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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Actuar juntos

La falta de reservas de material sanitario obliga a Europa a coordinarse

Dos trabajadoras sanitarias se abrazan fuera del Hospital Severo Ochoa en Leganés, el pasado 26 de marzo.
Dos trabajadoras sanitarias se abrazan fuera del Hospital Severo Ochoa en Leganés, el pasado 26 de marzo. SUSANA VERA (REUTERS)

Entre las muchas cosas que la crisis del coronavirus obliga a revisar figura la necesidad de asegurar el abastecimiento de material sanitario básico en caso de emergencia. La falta de test de diagnóstico y de equipos de protección para el personal sanitario ha agravado los efectos de la pandemia en España. A ello hay que añadir ahora la escasez de cierto utillaje vital para el tratamiento de los pacientes como son respiradores para ventilación mecánica.

Pese a que tanto las autoridades sanitarias españolas como las europeas convinieron a principios de febrero la necesidad de hacer compras conjuntas, la falta de agilidad y determinación ha impedido que llegaran a tiempo. Consecuencia directa de ello es la alta tasa de contagios entre el personal asistencial español. Ayer, el número de sanitarios infectados se elevaba a 12.298, el 15% de todos los contagiados, lo que está mermando la capacidad de respuesta del propio sistema de salud.

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La competencia desesperada a nivel internacional pone de manifiesto que la regla del sálvese quien pueda no solo no garantiza los suministros sino que impide que vayan allá donde más se necesitan. El actual desabastecimiento revela las limitaciones del mercado cuando la capacidad de producción es muy inferior a la demanda. La carrera por conseguir suministros da lugar a distorsiones especulativas que aumentan los precios y propician todo tipo de incidencias, como la partida de 58.000 test defectuosos comprados por España o la de 600.000 mascarillas sin protección suficiente adquiridas por Holanda. Aunque el proceso de verificación español permitió detectar el defecto de los test, se perdió un tiempo vital en disponer de esta prueba crucial para frenar la epidemia.

Especialmente grave ha sido la incapacidad demostrada por la Unión Europea para asistir a los países más afectados. El Consejo de Ministros de la UE del 12 de febrero ya contempló la compra conjunta de material de protección. En su comunicado reconocía que “la respuesta a las amenazas transfronterizas graves para la salud requiere una acción intersectorial coordinada a escala nacional, de la UE e internacional”, y que debía asegurarse que “el personal hospitalario que trate con pacientes disponga de protección adecuada”. Sin embargo, hasta el 25 de marzo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no anunció una licitación conjunta de material sanitario por parte de 25 países de la UE.

Lejos de cooperar, los países miembros menos afectados reaccionaron al comienzo de la crisis con más miedo y egoísmo que altura de miras. Alemania aprobó un decreto de paralización de las exportaciones de material sanitario de protección, que provocó un incidente diplomático con Austria y Suiza. El proteccionismo no es la mejor estrategia contra un virus que no respeta fronteras ni aduanas.

La dificultad de abastecimiento revela la necesidad de disponer de reservas estratégicas de material sanitario y mecanismos ágiles para reconvertir el tejido productivo para la fabricación de determinado utillaje, como ahora se está haciendo de forma improvisada. Pero ningún país puede garantizar por sí solo que podrá cubrir todas las contingencias. Los diferentes planes nacionales deben formar parte de una estructura europea de coordinación y respuesta rápida que garantice los suministros y permita distribuirlos de acuerdo con las necesidades.

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