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Columna
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La amenaza de los zombis voluntarios

Si el ciudadano anónimo cree que se librará del colapso climático, está más engañado que los ingleses en las últimas elecciones

Eliane Brum
Una manifestante, con una pancarta con el lema
Una manifestante, con una pancarta con el lemaVíctor Sainz

Si el ciudadano anónimo cree que se librará del colapso climático, está más engañado que los ingleses en las últimas elecciones.

Las grandes atrocidades del siglo XX no ocurrieron porque lo decidiera una minoría de psicópatas. Sino porque una mayoría se mantuvo al margen o aceptó lo que sucedía para sacar provecho de la violencia. “No va conmigo, entonces me haré el muerto. También sacaré algún provecho, ya que lo que pasa no es culpa mía y soy demasiado pequeño para poder cambiarlo”. Solo con la omisión mayoritaria o con la participación discreta de la mayoría de los alemanes, el nazismo —siempre el ejemplo más elocuente— fue capaz de establecerse y exterminar a seis millones de personas. Sin la ayuda de los tipos “normales”, los perversos pueden hacer poco. Es lo que presenciamos de nuevo ahora en los Gobiernos antidemocráticos del planeta y en la fragilidad de la COP25 que acaba de terminar en Madrid. La diferencia es que la mayoría que se mantiene al margen no entiende que esta vez el clima literalmente cambiará la historia. Esta vez, el individualismo no salvará a los ciudadanos ocultos tras el anonimato de la vida “común”.

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EDITORIAL | Decepción
Seamos coherentes

El siglo XXI ha presenciado un cambio en este ciudadano al que le gusta denominarse “buena persona”: se ha convertido en zombi por voluntad propia. Nadie ha tenido que comerle el cerebro, él lo ha ofrecido alegremente a la industria farmacéutica y a las religiones de mercado. Se ha unido a hordas de zombis en las redes sociales y se engaña creyendo que el espasmo frenético de su cuerpo es acción. Pero solo trepida, zombificado por voluntad propia. De vez en cuando vota a quienes dicen que pueden devolverlo a un pasado que nunca existió, en el que todo era glorioso y estaba en su debido lugar, como sucedió en las últimas elecciones con los patéticos ingleses. Y fastidia aún más el planeta de todos los demás. Cree que es autónomo cuando solamente es un autómata.

Estamos viviendo el monumental ataque de los zombis voluntarios. Millones de adolescentes se han pasado un año gritando en las calles que a los adultos en el poder no les importaba una mierda su futuro, condenado por el colapso climático. ¿Qué han hecho los zombis? Han seguido comiéndose su propio cerebro, solo para no tener que salir de su pequeño mundo que hace aguas por todos lados. Creen que esta vez también podrán escapar, manteniéndose entre las paredes de sus casas.

Antes de que se atraganten con la última neurona, quiero advertirles: no se saldrán con la suya. Será una pena si se dan cuenta solo cuando escuchen el llanto de dolor de sus propios hijos en un planeta hostil. Porque el grito de los hijos de los otros, los más frágiles, ya pueden escucharlo si todavía saben para qué sirven sus oídos.

Traducción de Meritxell Almarza.

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