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La radio reina en la ciudad

Toda la actualidad política, económica o social y lo relacionado con la religión o la música tiene cabida en las cinco emisoras locales que emiten en Saint Louis (Senegal). Siguen siendo el medio más seguido por los vecinos

Oyssenou Diop y Ami Gueya miran desde la mesa de sonido el estudio de radio.
Oyssenou Diop y Ami Gueya miran desde la mesa de sonido el estudio de radio.José Miguel Cerezo
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Aminata Dieng se pone los cascos, tantea el micro y levanta la mano. Empieza su programa, llamado simplemente La hora de la hermana Amina. Pronto entran llamadas y se desnortan los temas: salud, sociedad, deporte… Los participantes son mayoritariamente jóvenes que encuentran su espacio de debate en emisiones de este tipo. Otros oyentes, sin embargo, esperan a colgarse los auriculares para escuchar los boletines de la mañana o para el repaso a la actualidad de la noche. En cualquier caso, la radio sigue siendo su principal fuente de información. En Saint Louis, ni los periódicos online o en papel ni el acceso a diferentes plataformas virtuales han cambiado esta costumbre.

“La radio nos junta a todos. Es como si fuéramos una familia. Nos conecta y hace que pasemos tiempo los unos con los otros, sintiéndonos bien. Cuando abro la antena y percibo a los que están en otro lado me siento fenomenal”, explica Dieng, locutora de 22 años. “En Saint Louis tenemos más éxito que en otras poblaciones porque estamos cerca de la gente y los otros medios no están tan presentes. Les nutrimos de información, de comedia o de temas económicos y sociales”, expone con satisfacción.

Dieng forma parte de Zik FM, una de las cinco emisoras que operan en esta ciudad del norte de Senegal. Algunas surgieron como una iniciativa exclusivamente local o se instalaron como matrices de una cabecera nacional. En todos los casos, no obstante, dedican el grueso de la parrilla a información de la zona. Así reflejan las preocupaciones e inquietudes de una población que ronda los 300.000 habitantes en toda el área metropolitana. “La radio crea conciencia. Despierta a la gente y cambia las mentalidades”, apoya Babarcar Niang, el director de Zik FM, a sus 47 años. Detrás de su silueta pende la programación semanal, escrita a boli en unos folios clavados con chinchetas.

La radio nos junta a todos. Es como si fuéramos una familia. Nos conecta y hace que pasemos tiempo los unos con los otros, sintiéndonos bien Dieng, locutora Zik FM

Niang se considera un enamorado del medio y cree que, aunque las nuevas costumbres hayan supuesto algunos cambios, su futuro está garantizado. “Tenemos un público heterogéneo, no nos hemos quedado anquilosados en una franja de edad o un núcleo concreto. Por eso es lo que más resonancia tiene”, analiza, sin atreverse a dar cifras que sostengan las afirmaciones y teniendo en cuenta que el 48% de la población de Saint Louis se sitúa entre los 15 y los 59 años. “Es imposible medir la audiencia. Pero, para hacerse a una idea, nosotros abrimos un concurso hace poco y en una hora llamaron 2.000 personas”, indica.

Tampoco Antoine Diagne, director de Sud FM, es capaz de cuantificar el alcance de su medio: en realidad, irán diciendo todos los implicados en el reportaje, no existe un medidor. Él enfatiza el éxito de los deportes, que abarcan casi toda la parrilla del fin de semana. “También dedicamos un amplio espacio a los temas de género”, apunta, especificando que antes de él hubo una directora y que gran parte de la escaleta se destina a hablar “del papel de la mujer, de las enfermedades que le aquejan, de su crecimiento…”. Y se pone crítico con la situación actual: “Vamos camino de la igualdad. La emancipación es un sueño inalcanzable en la medida en que somos musulmanes y la religión está rendida al hombre. Él tiene siempre la última palabra”.

Este profesional veterano (58 años) empezó como agente comercial. Buscaba publicidad a puerta fría, yendo directamente a los mercados y las tiendas para financiar sus programas o darle un empujón a esta pequeña estación, creada en 1996. Ahora emplea el día entero en un edificio desconchado del barrio de Balacoss, al este. Aquí se juntan tres de las cinco emisoras. Se las puede localizar fácilmente mirando al cielo: cada una luce un escuálido repetidor en azoteas desnudas. “Hay mucha gente que no puede conectarse a la red y están obligados o prefieran la radio”, justifica Diagne. Según la Agencia de Regulación de Telecomunicaciones de Senegal, 9,6 millones de personas (de las casi 16 millones totales) tienen acceso a Internet. Y un 88% lo consulta a través del móvil. Datos que no inciden en la imposibilidad de mantener el crédito de una cuenta o que evitan señalar la tasa de analfabetización, que supera el 50%.

Un medio de comunicación que suele funcionar igual en todos los casos: a lo largo del día se ofrecen noticieros en francés, wolof o inglés, si hay acuerdos con otras emisoras internacionales. Luego dedican un rato a espacios de humor o música y terminan con tiempos de rezo del islam, adecuándose a la religión más seguida (un 94% de los senegaleses son musulmanes, seguidos por un 5% de católicos y una minoría de otras creencias). En el estudio de Sud FM pega el calor —es una pequeña sala carente de ventilación— y la plantilla, formada por unas 10 personas, parece haberse evaporado.

