_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Santiago

Desde el comienzo hubo muertos en las protestas sociales. No despertaron, en Chile, mayor interés

Leila Guerriero
La policía chilena reprime una manifestación con cañones de agua.
La policía chilena reprime una manifestación con cañones de agua.MARCELO HERNÁNDEZ (Getty Images)

Llegué a Santiago de Chile el 13 de octubre y la mayor preocupación era la sequía. Cinco días después, una protesta contra el aumento del precio del billete de metro terminó en un estallido social cuya explicación se busca en que el descontento viene de lejos, de desigualdades antiguas. Piñera decretó el Estado de emergencia, los militares tomaron la calle y se impuso el toque de queda. Los funcionarios hicieron declaraciones en las que, antes que nada, cargaban contra los “vándalos” que habían traído el caos, y después llamaban a los “buenos ciudadanos” a “volver a la normalidad”. Nadie vio, en ese empeño por “volver” al sistema que había desatado el caos, nada raro. El domingo, en el único mercadito abierto de mi barrio, un tipo de unos 25 años me dijo: “Los militares están demasiado tranquilos, tienen que empezar a disparar”. Después, la familia presidencial demostró su coherencia ideológica: “Esto es como una invasión extranjera, alienígena”, dijo la primera dama en un audio que se filtró; “estamos en guerra contra un enemigo poderoso”, sostuvo el presidente (que seis días más tarde aseguró que la marcha de más de un millón de personas manifestándose contra su política de gobierno había sido “alegre”). Desde el comienzo hubo muertos. No despertaron, en Chile, mayor interés. Quizás porque muchos, presumiblemente, habían participado de saqueos. El martes 22 había listas de semáforos y bancos operativos, pero no de víctimas. Cuando esa tarde se supo que eran 11, cinco por presunta acción del Estado, no hubo mucho escándalo ni fueron nota central en los medios. Hacia el fin de la semana eran 19. Muchos, en la calle, seguían diciendo lo que habían dicho el martes: “Son pocos muertos para lo que está pasando”. ¿Cuántos serían suficientes? La cosa viene de lejos.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_