_
_
_
_
_
Activismo

Voluntarios a pesar de la cuarentena

Sergio y Juan son dos de los ciudadanos que reparten comida a familias vulnerables en esta época de confinamiento por el coronavirus. Tener a un familiar con discapacidad añade desafíos a esta situación

Vídeo: Realización: Luis Manuel Rivas / Redacción: Germán Ruiz y Patricia Peiró

Son las tres de la tarde de un lunes en el que ha empezado a nevar en Madrid. En plena cuarentena por el coronavirus, dos chicos cargan decenas de cajas de comida en una furgoneta en el barrio de Hortaleza. Llevan mascarilla y guantes. Por delante les espera una ruta de 20 casas por las que van a repartir comida y productos esenciales para soportar el confinamiento una semana más. En esas viviendas viven algunas de las familias más vulnerables: pocos ingresos, escaso acceso a ayudas sociales y viven con una o varias personas con discapacidad a su cargo.

Más información
¿Por qué es urgente la cooperación internacional?
Barcelona recluta conductores de autobús voluntarios para trasladar a afectados por coronavirus
Jóvenes que dejaron sus trabajos para ser voluntarios nos cuentan sus experiencias

Ángeles Ramos, una jubilada de 70 años con toda la energía del mundo, supervisa la tarea. Es la fundadora de la ONG Ángeles Urbanos, centrada en personas con discapacidad. Antes de que empezara la crisis del coronavirus, cada domingo medio centenar de familias acudían a la sede de la entidad para recoger alimentos donados. Pero desde que se decretaron las medidas de distanciamiento social, esto ya no es una opción, y la mayor parte de los beneficiarios tampoco pueden permitirse bajar al supermercado por falta de recursos. La solución llegó de la mano de Fundación ONCE que les ha cedido una furgoneta y les ha destinado a dos voluntarios cada lunes. “Los primeros días, hasta que organizamos el reparto, no sé qué hicieron las familias, supongo que algunos incluso pasarían hambre. Ahora tratamos de compensar lo que ellos pueden comprar, con productos más caros, como el atún, que les aporta proteínas”, recalca Ramos.

Con la furgoneta llena hasta los topes, empieza el recorrido. Al volante está Sergio Moreno, recepcionista de 48 años. “Llevo siendo voluntario un año y medio, me lo comentó un amigo y como tengo tiempo libre, me gustó la idea. Ahora tengo incluso más porque me han hecho un ERTE”, explica. A su lado, Juan Tamames, estudiante de 21 años. Él se ha hecho voluntario hace apenas unos días porque quería encontrar un modo de aportar algo. “Mi padre es cirujano y, viéndole llegar cada día destrozado, pensé que yo también necesitaba hacer algo para ayudar”, apunta. Por este motivo, hace unos días levantó el teléfono y se apuntó en la Fundación ONCE.

En apenas 15 días, 126 personas se apuntaron como voluntarios en la Fundación ONCE, cuando lo normal son unos cuatro por semana

Es el mismo gesto que han hecho, en apenas 15 días, 126 personas. “Para nosotros ha sido algo excepcional. Normalmente tenemos un goteo de unos tres o cuatro nuevos voluntarios por semana”, señala por teléfono Teresa Palahí, secretaria general de la Fundación. Como muchas de las actividades que realizan están paradas, la organización se puso en contacto hace dos semanas con diversas asociaciones para establecer redes y poner a su disposición la fuerza de sus voluntarios. “Nos hemos movido de manera rápida porque no quedaba otra”, apunta. Palahí explica que ya les han solicitado apoyo 15 entidades y que colaboran con la plataforma de pacientes del Gregorio Marañón y el Clínico, en Madrid, una de las comunidades más afectadas por la pandemia.

La primera parada es el hogar de Daniel Nikolai, que vive de pequeños trabajos de albañilería; su mujer, natural de República Dominicana, es limpiadora. Hace tres años pudieron por fin traer a la hija de ella, Cintia, que tiene síndrome de Down. “Tratamos de explicarle qué está pasando, también lo ve en la tele. Mi mujer ha tenido que salir a trabajar y le hemos explicado con calma que cuando vuelve a casa no puede abrazarla hasta que se quita la ropa y se ducha”, cuenta desde el portal. “Esto para nosotros es fundamental”, dice apuntando a la pila de comida, “a Cintia no puedes dejarla sola nunca. Una vez salí a hacer una chapuza para ganar 45 euros y cuando volví a casa, había roto el microondas”.

Óscar Moral es presidente del Comité Español de representantes de Personas con Discapacidad en la Comunidad de Madrid. En una llamada telefónica explica los impedimentos extra a los que se enfrenta este colectivo en una situación de emergencia como la actual: “Los que acudían a centros de atención o formación han visto cómo sus tratamientos y sus sesiones se han visto interrumpidos. Los que necesitaban ayuda a domicilio para poder desenvolverse ahora tienen muchas facetas del desenvolvimiento personal diario cercenadas. Hay muchas casuísticas, están los que viven solos, los que tienen problemas de movilidad y viven con familiares mayores...”, comenta. Moral celebra que se hayan aprobado algunas excepciones como permitir salir a la calle a aquellas personas dentro del espectro autista, a los que les afecta especialmente el confinamiento.

Los primeros días, hasta que organizamos el reparto, no sé qué hicieron las familias, supongo que algunos incluso pasarían hambre

La temperatura sigue cayendo a medida que avanza la tarde y las manos de los voluntarios empiezan a congelarse. La siguiente parada es la casa de Bea Sandoval. Es estudiante en el centro de formación de Ángeles Urbanos, tiene una discapacidad, y son cinco en la misma casa. “Tenemos miedo, lo primero que pensamos cuando decretaron el confinamiento es que no íbamos a pisar la calle. En casa somos tres con asma”, cuenta tras su mascarilla. La crisis sanitaria la ha dejado a falta de una asignatura para obtener el título. Ella cobra menos de 300 euros de pensión.

Se despiden de Bea mientras sus perros ladran dentro de la casa. Los "ángeles urbanos" se meten en la furgoneta. Tienen por delante muchas más puertas que tocar.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_