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Un paseo por el suelo antártico con un glaciólogo

Investigadores españoles en la isla Livingston han encontrado esta campaña antártica menos nieve que años anteriores en los dos glaciares que estudian y miden

Expedición española para visitar los glaciares antárticos.
Expedición española para visitar los glaciares antárticos.R. M. T.
Base Juan Carlos I (Antártida) -

El sonido del hielo milenario al caminar, bajo los pies. De cuando en cuando, una grieta que parece la entrada al Averno de hielo. Algunas, dicen, tienen más de 100 metros de profundidad, así que hay que pasar con mucho cuidado. El equipo va cargado de estacas y con un perforador para agujerear el glaciar Johnson, en la isla Livingston de la Antártida. Estamos en el centro de trabajo de los investigadores polares del proyecto de la Universidad Politécnica de Madrid que lidera Francisco Navarro y que, una campaña más, como hacen desde los años noventa, están en este continente para comprobar cómo cambian dos de los glaciares de la isla, situados en lo que llaman trópico antártico”. Quieren conocer su pérdida de masa de hielo y cómo afecta este fenómeno al aumento del nivel del mar.

A su paso, los miembros del equipo van sembrando estacas de 3,65 metros en puntos controlados por GPS. Al mismo tiempo comprueban el estado de las que dejaron en campañas anteriores. Para esta plantación se requiere hacer agujeros, con un taladro que, gracias al apoyo de los guías de montaña de la base Juan Carlos I, trasladan hasta lo más alto del Johnson. “Este año hemos visto caídas muchas estacas, casi la mitad de las que teníamos. Las ponemos para saber cómo avanza el glaciar. A falta de conclusiones definitivas, esto ya nos dice que el hielo ha bajado unos dos metros en este lugar desde que vinimos la última vez. Nunca hemos visto tantas estacas en el suelo. Además, otros años, en este mismo mes, recorríamos el glaciar en motos de nieve, pero ahora lo tenemos que hacer andando porque no hay nieve suficiente”, comenta el investigador Ricardo Rodríguez. Es una caminata de varios kilómetros.

En esta fase de la campaña le acompaña, por primera vez, el investigador José Manuel Muñoz. Cada día desde que llegaron suben a puntos diferentes calzados con esquís o raquetas y encordados para no caer en alguna grieta. “Ese es el mayor peligro en el glaciar, así que cuidado con distraerse con las fotos y acabar metiendo el pie en una”, nos avisa Pablo, el guía que se encarga de la seguridad de las visitas, entre las que me encuentro. En realidad, es fácil despistarse y dejar vagar lejos la mirada cuando en el horizonte el blanco del hielo se funde con el negro de las montañas volcánicas y el azul intenso de otros frentes glaciares que dan al mar.

Como tantos otros glaciares de la Tierra, el Johnson parece estar en retroceso desde mediados del siglo XX, si bien ha tenido altibajos significativos. “Registros históricos reflejan que desde 1957, cuando acababa en el mar, hasta el año 2000 perdió mucho volumen de hielo, pero esa disminución fue a menos desde entonces hasta 2007; luego se estabilizó hasta 2017-2018, incluso aumentó algo en su masa, pero lo que vemos ahora es que, probablemente, en 2019 ha retrocedido de nuevo, a falta de tener los resultados finales de la campaña. El año pasado no se había fundido nieve, pero este vemos que no la hay, cuando la masa glaciar se genera con la nieve que cae en la parte superior, donde estamos, y se va acumulando”, explica Rodríguez.

Estos altibajos son un reflejo de la complejidad del clima en este continente de 14 millones de kilómetros cuadrados. En general, hay pocas dudas de que la inmensa mayoría de los 200.000 glaciares que existen en el planeta están en retroceso, como alerta en sus informes el IPCC (Panel Intergubernamental del Clima de la ONU). Y menos del impacto que tiene su deshielo: “Puede que, para muchas personas, el mar abierto, el Ártico, la Antártida y las zonas de alta montaña parezcan muy distantes, pero dependemos de esas regiones, que inciden directa e indirectamente en nuestras vidas de formas muy diversas, por ejemplo, en lo concerniente al tiempo y el clima, la alimentación y el agua, la energía, el comercio, el transporte, las actividades de ocio y turísticas, la salud y el bienestar, la cultura y la identidad”, señalaba al presentar su informe el presidente de este panel de expertos, Hoesung Lee.

Dependemos de este hielo que estoy pisando en la Antártida y resulta que solo los casquetes de Groenlandia y la Antártida perdieron unos 400.000 millones de toneladas anuales de masa en una década, hasta 2015. Esto supone un aumento del nivel de los mares a nivel global de 1,2 milímetros cada año, los mismos mares que rodean la península Ibérica, a más de 13.000 de esta península antártica.

Además del Johnson, el equipo de la UPM estudia también el glaciar Hurd, con una situación más preocupante que el Jonhson. Una de sus lenguas glaciares, llamada Sally Rocks, ha retrocedido 230 metros entre 1957 y 2015. Hace un par de días, por lo que era hielo hace 63 años, comprobé que ahora se solea un buen grupo de elefantes marinos, juguetean lobos, también marinos, y crías de pingüinos papúa, que aún andan cambiando el plumón, se preparan para dar el salto al mar.

Investigadores españoles colocan las estacas para medir la evolución del glaciar.
Investigadores españoles colocan las estacas para medir la evolución del glaciar.R. M. T.

Ricardo y José Manuel colocan un dispositivo de control de posicionamiento GNSS (Global Navigation Satellite System) en un pico bautizado como Despeñaperros, en homenaje a tierras andaluzas mucho más cálidas. Este sistema permitirá saber desde el espacio cuánto crece o disminuye el glaciar tomando medidas todo el año.

Y después iniciamos la bajada desde lo más alto del Jonhson hacia la costa. Siempre siguiendo huella. Tan encordados como cuando llegamos. La temperatura es baja, pero la falta de viento hace que la sensación térmica sea agradable. Ricardo, que lleva 12 campañas antárticas visitando la base Juan Carlos I, lo tiene claro: “El planeta es de todos y entre todos debemos cuidarlo. Esperamos que estos estudios ayuden a entender cuál pueda ser la evolución futura de los glaciares antárticos y lo que nos espera si nos quedamos sin ellos”.

A lo lejos, la bahía de la base Juan Carlos I tiene una luz especial bajo un sol tamizado de nubes; la atmósfera es transparente. Aunque la pasada noche nevó, era tan poco que no ha cuajado. Un día más, en la costa se sigue esperando el blanco entre la tierra negra.

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