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Columna
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El hombre que camina

Todo lo que creíamos sólido se ha esfumado y estamos recluidos sin saber muy bien qué hacer con el sueño cumplido de poder estar en casa

Pepa Bueno
Una persona pasea a su perro en Madrid este lunes.
Una persona pasea a su perro en Madrid este lunes.Álvaro García

El hombre que camina es un librito de Franck Maubert (Editorial Acantilado) sobre la escultura de Giacometti, que resume en una figura escuálida, frágil pero determinada, al ser humano. Sobre la obra, un símbolo tras los desastres que en su primera mitad había acumulado ya el siglo XX, dice Maubert: “Caminar es una liberación. Desafiar la gravedad sin dejar de someternos a ella. Caminar es ser, es existir, es pensar… en cada paso hay esperanza, una sensación de libertad”.

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Y ahora el mundo se ha parado en seco. Después de desafiar la gravedad mucho más allá de un pie tras otro pie y tomar aviones como quien coge un taxi, ahora sí que sí, todo lo que creíamos sólido se ha esfumado y estamos recluidos sin saber muy bien qué hacer con el sueño cumplido de poder estar en casa. Especialmente en las grandes ciudades, especialmente en Madrid. Viviendas concebidas para el tránsito (cenar, dormir y salir) no para el estar. Espacios reducidos donde se amontona el amor, pero también la ira o la soledad. Hay vecinos que acaban de conocerse estos días al saludarse de balcón a balcón, después de años de coexistencia, que no de convivencia.

La batalla es contra el virus, pero la pandemia vuelve a poner en primer término la desigualdad. Para soportar el encierro y para pagar la comida, el alquiler y los servicios. Si algo deberíamos haber aprendido de grandes crisis anteriores es el precio elevadísimo que asumimos cuando damos por bueno que hay que dejar a gente en la cuneta. Que es inevitable, que así son las cosas. Un alto precio que pagan en primer término los abandonados, pero que acabamos costeando todos en las urnas democráticas, como llevamos años comprobando.

Escribo esta columna sin conocer en detalle las medidas que ayer aprobó el Gobierno español para enfrentar el descalabro económico que ya se vive en muchas empresas, en muchos hogares. Se vive ya, solo con el parón en seco de unos días en España y con el resto del mundo a medio gas, desde hace dos meses.

Y sin saber cuándo termina este confinamiento que ha fulminado a los partidarios de achicar lo público y a quienes defienden que la vida depende solo de tu esfuerzo individual. A ver qué esfuerzo es posible cuando el ser humano no puede ni caminar. @PepaBueno

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