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Columna
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Contra el Tribunal Supremo

Es triste comprobar cómo los amigos de Federico Trillo, de Andrés Ollero, incluso los de Soraya, callan cuando Santiago Abascal reclama detenciones extrajudiciales

Xavier Vidal-Folch
Fachada del Tribunal Supremo, en Madrid.
Fachada del Tribunal Supremo, en Madrid. Ballesteros (EFE)

El búnker ha declarado la guerra contra el Tribunal Supremo (TS). Pretende así volarlo todo. También impedir que dos millones de catalanes levantiscos se reintegren al marco de la Constitución que abrumadoramente Cataluña votó... aunque no los ultras que la jalean.

El asedio al TS empezó el mismo día 14 de octubre en que dictó sentencia condenando por sedición a nueve procesados del procés, en vez de hacerlo por el, más grave, delito de rebelión. No solo le molestó la rebaja de las penas que eso suponía (la fruslería de prisión por 13 años), sino sobre todo que el alto tribunal denegase la petición fiscal de impedirles los beneficios penitenciarios antes de cumplir la mitad de sus condenas.

El búnker cuajó en una insidiosa alianza de fiscales contrariados (uno de ellos, paladín exprogresista); excolegas dedicados a la vida caviar del servicio privado a magnates; y profesores universitarios que fueron liberales, convertidos a defender los intereses de narcotraficantes, al modo en que sucede en la parte contraria (algún abogado condenado por ayudar al secuestro de un industrial). Todo ello aderezado y animado por columnistas y medios de la hiperderecha madrileña... y catalana adscrita a los enjuagues del aznarismo, con toda la razón.

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El monstruo de verdad Frankenstein se moldeó desde el 19 de diciembre cuando el Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) consagró las inmunidades del condenado republicano Oriol Junqueras en una sentencia discutible, pero que fue retóricamente pisoteada regurgitando el rescoldo antieuropeo franquista: que se direccionó contra el magistrado Manuel Marchena y su sala del TS, por haber consultado a los herejes de Luxemburgo en una triple cuestión prejudicial.

Y se vuelve operativo ahora, cuando la coalición PP-Cs-Vox busca hurtar al sospechoso (de debilidad) Supremo, y a la doctrina del TJUE, las decisiones sobre Torra y Junqueras en procesos judiciales inconclusos, manipulando espuriamente a la JEC. Esto es lo más grave: el secuestro de la derecha democrática por los ultras prestos a destruir las instituciones.

Es triste comprobar cómo los amigos de Federico Trillo, de Andrés Ollero, incluso los de Soraya, callan cuando Santiago Abascal reclama detenciones extrajudiciales —esa marca del fascismo— como las practicaban la PIDE, la BPS o las SS. Frente a estas, gusten o disgusten sus sentencias, ya yerren, ya acierten, larga vida al Tribunal Supremo. Al TJUE. A las instituciones.

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