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Columna
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Una vez desenfundada

La mera existencia del 'impeachment' ha tenido efectos disuasivos, aunque no es seguro que suceda lo mismo en el futuro

Lluís Bassets
Una imagen de archivo de Donald Trump, en Miami (Florida).
Una imagen de archivo de Donald Trump, en Miami (Florida).JIM WATSON (AFP)

Una vez desenfundada el arma, es primordial la cautela y la pericia. La diana es difícil, por su posición elevada y lejana, los obstáculos que se cruzan entre el tirador y el blanco, e incluso la movilidad y capacidad de maniobra de la pieza a abatir. También por el corto y singular historial del artefacto letal: en tres anteriores ocasiones ha sido esgrimido, solo en dos se ha lanzado y en ninguna se ha dado en el blanco. Es verdad que su mera existencia ha tenido efectos disuasivos, aunque no es seguro que suceda lo mismo en el futuro.

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El arma de la destitución parlamentaria o impeachment, desenfundada ya por el Congreso de los Estados Unidos y ahora en manos del Senado, es altamente improbable que sirva para terminar con la presidencia de Donald Trump, pero si su uso es desafortunado, puede quedar inservible para un largo futuro, e incluso dañar a quien habiéndola usado no ha conseguido el resultado apetecido.

Un mes entero ha dejado correr la Cámara de Representantes entre la votación en la que se lanzaron las dos acusaciones —una por abuso de poder y otra por obstaculizar la investigación de los congresistas— y su solemne remisión ayer al Senado, que actúa de jurado a partir de las imputaciones argumentadas por la Cámara baja. Motivos para intentar la destitución presidencial los hay desde el día en que Trump entró en la Casa Blanca, pero los demócratas, conscientes del doble filo del arma, prefirieron retenerse hasta que fue imposible dejar pasar su última trastada.

Es sorprendente la persistencia del presidente en sus comportamientos sospechosos. El cuerpo del supuesto delito fue una conversación telefónica más propia de un jefe mafioso que de un presidente con su colega ucranio Volodímir Zelenski, al que pidió “el favor” de investigar a su rival electoral, el exvicepresidente Joe Biden, por unas supuestas actividades corruptas en Ucrania, bajo amenaza de retener una sustanciosa ayuda militar. El abogado de Trump, Rudy Giulani, sigue todavía ahora con su misión en Ucrania en busca de la involucración de Biden y el lunes se conoció que la empresa ucrania donde trabajaba el hijo de Biden fue hackeada por espías rusos en busca de las pruebas que Trump necesita.

También ha persistido en el segundo delito investigado, la obstaculización a la labor del Congreso, con el veto a la comparecencia de testigos y a la aportación de documentos oficiales de su gobierno, y ahora ya en el Senado con la pretensión de convertir el procedimiento en un mero trámite de exoneración gracias al bloqueo de la mayoría republicana. Esta es la parte de mayor enjundia constitucional, porque en ella se dirime el derecho de los parlamentarios a controlar al poder ejecutivo. Si el arma se atasca o solo sirve para gastar pólvora en salvas, quedarán rotos los equilibrios entre poderes en favor de una presidencia de vocación autoritaria. Todo en provecho de Trump, que buscará en la elección de noviembre de 2020 el plebiscito contra su destitución por los demócratas.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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