¿Crisis agraria coyuntural o estructural?
Las protestas que están protagonizando sectores del campo español ponen sobre la mesa cuestiones que es preciso resolver con un análisis adecuado de la naturaleza y las causas de la situación
Desde hace unos días se están produciendo diversas manifestaciones y protestas de agricultores que evidencian que algo está pasando en el sector agrario español, protestas que están siendo ampliamente difundidas por los medios de comunicación. Sin embargo, las declaraciones de algunos líderes de organizaciones agrarias y las opiniones de algunos artículos sobre el tema, no analizan de forma adecuada la naturaleza y las causas de la crisis agraria.
En primer lugar, no se puede analizar la agricultura como un todo, pues las situaciones y problemas de los diferentes sectores que conforman la agricultura española son muy distintos. Hay sectores con fuerte apoyo como es el caso del olivar en el que se ha ganado mucho dinero, razón por la cual la superficie de este cultivo olivar ha aumentado mucho, y por ello en algunas campañas con buenas condiciones climáticas se produce una gran superproducción que hunde los precios, a lo que deben sumarse los aranceles impuestos por la Administración de Trump a la importación de la aceituna de mesa y del aceite de oliva español. Otros sectores como frutas y hortalizas, que han sido tradicionalmente rentables, acusan ahora problemas de precios por exceso de producción en algunos productos, y por la prohibición de las exportaciones de la UE a la Federación de Rusia derivada de la crisis política de Ucrania. En cambio, en otros sectores como el del porcino ocurre lo contrario, ya que las exportaciones han aumentado fuertemente, en especial a China, como consecuencia del brote de peste porcina en ese país, lo que ha elevado los precios y la rentabilidad de este sector.
No se puede analizar la agricultura como un todo, pues las situaciones de los sectores son muy distintas
En segundo lugar, la política agraria comunitaria (PAC) ha beneficiado a muchos sectores de la agricultura española, aunque de nuevo no a todos y con importantes diferencias entre unos productos y otros, y ha contribuido en los 15 últimos años a que la renta agraria española aumentara de forma sostenible, aunque, eso sí, sin llegar aún a la equiparación con las rentas no agrarias. El sector agrario es uno de los más protegidos en la UE, y España es el tercer Estado miembro beneficiario de ayudas de la PAC, recibiendo anualmente casi 6.000 millones de euros. Los agricultores pueden percibir bajos precios algunos años, es cierto y ahora lo son, pero no hay que olvidar que los agricultores siguen percibiendo importantes ayudas por hectárea. Por otro lado, en torno al 50% de los 660.000 agricultores que reciben pagos por hectárea de la PAC tienen una renta agraria sobre la total menor del 20%, es decir, no viven casi de la agricultura.
No es mi intención defender la tesis de que el sector agrario español va bien y que no tiene problemas, pues es cierto que llevamos dos años con malas cosechas, bajos precios y fuerte descenso de la renta agraria, que ha sido compensado, aunque solo en parte, por las ayudas por hectárea de la PAC y las indemnizaciones pagadas por el seguro agrario como consecuencia de las pérdidas de cosecha. Pero decir que la política y los poderes públicos han abandonado al sector agrario, como he escuchado de algunos líderes agrarios o leído en algunos artículos, es bastante demagógico. Otra cosa es el abandono del medio rural, pero ese es otro tema.
La pregunta clave en torno a la cual debería centrarse el debate y las posibles soluciones a adoptar es la siguiente: ¿la crisis es coyuntural o estructural? La pregunta sobre la naturaleza de la crisis es fundamental, ya que las políticas y medidas a adoptar serán muy distintas según sea la respuesta. Los cuatro factores principales que están en la raíz de la actual crisis son: 1) cambio climático y mayor frecuencia de fenómenos climáticos extremos; 2) excesivo peso de pequeñas explotaciones; 3) deficiente funcionamiento de la cadena alimentaria, y 4) factores geopolíticos como el proteccionismo y aumento de aranceles por parte de EE UU, o las sanciones impuestas por la Federación Rusa a las frutas y hortalizas de la UE. De estos tres, el único que es claramente estructural y duradero es el cambio climático. Las pequeñas explotaciones podrían ampliar su tamaño y entrar jóvenes agricultores si se define la figura de agricultor genuino, que es el que percibirá las ayudas por hectárea según la reforma de la PAC, de forma restrictiva, y se permite la cesión de los derechos de ayuda de los agricultores no genuinos a otras explotaciones, promoviendo así un amplio proceso de reestructuración agraria. La cadena alimentaria puede y debe funcionar mejor y, de hecho, existe en España una buena ley de mejora del funcionamiento de la cadena alimentaria de 2013, que trata de proteger a los agricultores frente a la industria alimentaria y a la gran distribución, y que, entre otras cosas, crea un observatorio de precios a lo largo de la cadena. Solo hace falta mejorar dicha ley y que se cumpla más y mejor. En cuanto a los factores geopolíticos, esperemos que sean pasajeros gracias a una UE más fuerte y a que Trump no sea reelegido.
La cadena alimentaria puede y debe funcionar mejor y, de hecho, existe en España una buena ley para ello
En cuanto al cambio climático, ¿qué hacer? Dos cosas: la primera, tomarse en serio la mitigación y adaptación de la agricultura al cambio climático, como ya hace la reforma de la PAC al proponer ayudas para aquellos agricultores que lleven a cabo prácticas favorables para el medio ambiente y el clima (ecoesquemas), o el Plan Verde de la UE lanzado por la presidenta de la Comisión; y la segunda, mejorar la gestión de los riesgos agrarios, lo que supone: 1) seguir perfeccionando el sistema español de seguros agrarios; 2) crear un fondo de reserva para apoyar a los agricultores en crisis agrarias que no pueden ser asumidas por los seguros agrarios, reserva que ya existe en el ámbito de la UE, pero que no funciona bien y debe mejorarse, y 3) que los agricultores lleven a cabo su propia gestión del riesgo, tanto de forma individual, cambiando y diversificando cultivos, adaptando las técnicas de producción y ahorrando en los años buenos para afrontar los años malos (con un tratamiento fiscal favorable para el ahorro regularizador), como de forma colectiva, gestionando los riesgos de mercado a través de las organizaciones de productores, respetando las normas de competencia.
Nuestra conclusión es que la crisis agraria actual es básicamente coyuntural, aunque hay algunos sectores con problemas estructurales de rentabilidad, caso por ejemplo del ovino extensivo, lo que requerirá adoptar medidas específicas para dichos sectores. Pero, si la crisis agraria se convirtiera en estructural, entonces se requerirían medidas y cambios más profundos.
José María Sumpsi es catedrático emérito de Política Agraria de la Universidad Politécnica de Madrid e investigador del Centro de Estudios e Investigación en Gestión de Riesgos Agrarios (Ceigram). Fue subdirector general de la FAO.
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