalada no sepamos mucho, pero de desescalar son años de vocación. Me recuerdan a un niño que conocí en un parque infantil, le encantaban los toboganes, pero solo bajar. Como Alexander Woollcott, que se había prohibido el juego salvo si ganaba. No sé si sucede igual en otros países, pero en España cuando se convoca a un comité de expertos nos presentamos todos. Valga como ejemplo que se anunció un concurso para dirigir RTVE y se presentaron 150 candidaturas. Un país que tiene dentro centenar y medio de personas que se creen capaces de presidir el ente radiotelevisivo o bien no tiene pudor o los Premios Nobel están amañados. El concurso, por supuesto, se ha suspendido, y con motivo.

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El abandono de la carrera por la presidencia de Bernie Sanders ha coincidido con el estallido de la crisis sanitaria en Estados Unidos. Era considerado un socialista radical porque pedía una salud pública universal, reivindicaba condiciones laborales justas y abominaba de que los jóvenes estudiantes terminaran la carrera hipotecados por años. Quizá la pírrica victoria de Sanders es que ha generado una duda en las mentes norteamericanas para el futuro inmediato: ¿y si fuéramos Europa? Pero no, no se asusten. Pese a que los vaivenes caprichosos de su presidente les han complicado mucho la reacción al virus, y eso que llevaban ventaja a otros países, los sectores acomodados no resultan afectados en gran proporción y endurecen las medidas de autoprotección, aislamiento y privilegio. Las imágenes de los sin techo recluidos al raso en un aparcamiento de Las Vegas y obligados a guardar las distancias dibujadas en el suelo para los vehículos son elocuentes.

La esperanza de vida en el país comenzó a descender en 2015 y aunque gasta el doble por ciudadano en sanidad que Francia, los rangos de mortalidad infantil son dos veces más altos y expulsa a 30 millones de ciudadanos fuera del amparo médico. Los ilegales llegan entre otras cosas porque los empresarios se ahorran con ellos pagar la tasa de seguro médico. Un efecto llamada más. No parece un modelo que queramos para nosotros y sin embargo somos presionados para imitarlo. Basta ver la sumisión acrítica de los medios durante esta crisis con empresas dominantes en el comercio online, redes sociales o las plataformas audiovisuales que apenas nada dejan a la fiscalidad española para sostener ese servicio sanitario que tanto nos enorgullece desde hace un mes. Aún está reciente el desprecio al sector del taxi, con sus valores de servicio público, porque llegaba la modernidad del conductor espontáneo. Europa tiene que afrontar en estos días un verdadero infierno para sus finanzas, sus derechos civiles y sus plataformas nacionales de protección social y sanitaria. Su esfuerzo consiste en preservar algo notable, aunque lo despreciamos a diario. Europa tiene mala prensa, pero ese elefante nos protege frente al desamparo que reina en buena parte del mundo. Peleemos por ello, pues como dijo el maestro, el día que se avecina viene con hambre atrasada.

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