A tres bandas
Bolivia, España y México deben buscar una salida a la crisis diplomática
El Gobierno interino de Bolivia decidió el pasado 31 de diciembre expulsar a la encargada de negocios y al cónsul de la Embajada de España en La Paz, tras un confuso episodio ocurrido días antes en la legación de México. La representante de este último país, María Teresa Mercado, también ha sido conminada a abandonar Bolivia. Las versiones sobre este incidente diplomático difieren, pero todo parece indicar que son consecuencia del deterioro de las relaciones de los dos países latinoamericanos después de que México aceptara acoger en su misión diplomática en La Paz a nueve altos responsables del Gobierno del expresidente Evo Morales. Entre tanto, el Gobierno español aplicó una estricta reciprocidad expulsando al encargado de negocios de Bolivia en Madrid, así como a otros dos funcionarios con estatus diplomático.
Editoriales
La visita de cortesía que, según la versión oficial, los dos diplomáticos españoles habrían realizado a la embajadora de México, acompañados por cuatro agentes de seguridad, fue interpretada por las autoridades bolivianas como un intento de facilitar la huida de los asilados. Sin embargo, es inimaginable que una operación de esas características, sin duda atentatoria contra la soberanía de Bolivia, pueda ser decidida por dos funcionarios sin instrucciones del Gobierno. Pero no menos inimaginable que la hipótesis de que el Gobierno ordene a sus diplomáticos en cualquier país hacer un uso tan inapropiado de las inmunidades inherentes a su función. De cualquier forma, habrá que estar a lo que establezcan la investigación abierta por la ministra en funciones encargada del departamento de Exteriores, Margarita Robles, o, en su caso, a las evidencias que pudiera aportar el Gobierno de Bolivia.
La intervención de la Unión Europea en favor de la diplomacia española ha marcado el punto de inflexión necesario para evitar que continúe el deterioro de las relaciones con Bolivia, coincidiendo con la grave crisis política que atraviesa el país tras la renuncia y huida de Morales. Y es de esperar que otro tanto ocurra entre el Gobierno de La Paz y el de México. El contencioso que enfrenta a ambos países a raíz del asilo concedido por México a los altos responsables del anterior Ejecutivo boliviano ha llegado a Naciones Unidas, donde se decidirá si ha existido violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas en una u otra dirección. Nada impide, sin embargo, que las cancillerías comiencen a trabajar.
Bolivia se encuentra en pleno proceso para reencauzar dentro del orden constitucional el conflictivo legado de Evo Morales, a la espera de convocar unas elecciones presidenciales con garantías. El deterioro de las relaciones con México y con España a raíz de un incidente diplomático aún pendiente de explicación no hace más fácil la delicada tarea que el Gobierno interino de Bolivia tiene por delante, sino que le abre un frente exterior por completo innecesario. La Paz ha dado pasos para encontrar una salida, y es momento de que España y México respondan de manera que esta crisis a tres bandas se cierre cuanto antes. No porque lo exija ninguna retórica de la historia compartida, sino porque los motivos conocidos no justifican que tres países con tantos intereses en común hayan desarrollado entre sí tal grado de desconfianza.
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