Siempre es San Valentín en Sissinghurst, el jardín que unió a un matrimonio que nadie creía posible
Una historia de respeto, libertad, poliamor y la importancia de un proyecto común
Sissinghurst, en el condado de Kent, fue el hogar y la salvación del genuino y poco convencional matrimonio entre la aristocrática poeta y novelista Vita Sackville-West y el diplomático Harold Nicolson. Allí, descubrieron juntos su amor por la jardinería, una pasión que les mantuvo unidos toda la vida pese a las conocidas relaciones extramatrimoniales de ambos.
Después de que, por el mero hecho de ser mujer, Vita se viera obligada a renunciar a su herencia –la imponente mansión familiar de Knole donde se crió–, la pareja compró Sissinghurst en 1930, y sobre los restos de una serie de edificios de estilo Tudor, levantaron el hogar en el que vivieron durante más de 30 años, hasta la muerte de Vita en 1962.
En jardín, organizado en diferentes estancias, fue diseño de Harold, mientras que la plantación fue trabajo de Vita. "Era una manera de completar sus libros, así como la mano izquierda completa a la derecha mientras se toca el piano", cuenta el hijo de ambos, Nigel Nicolson, en su libro Retrato de un matrimonio. "Las perspectivas exactas, la cuidadosa colocación de una urna o de una estatua, la división del jardín mediante setos, muros y edificios en una serie de jardines separados o la calculada alternancia de líneas curvas y rectas todo anuncia su mano clásica", escribe.
Del mismo modo, "la abundancia y variedad de flores, clematis, higueras, enredaderas; la ausencia de colores violentos y de cualquier elemento demasiado ordenado o doméstico descubren su romanticismo". Ese contraste cómplice en su forma de entender el jardín se reflejaba también en su matrimonio.
Mantenían lo que hoy se conoce como una relación abierta, una práctica no muy bien vista en la Inglaterra de principios del siglo XX, pero común entre una generación de escritores conocida como grupo de Bloomsbury. La escritora y el diplomático eran cercanos a este círculo de intelectuales británicos de ideología liberal que rechazaba la moral victoriana y los hábitos burgueses. Y pese a que según las convenciones de la época pocos creerían posible esta unión, juntos construyeron un matrimonio sólido, fundado en el amor y el respeto, mientras ambos mantenían abiertamente relaciones homosexuales paralelas.
Las más sonadas vinieron por parte de Vita, sus dos grandes amores prohibidos fueron las escritoras Violet Trefusis y Virginia Woolf. Aunque el primero fue más largo e intenso, el idilio con la autora de Mrs. Dalloway o Una habitación propia ha pasado a la historia de la literatura en las páginas de su célebre obra Orlando, inspirada en la vida de Vita, y gracias a la película Vita and Virginia (2018). Harold fue amante durante años del escritor Raymond Mortimer, amigo de su mujer.
A pesar de los affaires, este matrimonio libre e indestructible a partes iguales se mantuvo unido durante 50 años, en gran medida por al amor a la jardinería que tantas alegrías les dio. "Qué felicidad hemos recibido tú y yo de ese jardín. Una verdadera y profunda satisfacción y un sentimiento de triunfo. Es un logro, seguro que lo es. Y es placentero sentir que hemos creado una obra de arte. Realmente todo es mérito tuyo. Lo mío fueron simplemente reglas y pedazos de papel", confesaba Harold a su compañera de vida en una carta de 1955.
El jardín de Sissinghurst, levantado sobre un montón de escombros, fue su gran proyecto común, una obra de amor y una extravagancia en opinión de su hijo. Cada viernes Harold regresaba a casa y recorría el jardín con su impecable traje y su maletín. Pese a sus múltiples ocupaciones, era su principal interés y un descanso para aliviar las tensiones del trabajo. También "el vaso de vino con el que empezaban las delicias del fin de semana", cuenta Nigel Nicolson.
Vita permanecía sola la mayor parte del tiempo. Dedicaba las horas a plasmar en un gran cuaderno sus reflexiones sobre el jardín. Cuando Harold regresaba, compartían ideas, "sus alegrías, sus preocupaciones, sus triunfos y desengaños".
El resultado fue un poético refugio dedicado a la belleza que nació sobre todo del genio amateur de Vita y que acabó convirtiendo a su creadora en una de las figuras más influyentes del paisajismo inglés del siglo XX. Entre 1946 y 1957, plasmó sus andanzas jardineras en una columna semanal del periódico The Observer. Su gran obra es hoy propiedad de la organización conservacionista británica National Trust y recibe la visita de miles de personas al año.
Esta peculiar y rebelde aristócrata, autora de Los Eduardianos, fue en muchos aspectos un alma libre como su admirada abuela, la bailarina malagueña Josefa Durán, más conocida como Pepita de Oliva, la Estrella de Andalucía. De ascendencia gitana, se hizo célebre en toda Europa a mediados del siglo XIX. Durante su estancia en Alemania, se enamoró del diplomático inglés Lionel Sackville-West. A pesar de que ambos estaban casados y de las abismales diferencias sociales que les separaban, formaron una nueva familia en Arcachon (Francia).
En Villa Pepita nacieron sus cinco hijos, entre ellos Victoria, madre de Vita. Pepita fue también el título de la biografía que su nieta escribió y donde, además de confesar la influencia que su abuela ejerció sobre su ansia de libertad, reivindica a su madre, repudiada por la conservadora sociedad victoriana por ser fruto de una relación adúltera, y quien terminaría casada con su primo, el tercer barón de Sackville-West.
Fue en el jardín donde Vita y Harold encontraron la estabilidad que su ajetreada existencia no les brindaba. Sissinghurst es también una metáfora de la intensa vida común de ambos y la fórmula del éxito de su matrimonio, tal y como da a entender su hijo. "El jardín se renueva eternamente, como un drama, con actos y escenas: puede haber cambios en el reparto, pero el guion continúa siendo el mismo. La permanencia y el cambio son su secreto".
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