_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La ley soy yo

La primera regla para tratar con un tipo como Trump es no minusvalorarle. Será un narcisista, pero no es un cretino

Ramón Lobo
Donald Trump, en un acto en la Casa Blanca.
Donald Trump, en un acto en la Casa Blanca. JIM WATSON (AFP)

El fallido impeachment ha tenido dos efectos: hundir a Joe Biden en las primarias del Partido Demócrata y que Donald Trump se sienta intocable. ¿Quién le va a despedir si los 53 senadores republicanos han vinculado su futuro al del inquilino de la Casa Blanca? Ha obtenido lo que quería, trasladar a los votantes la decisión de destituirle, que sean ellos en noviembre los que determinen si abusó de su poder. El problema es que en las democracias no existen los plebiscitos personales, eso sucede en los regímenes autoritarios. Y aún no es el caso.

Sostiene el candidato demócrata Michael Bloomberg que cuatro años más de Trump pondrían en riesgo los cimientos de la democracia de Estados Unidos. Aunque puede ser una exageración, existen motivos de inquietud. El deterioro del clima político divide cada vez más al país. La emisión de fake news, que arrancó en la inauguración de su presidencia cuando dijo tener más fieles que Obama, es una forma de comunicación tóxica que emponzoña el debate. Y lo más grave: la pérdida paulatina de contrapesos. Un ejemplo: el presidente se declara “el principal agente de la ley”, cargo que corresponde constitucionalmente al fiscal general, en este caso a William Barr. La traducción libre sería “la ley soy yo”.

La primera regla para tratar con un tipo como Trump es no minusvalorarle. Será un narcisista, pero no es un cretino. Sabe lo que hace. La frase es una provocación con dos destinatarios: los precandidatos demócratas enfrascados en unas cruentas primarias y para Barr, que ha dejado de ser útil. Ejerció de ariete en la trama rusa para desmantelar el caso y hostigar al fiscal especial Robert Mueller. Después ha sido el abogado defensor en la pista ucrania.

Tras el impeachment, Trump ha despedido a los funcionarios que declararon en su contra en el Congreso, ha atacado a los fiscales del caso de su amigo Roger Stone tras pedir una reducción de pena, y ha intervenido vía Twitter en favor de su excolaborador Michel Flynn. El fiscal general Barr, que juega en su bando, pero entre bambalinas, le pidió que no tuiteara más sobre estos asuntos. Dijo que hacía imposible su trabajo. Lejos de frenarse, ha atacado a todo el Departamento de Justicia y exige a Barr que limpie su casa. Pinta mal para el hombre. Sus allegados han filtrado que estudia dimitir. Trump, lejos de inmutarse, le señala la puerta.

Con un Partido Republicano entregado a la causa populista y un Senado maniatado por el miedo a perder el favor presidencial —y el escaño—, a Trump solo le queda domar la judicatura. Sería el presidente más peligroso de la historia de Estados Unidos. Es su forma de actuar: presionar, insultar y amenazar. Tiene el poder y el apoyo de la élite, y de millones de votantes. Por eso gana todas las batallas, sean en Estados Unidos, China o en la Unión Europea con la tasa Google.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_