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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ansiedad juvenil

La inseguridad y el miedo al futuro hacen mella en la salud mental

Migracion
Los trastornos de ansiedad y depresión afectan de forma creciente a los jóvenes.

Cada sociedad y cada modelo productivo generan sus propias patologías. En la época industrial fueron enfermedades asociadas a la toxicidad de los productos que se manipulaban o a las exigencias físicas del puesto de trabajo. En nuestro tiempo, las patologías sociales y laborales emergentes tienen que ver con la salud mental. El aumento de los trastornos depresivos y de ansiedad es el síntoma de un ecosistema laboral y social que genera disfunciones del estado de ánimo. Las estadísticas sobre consumo de ansiolíticos y antidepresivos así lo indican. La encuesta de salud que publica el Ministerio de Sanidad constata que en los últimos doce años se ha triplicado el uso de hipnosedantes y los hospitales atienden cada vez más casos de crisis de ansiedad.

Los trastornos de ansiedad y depresión afectan de forma creciente a los jóvenes. Aunque existen pocos estudios todavía sobre el alcance del fenómeno, alguno de los que se han publicado son altamente preocupantes. El Barómetro Juvenil de Vida y Salud que publica la Fundación de Ayuda a la Drogadicción, por ejemplo, estimó en 2017 que un 11% de los jóvenes de 15 a 29 años sufre ansiedad, crisis de pánico y diferentes tipos de fobias sociales, trastornos que suelen ir juntos como reacción a una situación que la persona afectada percibe como algo que supera su capacidad de respuesta. Que haya tanta ansiedad a edades cada vez más tempranas tiene que ver con la sensación general de incertidumbre ante el futuro y con las exigencias de una cultura muy competitiva y un horizonte profesional en el que hay más demandantes que ofertas de empleo. A ello hay que añadir la creciente desregulación de las relaciones laborales, de manera que incluso cuando se tiene trabajo, las condiciones de precariedad e inseguridad en que se desarrolla generan altas dosis de ansiedad por mantenerlo.

En el caso de los jóvenes, se suma la distancia cada vez mayor entre las expectativas que la cultura en la que viven les genera, con la exigencia de alcanzar el éxito social, y las posibilidades materiales de cumplir esas expectativas. Diferentes estudios han relacionado esta disociación con el aumento de los trastornos de ansiedad, que suelen comenzar como reacción a un entorno percibido como hostil y puede derivar en una ansiedad crónica, que es un estado de alerta permanente que bloquea la capacidad de respuesta y que se acompaña de síntomas muy invalidantes como agorafobia, obsesiones, insomnio, cefaleas y crisis de pánico.

Si queremos conseguir una sociedad saludable hemos de identificar los factores que favorecen estas patologías y adoptar estrategias de prevención. Es un contrasentido que la sociedad haga un gran esfuerzo, en términos económicos y de educación, para formar a las nuevas generaciones de manera que puedan contribuir al bien colectivo, y luego se las someta a unas condiciones laborales tales que haga que todo ese esfuerzo se pierda y derive en una situación de sufrimiento para los afectados y sus familias. Es preciso tomar muy en serio los indicadores de esta tendencia alarmante y afrontar respuestas sociales eficaces para frenar su progresión. En primer lugar, una mejor atención mental, de manera que estos trastornos puedan diagnosticarse de forma temprana y evitar así que se cronifiquen. Pero también es preciso un cambio en las relaciones laborales de manera que se reduzca la sensación de inseguridad y el miedo al futuro.

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