_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Te entiendo mejor que nadie

Cuando uno pide que alguien se ponga en el lugar del otro para que tenga empatía con él, utiliza la expresión de forma figurada, no de manera literal

Manuel Jabois
Personas pasan la noche en la calle en el evento de 2017 en Edimburgo.
Personas pasan la noche en la calle en el evento de 2017 en Edimburgo.Sleep in the park

Muchas de las frases hechas utilizadas en el discurso público (y privado) suelen ser producto de un contratiempo moral, casi siempre involuntario. Una de ellas tiene que ver con el prestigio de la experiencia. Ante la amenaza, la violencia o la pérdida de un hijo, no falta quien entiende la tragedia mejor que nadie “como padre” o “como madre”. Más allá de la estupidez ideológica —esta, casi siempre voluntaria— del “cómo voy a ser machista si tengo tres hijas y una madre”, la otra frase, que aspira a la comprensión de un dolor, parece sobrevolar la comprensión del mismo dolor de quien no tiene hijos. Es producto de algo muy extendido: solo puede entender ciertos afectos y ciertos dolores relacionados con los niños quien tenga hijos, porque es una experiencia que no se puede entender sin haberla tenido. Cosa que, si así fuera, desmentiría con más rotundidad la empatía automática de quien es padre con quien también es padre y ha perdido a un hijo: no puedes ponerte en su lugar porque tú no lo has perdido.

No podemos ponernos en el lugar de nadie, y sin embargo se juega constantemente a eso, a menudo con buena voluntad. Cuando uno pide o reclama o exige que alguien se ponga en el lugar del otro para tener empatía con él, utiliza la expresión de forma figurada, no de manera literal. Hace unas semanas se celebró en Madrid una iniciativa organizada por una ONG, Sleep in the Park, que consiste en pasar una noche al raso —con “una manta de supervivencia”— como gesto de solidaridad con los sintecho. Es una acción muy necesaria no por ese absurdo, la de pasar la noche al frío, sino porque hay una serie de conciertos que cuestan una entrada cuyo montante va a parar a la ayuda de gente sin recursos. Pero dormir, ¿de qué y para qué? ¿Para visibilizar qué? ¿Que ayer dormiste caliente y mañana también? ¿Que no tienes problema de alcoholismo, ni te has quedado sin familia ni trabajo? ¿Que falta, en definitiva, todo el contexto por el que una persona duerme en la calle, salvo el hecho de dormir una noche muchos a la vez, que es lo de menos?

Hace años una ministra noruega —de Inmigración e Integración, cartera que exigía un gesto heroico o eso debió de entender ella— llevó a la práctica una iniciativa estupenda. Para saber lo que sentía un refugiado, se echó al agua en Lesbos con un traje de buzo de doble revestimiento y, junto a ella, una lancha salvavidas con fotógrafo. Se dejó llevar por las olas unos metros y al cabo de un rato se subió a la lancha y dijo a la prensa: “Ha sido una experiencia muy especial”. Lo que tiene que ser especial es creer que por unos instantes te has metido en la piel de un inmigrante, empezando por el color. Pero hasta ahí se lleva el concepto equivocado de empatía y el delicado engranaje egoísta de la conducta humana: “Voy a sufrirlo yo para gobernar con más justicia”, supongo que porque si no lo sufres tú te resulta inconcebible cómo lo pueden sufrir otros y qué remedios aplicar.

Es fácil: ponte en su lugar pero en tu imaginación, no hace falta meterse en el agua: en lugar de refugiada serás una bañista. Que es lo que somos todos cuando queremos teatralizar una desgracia con la que queremos solidarizarnos pero no nos afecta; que queremos vivirla como representación y no como hecho. Como si el dolor, en definitiva, pudiese representarse.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_