_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El mundo gira despacio

Disfrutamos de un alto nivel de vida material, pero intelectualmente estamos exhaustos. Es la definición canónica de decadencia

Víctor Lapuente
Varias personas interactúan con un robot en Times Square.
Varias personas interactúan con un robot en Times Square.REUTERS

El mundo va muy deprisa. Millones de libros, películas, conversaciones e infinitos tesoros virtuales nos aguardan en la lámpara mágica del móvil dispuestos a saciar nuestros deseos. Pero los peligros también nos acechan a gran velocidad. Virus, reales o informáticos, saltan fronteras amenazando nuestra salud y la de nuestras democracias. Los robots sustituyen a los obreros, las aplicaciones de móvil, a los establecimientos comerciales. La desigualdad se dispara, denuncia la izquierda. El leviatán-Estado nos engulle, teme la derecha.

Pero, ¿y si ambas estuvieran equivocadas? ¿Y si el problema es que el mundo no va muy deprisa, sino muy despacio? Algunas voces provocadoras, como el historiador Niall Ferguson, llevan tiempo advirtiendo sobre la “gran degeneración” en la que vivimos, con políticos corruptos y ciudadanos inanes. Y algunos investigadores rigurosos, como el economista Robert Gordon, han encontrado que, de las tres grandes revoluciones industriales (la del vapor, de 1750 a 1830; la de la electricidad, la química y el motor de combustión, de 1870 a 1900, y la de la informática, a partir de 1960), fue la segunda la que cambió más nuestras vidas, permitiendo el desarrollo, durante el glorioso periodo de 1890 a 1972, de los aviones, coches, lavadoras, aire acondicionado, calefacción central, rascacielos y prácticamente todo lo que asociamos con la existencia urbana moderna. Ahí, la humanidad alcanzó su pico máximo de productividad. A partir de entonces, y a pesar de que la palabra más repetida por todos sea innovación, somos menos innovadores. Si nos alejamos del genio del teléfono y el iPad, la vida hoy es más parecida a la de 1970 que la de 1970 a la de 1920.

En un libro de próxima publicación (La sociedad decadente), el periodista Ross Douthat ofrece un arsenal de datos sobre el estancamiento de nuestras sociedades. Formamos menos empresas, cambiamos menos de ciudad y tenemos menos hijos. El arte, la cultura y la política se han vuelto repetitivos. Disfrutamos de un alto nivel de vida material, pero intelectualmente estamos exhaustos. Es la definición canónica de decadencia. Envejecemos entregados a los placeres del cuerpo, y adictos como nunca a los calmantes de la mente.

Quizás no hay escapatoria, pero tampoco prisa. El imperio romano decayó dulcemente durante cuatro siglos. Así que, relájate y piérdete en Internet. @VictorLapuente

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_