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Columna
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Cualquiera menos Trump

Si un candidato mentiroso, imprevisible y de extrema derecha consiguió la nominación republicana y luego la presidencia, por qué no podría conseguirla un candidato honesto

Lluís Bassets
Bernie Sanders, durante el mitin de este martes en Vermont.
Bernie Sanders, durante el mitin de este martes en Vermont.Keiko Hiromi

La cuestión que se dirime es si Trump será un mero paréntesis o dejará una profunda huella que modifique e incluso pervierta la gran democracia americana. De ahí la enorme responsabilidad que recae sobre los votantes demócratas, que son los que seleccionan en sus primarias al candidato que pueda arrebatarle la Casa Blanca al actual presidente el 3 de noviembre.

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Son muchos los estadounidenses que prefieren a cualquiera antes que Trump. Pero eso no significa que cualquiera sirva para derrotarle. Al contrario, es posible que algún candidato demócrata reúna todas las condiciones para caer ante Trump. Para una gran parte de los votantes demócratas y para el republicanismo moderado más disgustado con el trumpismo, este es el caso de Bernie Sanders.

Su programa, percibido como socialista y revolucionario, por más que desde Europa se pueda considerar socialdemócrata, actúa como un revulsivo para muchos votantes moderados en favor de la abstención e incluso, en el caso de los conservadores en el terreno fiscal, para estimular el voto tapándose la nariz en favor de Trump. En favor de Sanders juega el espíritu revuelto de los tiempos: si un candidato mentiroso, imprevisible y de extrema derecha consiguió la nominación republicana y luego la presidencia, por qué no podría conseguirla un candidato honesto, previsible y de extrema izquierda.

La confianza en los beneficios aleatorios de la polarización política tiene sus límites, de forma que tiene toda la lógica que el campo demócrata se halle movilizado para situar frente a Trump a un candidato que encabece una gran coalición centrista, capaz incluso de arañar votos republicanos y conservar a la vez en su seno al ala izquierda de los demócratas. No es fácil la selección, porque antes de encabezar la coalición contra Trump debe formar una coalición que venza a Sanders.

No ayudan el método y el calendario desordenado y confuso de las elecciones primarias, especialmente la democracia directa de las asambleas o caucus. El sistema democrático se halla sometido en su conjunto a una prueba de tensión que abarca desde la presidencia hasta las primarias. Si Trump se convierte el 4 de noviembre en un accidente de cuatro años, Estados Unidos habrá superado la prueba satisfactoriamente, pero si sigue en la Casa Blanca, la crisis abarcará todo el edificio democrático.

Había varias opciones para intentar echar a Trump. Encontrar otro Obama era la que a cualquiera podía venirle en mente. Cabía repetir el intento de colocar por primera vez a una mujer, tras el fracaso de Hillary Clinton. Incluso apostar por una mujer de color. O por un hombre casado con otro hombre. No ha funcionado ninguno. Con el mal resultado de Mike Bloomberg también se ha caído la contrafigura de un plutócrata presentable y decente.

Para echar a Trump, de 73 años, quedan así Joe Biden y Bernie Sanders, de 77 y 78 respectivamente. Hombres mayores para encabezar o una gran coalición centrista o la redención por la insobornable pureza de la izquierda. A tener en cuenta que con el impeachment quedó claro que Trump prefiere a Sanders y designa a Joe Biden como el enemigo a abatir.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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