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Columna
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Se podría decir que Félix Fénéon fue el precursor de los tuits

Fernando Savater
Retrato de Félix Fénéon realizado por Maximilien Luce.
Retrato de Félix Fénéon realizado por Maximilien Luce. Fine Art Images/Heritage Images via Getty Images

Félix Fénéon fue uno de los personajes más increíbles de fines del XIX y comienzos del XX. Crítico de arte y literatura con olfato infalible, descubre a Rimbaud, Alfred Jarry, Apollinaire, mientras organiza exposiciones pioneras de los futuristas, Seurat, Gauguin, Matisse... También fue anarquista, colaboró en varias revistas libertarias y hasta fue acusado de preparar un atentado en París que causó un herido. En el juicio se defendió él mismo e hizo reír tanto a la sala mostrando las incongruencias de la acusación que tuvieron que absolverle. Publicó numerosos artículos certeros pero siempre anónimamente o firmados sólo con sus iniciales. La única obra editada en su vida, a instancias de amigos, fue Los impresionistas en 1886, que reúne tres críticas de exposiciones: 45 páginas, tirada de 227 ejemplares. Él insistía: “No aspiro más que al silencio”. Quizá no hubiera aprobado la exposición que hasta enero de 2020 le dedica el Museo de l’Orangerie (F. F. Les temps nouveaux, de Seurat à Matisse).Muy recomendable.

Después de su muerte aparecieron unas colaboraciones de 1906 en Le Matin, periódico de gran tirada. Eran también anónimas pero su amante las recortó y pegó en un álbum. Pertenecían a la sección de Sucesos, que contaba con exacta y enorme concisión. Título: noticias en tres líneas. No más de 140 caracteres, o sea, ¡los primeros tuits! Con una gracia lacónica muy difícil en francés, lengua que tiende al alejandrino... “Scheid, de Dunkerque, disparó tres veces a su mujer. Como no le daba, apuntó a su suegra. Acertó”. “El mendigo septuagenario Verniot, de Clichy, murió de hambre. En el colchón escondía 2.000 francos. Pero no hay que generalizar...”. “Ya no hay Dios ni para los borrachos: Kersilie, de Saint-Germain, que confundió la ventana con la puerta, ha muerto”. Qué envidia, tan breve.

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