Casi la misma estampa que en Dunyaa Radio, a un par de bloques de distancia. En una habitación acolchada suena una oración. Nadie maneja nada. En el pasillo aparece de súbito Mika Dialo, máximo responsable. “La montamos para dar una alternativa a la pública, del gobierno. Creemos en la libertad de expresión y en el poder de la denuncia”, suelta Dialo. Diawar Ba, al lado, cultiva el apodo de Dj Prince y ve en su trabajo una labor de información y entretenimiento de la ciudadanía. “La tele se ha quedado vieja; la radio, no. Tiene tirón, tiene fuerza, pero hay que preparar a la gente”, advierte.

Sus palabras se hacen palpables en el camino hacia la isla de Saint Louis. En el centro histórico, declarado en 2000 como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, se encuentran las dos estaciones que faltan. Las más antiguas. Antes de visitar sus instalaciones, un kiosko se interpone. Cuatro colegas —el propietario, un vendedor de café, un tranquilo viandante— se arremolinan entre revistas y periódicos con los cascos puestos. “Escuchamos todo”, adelanta uno de ellos, “las noticias, los programas religiosos o los deportes”. El dueño, Bubacar Ba, de 42 años, cree que, a pesar de que aún mantiene el negocio por el interés que provocan los diarios deportivos, “la radio llega a todo el mundo y está 24 horas”. Pape Malick, empresario de una galería, lo corrobora. Entre las máscaras de su local tiene encajado un transistor donde suena un murmullo alborotado y él reconoce prestar atención cada vez que hay algún reportaje. Lo confiesa orgulloso: “No me muevo de aquí y la tengo encendida todo el día”.

Mientras en otras emisoras sufragan gastos a duras penas, Teranga goza de una reputación que la colma de publicidad 

Pasa lo mismo en la RTS (Radio Televisión Estatal, en sus siglas en francés). Los altavoces del edificio con aire acondicionado jamás están en silencio. En la sala principal, unos estudiantes graban un programa. Les asiste Ibrahim Diallo, con 10 de sus 40 años a los mandos técnicos. Mientras, hablan con Marianne Senghor, directora desde hace dos décadas. Fuera de la grabación, Shengor contesta con un discurso ágil. A sus 44 años, domina el gremio y se conoce la ciudad a la perfección. “Como si se la hubiera pateado cada día”, arguye con sorna. En su despacho mira un portátil que arranca lentamente y lamenta la falta de recursos.

“Hacemos directos durante el día, narramos lo que decide el gobierno, pero también lo que más atañe a la gente, generalmente relacionado con la salud”, repasa, refiriéndose entre medias a la historia de la radio y de su tierra natal. “RTS no dedica mucho al humor porque es la radio oficial y tiene una línea editorial muy política”, sentencia. Esta periodista de prestigio rememora sus inicios de becaria y explica infatigable cómo funciona su “segunda casa”: “Compartimos el horario con la radio nacional, pero metemos horas exclusivamente de Saint Louis. Tenemos a ocho corresponsales freelance y a 17 fijos”, relata.

Están intentando darle un toque más fresco, más innovador, para fidelizar la audiencia, pero, advierte, es complicado: “Aquí no tenemos presupuesto para poner cámaras y que salga en streaming o para contratar a más gente”, suspira, manteniéndose al tanto de los avances tecnológicos y convencida del gran papel social de la radio: “Sigue siendo el altavoz de lo que pasa en Senegal”. Su equipo recibe a menudo a gente con historias que contar. En ocasiones se nutren de ellas, “después de contrastarlas y confirmarlas” hasta que no existan dudas.

La RTS se fundó en 1960 a nivel nacional y aterrizó en Saint Louis poco después. Era el emblema de los colonos. Radio Teranga, comandada por el emblema del oficio Golbert Diagnet, surgió como una alternativa. En 1996, se convirtió en la primera radio privada de esta urbe y en la segunda del país (aunque fue inaugurada oficialmente en 1999, como indica una placa a la entrada). Su propósito fue el de “informar justamente”, según asegura Ousseynou Diop, actual director de 34 años. A estas alturas, Teranga reúne a un grupo de 25 profesionales. Desde primera hora cubren entusiasmados distintos asuntos de la ciudad. Él mismo ejerció de reportero unos cuantos años, hasta que ascendió al cargo que ostenta ahora. Sigue rindiéndose al oficio y le falta poco para sacar su móvil y registrar un suceso: hoy, por ejemplo, ha captado a un vehículo girando erróneamente en el puente Faidherbe —que une la isla con la península— y lo está subiendo a la plataforma Ndar24, que también coordina desde aquí.

Mientras en otras emisoras sufragan gastos a duras penas, Teranga goza de una reputación que la colma de publicidad. Eso impulsa la motivación del personal, que aprovecha para ilustrar las noticias con vídeos en Facebook o para redactarlas en la página web. Metidos en el trajín de este universo multimedia, es fácil pillarles frente a una pantalla. Editan grabaciones, preparan un guión o comparten cosas del día a día. Ami Gueya, de 24 años, teclea mientras escucha un archivo y defiende la rigurosidad de su profesión: “Los oyentes saben que somos serios y que no son bulos como los que circulan por internet”, sostiene. Su credibilidad y su ubicuidad siguen erigiéndola como el flujo principal de información en Saint Louis. Así lo cree Diop: “La radio es un medio esencial. Y no tiene fecha de caducidad, porque acompaña a la gente. Se la llevan consigo a todos los lados: trabajo, autobús, casa o mezquita”.

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