Fue Antonio Saura quien me pasó su teléfono. Le llamé y quedamos para el día siguiente en su estudio de Montreuil, ciudad obrera de la banlieue de París. En aquella década de los ochenta, Miguel Ángel Campano (1948-2018) pintaba series basadas en Nicolas Poussin (1594-1665). Era un día frío, lluvioso y gris típico de los inviernos parisienses. Me invitó a café. Vestía camiseta blanca y tejanos como Pollock y también fumaba sin cesar. Hablaba en voz baja, comentando su obsesión por Le déluge, de Nicolas Poussin, cuadro crepuscular del pintor francés del siglo XVII. Apoyados en la pared esperaban un lienzo blanco sobre bastidor de 2 metros por 1,50 y dos de 60 centímetros por 50 para esbozos. Se puso a pintar con energía y gestos espectaculares otra versión de Le déluge d’après Poussin. Se movía de los esbozos al cuadro grande echando pinceladas negras, ocres, grises. Al cabo de dos horas, el cuadro, lejos de terminar, ya desvelaba una barca y un personaje presos en un río enfurecido bajo el diluvio. Detrás de la barca, una casa y un árbol. Me fijé en que pintaba igual con la mano izquierda que con la derecha.
Texto de Jean Marie del Moral
D’après es el título de la retrospectiva sobre Miguel Ángel Campano que se puede ver en el Museo Reina Sofía hasta el 20 de abril.