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Columna
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Condenar la violencia solo de boquilla

Para reivindicarse como pacífico, Torra debe desconvocar y deslegitimar todo acto que bajo la excusa de la "desobediencia civil" genere altercados

Xavier Vidal-Folch
Quim Torra, durante la reunión que mantuvo este sábado con su vicepresidente y varios alcaldes de capitales catalanas.
Quim Torra, durante la reunión que mantuvo este sábado con su vicepresidente y varios alcaldes de capitales catalanas.QUIQUE GARCÍA (EFE)

Quim Torra es el responsable político que debe asfixiar los inéditos y duros episodios de violencia callejera en Cataluña. Porque la Generalitat que preside (formalmente) ostenta la competencia de orden público. Pero también es el culpable político (otra cosa es lo jurídico) por alentar el clima de tensión, agitación y crispación y por llamar al enfrentamiento (bajo el seudónimo de “confrontación”) contra el Estado, lo que cuece el caldo de cultivo específico, no de la mayoritaria protesta pacífica, sino de la minoritaria brutalidad de las barricadas.

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Y no ha sabido, ni intentado ni querido dar cauce político a esa “respuesta”: convocatoria de elecciones anticipadas, remodelación del Govern, restablecimiento del diálogo interno entre catalanes, respetuosa petición de medidas de gracia… Así que, puesto que el vacío de poder llama a que alguien intente llenarlo, casi lo ha tomado la calle: solo los Mossos (flanqueados por los demás cuerpos policiales) y su consejero Miquel Buch han salvado —además del Gobierno de España— la institucionalidad catalana.

Lo insólito es que Torra y su círculo íntimo (su familia, Laura Borràs…) han roto el cordón sanitario que la inmensidad de los catalanes decretaron hace tiempo contra la violencia. Al invitar y jalear a Carles Sastre, el condenado por el asesinato de José María Bultó por cuenta del conglomerado de Terra Lliure, hoy investido de sindicalista oficial nacionalista; al minimizar la presunta gravedad de la presunta actuación de los acusados de terrorismo en la Operación Judas; al criminalizar a las fuerzas de seguridad españolas por los desórdenes causados por los CDR, tsunamis y demás protegidos, el piquete de Waterloo abre zonas de contacto y ósmosis entre todas las violencias y el pacifismo. Y mancha, perjudica y arruina a los ciudadanos pacíficos.

No basta con condenar la violencia de boquilla (torcida). Para reivindicarse como pacífico, Torra debe ser inequívocamente activo contra los que la ejercen. ¿Cómo? Desconvocando y deslegitimando todo acto que bajo la excusa de la “desobediencia civil” genere altercados, desacato a la autoridad y ataques a los servidores del orden. Retirando el lema de la “confrontación” contra “el Estado”. Personando como acusación a la Generalitat en los procedimientos incoados contra los detenidos por actos violentos. Al menos.

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